VIERNES 1o. DE SEPTIEMBRE DE 2000
* Horacio Labastida *
USA y Colombia
A pesar de los años transcurridos desde 1959, Cuba no ha dejado de estar en la mira de la política estadunidense; además del ilegal y cruel bloqueo impuesto a los hijos de Martí, con frecuencia se promueven intrigas y sabotajes que mantienen a la Perla de las Antillas en situación inestable y amenazada. Los actuales reyes de la bomba atómica esperan que en Cuba suceda algo semejante a lo que ocurrió en Nicaragua; es decir, que una población abatida por la pobreza levante los brazos contra autoridades que le ofrecen libertad, dignidad y justicia en un mundo de minorías superricas y mayorías ignorantes, enfermas y miserables. Cuba está en la mira y quien maneja las armas asesinas tiene instrucciones de no jalar aún el gatillo de la inmoralidad y la destrucción.
ƑQué representa el gobierno estadunidense en la geopolítica latinoamericana, sin hacer a un lado por supuesto al septentrional Canadá? Igual en el siglo pasado que en el actual, la Casa Blanca y su gigantesca armada son el instrumento demoledor de quienes critican el statu quo creado por el hoy globalizado capitalismo financiero, industrial y comercial; y si es verdad que tal connotación tiene alcances planetarios, singularmente desde de la disolución del Partido Comunista soviético (1991), el involucramiento estadunidense en el mundo no desacentúa su política de sometimiento latinoamericano a la lógica económica y política de las empresas multinacionales. Antes del fin de la Guerra Fría, el cuidado central fue impedir la expansión del comunismo en América Latina, propósito triunfante por igual en el Cono Sur, en Brasil, en Centroamérica que en el México revolucionario de Emiliano Zapata y Lázaro Cárdenas. En unos casos, el apoyo extranjero permitió desterrar a las guerrillas que intentaron la liberación de Uruguay y Argentina, por ejemplo; en otros, se optó por apoyar o propiciar dictaduras que hicieran imposible el éxito rebelde ųStroessner en Paraguay-, o bien alimentándolas con el fin de organizar golpes de Estado aniquilantes de gobiernos populares y soberanos, según sucedió en Chile (1973), cuando la traición del genocida Pinochet indujo la muerte del heroico Salvador Allende. En otro lado de la misma medalla, se montaron contrainsurgencias abiertas o encubiertas --Guatemala, El Salvador y Nicaragua--, o se infiltraron presiones económicas y tentaciones de poder, a fin de que la clase gobernante quebrantara el orden constitucional y se configurara en el presidencialismo autoritario escenificado, entre otros casos, en el México posrevolucionario.
ƑEn qué ideas apoyan los Estados Unidos las intervenciones en los países del continente? En su Democracy by Force. US Military Intervention in the Post-Cold War World (Cambridge University Press, UK, 2000), Karin von Hippel hace un apretado recuento de los motivos del Tío Sam para introducirse en la vida doméstica de esas naciones, de acuerdo con tres muy influyentes políticos en las decisiones de la Casa Blanca, John M. Shalikashvili, Warren Christopher, antiguo secretario de Estado, y Anthony Lake, consejero de seguridad nacional. Como sería imposible señalar las 14 propuestas de esos funcionarios, nos basta por ahora con las que Lake anota en los puntos tercero y cuarto: la defensa de intereses económicos claves para los Estados Unidos y la promoción y defensa de una democracia que garantice el reconocimiento y la difusión de los valores estadunidenses. Si a estos argumentos se agregan la persecución del terrorismo y del tráfico de drogas, que ahora sustituyen las viejas banderas anticomunistas, se aclara lo que está ocurriendo en la bella y admirada patria colombiana. Con más de mil 300 millones de dólares, la sorpresiva visita de Clinton a Cartagena de Indias y la puesta en marcha del Plan Colombia, se vislumbra un trágico capítulo más del avasallamiento latinoamericano ante los poderes económico-políticos de la imperialidad estadunidense.