JUEVES 31 DE AGOSTO DE 2000
* Octavio Rodríguez Araujo *
UNAM, estímulos y salarios
El pasado 15 de agosto el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) emitió un mensaje en el que dijo, refiriéndose al Programa de Primas al Desempeño del Personal Académico de Tiempo Completo (Pride), que ''requiere una revaloración integral''. Y añadió que ''si hay consenso, me propongo iniciar las acciones necesarias para explorar la posibilidad de que los recursos que se destinan a este programa, y que benefician ya a una proporción muy alta del personal académico, se incorporen a los salarios''.
En 1990, las autoridades centrales de la UNAM impulsaron el entonces denominado Programa de Estímulos a la Productividad y el Rendimiento del Personal Académico. Con este nombre, el programa no resultó ser lo que se esperaba: un estímulo a la productividad. Tuvo que sufrir modificaciones y dos años después se aumentaron sensiblemente los montos de los estímulos (no más por número de salarios mínimos sino como porcentaje del salario) y se llamó Pride. Como no era suficiente para estimular el trabajo sobresaliente de los académicos, en 1998 se creó el Programa Reconocimiento Catedrático (PRC), que permite aumentar el ingreso (que no el salario) hasta en 150 por ciento del sueldo de un profesor o investigador de tiempo completo.
Vale decir que el salario de un académico está compuesto por un sueldo base según la categoría, más la compensación por antigüedad, lo que en términos concretos quiere decir, para la máxima categoría (Titular C), $12, 634.68, más un porcentaje X por la antigüedad. Para un titular C con, por ejemplo, 33 años de servicios ininterrumpidos a la UNAM, el sueldo mensual (antes de descuentos) es de $21,794.82 y, después de descuentos legales, alrededor de $16,600.00.
El Pride, en su máximo nivel, otorga una prima equivalente a 105 por ciento y si además se cuenta con el Reconocimiento Catedrático, también en su máximo nivel, la prima sube a 150 por ciento. En otros términos, el académico de nuestro ejemplo, si tuviera el máximo nivel de Pride y de PRC, tendría un ingreso de casi 55 mil pesos mensuales, menos descuentos legales.
Si los estímulos del Pride se incorporaran al salario éste mejoraría sustancialmente, salvo para quienes no tienen estímulos porque apenas cumplen con el Estatuto del Personal Académico o porque cuentan con un nivel bajo de Pride y, por lo mismo, no tienen el estímulo del PRC (sólo otorgado a quienes tienen niveles C y D de Pride). Aun así, los salarios serían mucho mejores que en la actualidad. Pero...
El pero está en los mecanismos para otorgar los niveles tanto de Pride como de PRC. Un académico común, independientemente de que sea o no productivo, está en manos de los llamados funcionarios académico-administrativos para hacer puntos por actividades en su facultad o instituto o en manos de editores de revistas o libros que ejercen censura ideológica. Si el académico es crítico de las autoridades, las mismas que dominan a las comisiones dictaminadoras o especiales (si se trata de los Consejos Académicos de Area), puede incluso ser bajado de nivel de Pride y, en consecuencia, de PRC, aunque su productividad haya aumentado en cantidad y en calidad en un cierto periodo analizado.
De igual manera, pero en sentido inverso, un académico amigo de las autoridades puede obtener los máximos estímulos aunque su productividad sea mediocre. Quizá a estos problemas se refería el rector De la Fuente cuando habló de la necesidad de una revaloración integral del Pride. šVaya que sí se requiere!
La cuestión de los salarios en la UNAM es una necesidad urgente, pero también lo es una recategorización de los niveles académicos. Cualquier joven profesor o investigador puede alcanzar el máximo nivel en unos 15 años, digamos a los 40-45 años de edad, pero entre esta edad y los 80 o más, no tiene más aumentos que no sean por la compensación por su antigüedad y las revisiones salariales que siempre están por debajo de la inflación.
Por lo tanto, parece muy pertinente, primero, analizar los programas de estímulos en su justa realidad y, luego de corregir las arbitrariedades que se han cometido (que no son pocas), convertirlos ųsi acasoų en salarios. Sin embargo, pienso que lo mejor y más justo sería aumentar salarios y dejar los programas de estímulos, revisados y corregidos, para actividades docentes y/o de investigación de calidad verdaderamente excepcional, que en la Universidad Nacional ciertamente se dan aunque no siempre se reconozcan.