JUEVES 31 DE AGOSTO DE 2000

* Doce presidentes sudamericanos se reúnen hoy


La cumbre de Brasilia, ante el expansionismo estadunidense

* Temen en América del Sur un escalamiento bélico en Colombia

Carlos Fazio * Ayer, cuando luego de una fugaz visita el presidente Bill Clinton dejaba Cartagena de Indias, 11 mandatarios de América del Sur llegaban a Brasilia, invitados por Fernando Henrique Cardoso para discutir los probables efectos regionales del Plan Colombia y cómo prevenirlos.

Desde un comienzo, la idea de una cumbre sudamericana desató pasiones. Clinton se sintió culpable y reconoció que su gobierno había prestado "poca atención" a esa parte del continente.

Pero los "olvidos" nunca son gratuitos. En realidad, lo que está en juego son dos proyectos de mapa para las Américas. El de Washington tiene que ver con una región integrada en el ALCA (Area de Libre Comercio para las Américas), el proyecto de las compañías transnacionales que, bajo la hegemonía política y militar de Estados Unidos, tiene como fecha prevista de iniciación el año 2005.

Pero desde el Palacio de Planalto el presidente Cardoso concibe un escenario diferente: dos Américas. Una, la del norte, que va de Alaska a Panamá, México incluido. Otra, la del sur, que se extiende desde el Caribe colombiano a Tierra de Fuego.

Cardoso, ideólogo y anfitrión de la cumbre, ha intentado tranquilizar a México y Estados Unidos afirmando que la cita no excluye la creación del ALCA. Ha dicho que la necesidad de crear un bloque sudamericano es un paso necesario y benéfico para la unión continental. Pero Estados Unidos desconfía. Varias veces ha acusado a Brasil de desacelerar el ritmo de las negociaciones para la creación del ALCA.

No es un dato baladí que la inédita reunión de 12 mandatarios de Sudamérica en Brasilia, hoy y mañana, sea la primera en casi dos siglos de vida independiente que se realiza al margen de la tutela de Washington. En la cumbre, el presidente Cardoso impulsará la integración del Mercado Común del Sur (Mercosur, integrado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay) con la Comunidad Andina de Naciones (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela), Chile, Guyana y Surinam.

El principal "socio" sureño de Brasil, Argentina, sabe que la prioridad número uno de Cardoso --y excluyente en el sentido del orden en las políticas de Estado-- es el Mercosur. Y eso es absolutamente sincero por una razón de interés nacional.

Cardoso y sus asesores de seguridad no dejan de temer una operación para aislar a Brasil "que venga de otro gigante del norte". Más precisamente, de Estados Unidos. Por razones parecidas, la unión del sur continental es abrazada también por el presidente venezolano, Hugo Chávez.

Ambos, Cardoso y Chávez, vienen siguiendo con atención la evolución de la guerra civil colombiana y el involucramiento directo del Pentágono en la misma. Huelen que detrás de la aplicación militar del Plan Colombia existe una estrategia dirigida a rediseñar el sistema de dominación de Estados Unidos en esa región de importancia geoestratégica y petrolera.

Por eso, en un momento en el cual el presidente Clinton ofrece a Colombia (personalmente y a domicilio) dinero, asesores, armas y tecnología de inteligencia avanzada --mientras por otro lado busca "multilateralizar" la guerra bajo el discurso propagandístico de que se trata de un "conflicto regional"--, los focos rojos se han prendido en varios puntos del subcontinente.

La reciente gira de la secretaria de Estado de estadunidense, Madeleine Albright, por Brasil, Chile, Argentina, Bolivia y Ecuador no logró apaciguar los ánimos. Es evidente que hay alarma en el vecindario.

En varias capitales se teme que una escalamiento de la guerra en Colombia, auspiciado por el Pentágono, se transforme en una verdadera caja de Pandora. La calamidad, según algunos expertos, podría venir por el sur de Colombia. Primero Ecuador, y luego Perú. Dos democracias frágiles y con crisis sociales severas.

The New York Times advirtió el martes que el programa militar antidrogas puede desencadenar invasiones de narcotraficantes y refugiados o choques armados fronterizos entre guerrilleros de las FARC y militares colombianos. En el fondo, la "guerra a la coca" de Clinton es contra la gente.

El académico Sheldon Richman define el plan de la Casa Blanca como una "cruzada idiota". El financiamiento por mil 300 millones de dólares aprobado por el Congreso de Estados Unidos incluye fumigaciones de los campos de coca del Putumayo, Caquetá y la Amazonia colombiana con el herbicida EN-4, que se utiliza para elaborar armas químicas y dañará a la vegetación, no sólo a las plantaciones de coca, y causará enfermedades en la población.

Además, cada vez que Washington ha ejercido presión sobre los campesinos de algún país sudamericano, los narcotraficantes simplemente se mudan. Mientras haya demanda por cocaína en las calles de Estados Unidos, alguien va a estar dispuesto a surtir tan lucrativo mercado.

Pero Brasil no quiere ver exportado el problema a su territorio. El gobierno brasileño maneja información de inteligencia que indica que la guerra en Colombia se intensificará a partir de enero de 2001.

El canciller Luiz Felipe Lampreia declaró el martes al diario argentino Clarín que Brasilia está "fuertemente preocupada" por las consecuencias militares del Plan Colombia. Teme que "los soldados o aviadores colombianos atraviesen la frontera e invadan territorio brasileño". Y no quiere que Brasil se convierta en un "santuario" de los militares colombianos, ni siquiera con fines de persecución.

Según Lampreia, enero será un mes clave. Por eso, su gobierno ha decidido aumentar la capacidad de disuasión militar. Cardoso ya dispuso de un plan de emergencia para enfrentar un peligro que ya golpea en las puertas del Amazonas. Brasilia se apresuró a montar un "comando de administración de la crisis" en Tabatinga, la ciudad brasileña de la triple frontera con Colombia y Perú, localizada en la selva amazónica.

La misión del comando, denominado Cobra, es clara: evitar que la guerra interna en Colombia contamine físicamente a Brasil. El comando está integrado por delegados de la defensa, del ejército, la Agencia Brasileña de Inteligencia (Abin), la policía federal y de la cancillería de Itamaraty. El plan consiste en militarizar la "frontera seca" que comparte con Colombia y reactivar el Sistema de Vigilancia Amazónica, un ambicioso proyecto para controlar con aviones modernos, radares y satélites el espacio aéreo de la región.

El ejército brasileño anticipó la compra de ocho helicópteros Cougar, de origen francés, prevista para fin de año. Las naves se emplearán para rastrear el Amazonas en la zona potencialmente peligrosa.

La sombra de una escalada armamentista en el área, provocada por el conflicto colombiano, no es exclusiva de Brasil. La dotación de helicópteros Black Hawk y Huey para el ejército colombiano, por parte del Pentágono, causó preocupación en Venezuela. El presidente Chávez ve con recelo el fortalecimiento del equipamiento militar colombiano. Y a pesar de que se trata de armamento que tendría muy poca utilidad en un eventual enfrentamiento bélico, Venezuela teme que pueda producirse un desequilibrio militar.

En junio del año pasado, el último día de la conferencia de la Organización de Estados Americanos, Estados Unidos lanzó al aire, sin que estuviera en la agenda, la vieja idea de conformar una fuerza multilateral de estados americanos para "salvar las democracias y las constituciones del hemisferio". Sólo el ex presidente argentino Carlos Menem dio un apoyo explícito.

Desde entonces, el tema de una intervención regional en Colombia se puso de moda. Estados Unidos desató una campaña publicitaria con el objetivo de desinformar a la opinión pública, observar las reacciones de los países del área y del conjunto de la comunidad internacional y crear un clima favorable para una aventura militar.

Según los expertos, en Colombia no se utilizaría la excusa de la "injerencia humanitaria" sino el señuelo de la "guerra a la coca". El verdadero objetivo es acabar con unas guerrillas que han llegado muy lejos. Y para ello se echó a andar la maquinaria bélica del Plan Colombia, con la idea de la regionalización militar.

ƑFuerza multinacional de intervención?

En ese contexto, las declaraciones del jefe de inteligencia del gobierno de Alberto Fujimori, el agente de la CIA Vladimiro Montesinos, son elocuentes. Ratificó un plan de invasión a Colombia en el que "Perú y Ecuador tendrían un rol protagónico en una eventual operación multilateral para ayudar a la lucha contra la subversión".

Señaló que la participación de esos países sería por "invitación de Colombia", y podría realizarse en "forma de incursiones directas contra los campamentos de las FARC en las fronteras de los dos países". En la operación "participarían 120 mil hombres, en un periodo de 45 a 60 días. A esas tropas se sumarían dos divisiones aerotransportadas, dos fuerzas especiales del ejército de tierra, tres divisiones de marines y 200 aviones C-5 y C-141".

Salvando lo que haya de mero tanteo o bravuconada en el principal colaborador del dictador Fujimori, no hay duda que en Colombia hay en marcha una operación de gran envergadura.

Fuentes de inteligencia señalan que Pastrana tiene fin de año como fecha límite para declarar el estado de guerra en Colombia. Una guerra que se intensificaría en todos los frentes: la guerra sucia paramilitar, la especialización del ejército y la intervención de Estados Unidos junto a lo que denominan una fuerza regional de "ayuda y colaboración" con Pastrana. En ese contexto cobran relevancia las diferencias entre Brasil y Estados Unidos sobre el tema.

Para el canciller Lampreia, la guerra civil en Colombia es un asunto de los colombianos. Una visión opuesta a la que sostiene la señora Albright y su segundo de abordo, Thomas Pickering: Colombia es "un problema regional". Cuando la semana pasada Madeleine Albright estuvo en Itamaraty, le pidió a Lampreia que ofreciera las bases militares brasileñas en el Amazonas para el Plan Colombia. La respuesta del ministro fue un "no" rotundo. Se amparó en el tradicional principio de "no injerencia" en los asuntos internos de otros países.

Según Clarín, el propósito fundamental de la gira de Albright por cinco países de Sudamérica, Argentina incluida, fue obtener el apoyo explícito de Brasil al Plan Colombia. Pero para Brasil y el Mercosur, un remedo de Vietnam en la selva colombiana es la antesala de un nuevo desastre. Por eso Brasilia quiere cerrarle el paso a las opciones belicistas. Un extenso informe del diario Folha de Sao Paulo señala que el presidente Cardoso "descartó la posibilidad de integrar una fuerza internacional de apoyo al gobierno de Colombia". Incluso, "negó apoyo logístico del gobierno colombiano, tal como el uso de bases aéreas y de radares brasileños". El canciller argentino, Adalberto Rodríguez Giavarini, dijo que su gobierno tampoco dará ninguna ayuda militar a Colombia.

Hay un asunto de fondo que ayuda a comprender la posición brasileña. En círculos militares, el problema del control de la cuenca amazónica por Estados Unidos es motivo de alarma. Es otra arista que tiene que ver con la "fuerza multinacional de paz" y la nueva arquitectura político-militar de Estados Unidos para la región.

Según estrategas militares brasileños, la crisis colombiana puede ser el pretexto para una forma disimulada de intervención estadunidense en su territorio amazónico. La fórmula puede ser la misma que pende sobre Panamá y su canal: pretextar la imposibilidad del ejército brasileño de controlar eficazmente esa vasta región y de impedir el trasiego de alimentos y pertrechos militares para las FARC. Eso es lo que estaría detrás de la defensiva máxima brasileña de "Sudamérica para los sudamericanos".