Carlos Fazio * Cuando el miércoles 30 la nave US Force 1 de la Fuerza Aérea de Estados Unidos se pose sobre la pista de la heroica ciudad de Cartagena de Indias, en Colombia, la tan largamente preparada "guerra de la coca" habrá entrado en su segunda fase, la de vietnamización.
Del avión bajarán el presidente William Clinton, en plena campaña a favor del Partido Demócrata, y toda "la plana pesada" de su gobierno. Más allá de los eufemismos de rigor, el mensaje que se quiere dar es inequívoco: Estados Unidos se meterá a guerrear en Colombia, como antes en Panamá, Nicaragua o El Salvador. Por eso la decisión tiene aval bipartidista: fue bendecida por los partidos Demócrata y Republicano. Y trasciende el periodo gubernamental del actual ocupante de la Oficina Oval.
En el terreno de la propaganda, el viaje de Clinton supone "un mensaje de solidaridad" con los colombianos. "Mientras ellos luchen por la democracia, Estados Unidos estará a su lado", declaró el consejero nacional de Seguridad, Sandy Berger.
En realidad se trata de un discurso bastardo. Washington tiene intereses geoestratégicos y geopolíticos clave en la zona. En primer lugar quiere evitar que Colombia se convierta en una zona franca controlada por la guerrilla. A largo plazo el objetivo de Estados Unidos consiste en ampliar la zona de libre comercio, para lo cual necesita estabilidad política, económica y social en la región.
De allí que la consolidación de "la democracia" en Colombia se haya convertido en una "prioridad" de la administración Clinton, sobre todo a partir del fortalecimiento militar y político de las guerrillas de las FARC y el ELN, que han llegado a controlar importantes territorios.
En el plano simbólico Clinton en persona llega a Cartagena de Indias a dar la "luz verde" al llamado Plan Colombia. Supuestamente el "plan para la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado" fue elaborado por el presidente Andrés Pastrana, pero el documento sólo se conoció en Colombia en su versión en inglés. La senadora liberal Piedad Córdoba Ruiz denunció que fue redactado con participación de asesores del Departamento de Estado estadunidense.
Tampoco se puede ocultar la larga mano del Pentágono. El plan da un excesivo papel a la fuerza militar. No fue diseñado para la paz, sino para la guerra y llevará, por lo tanto, al escalamiento del conflicto colombiano y, sin duda, se desbordará hacia los países vecinos, varios de los cuales han sido involucrados de manera directa por Estados Unidos. El acondicionamiento de una red de bases militares estadunidenses en la zona ?que sustituyen la presencia militar de Estados Unidos en Panamá? apunta hacia la regionalización del conflicto interno colombiano, que podría desembocar en una guerra aérea similar a la que vivió Kosovo.
La composición de la nutrida delegación oficial estadunidense que este miércoles llegará a Colombia ?alrededor de 70 personas? es también un nítido mensaje para los gobiernos latinoamericanos y europeos, algunos de los cuales han mostrado ciertas reticencias al verse empujados por la Casa Blanca a "embarcarse" y/o "pagar" parte de la nueva aventura guerrerista de Washington.
En la comitiva estarán, entre otros, la secretaria de Estado, Madeleine Albright; la procuradora general, Janet Reno; el consejero nacional de Seguridad, Sandy Berger; el director de la agencia para el Desarrollo (USAID), Bernie Anderson; el zar antidrogas, general Barry McCaffrey; el enviado especial para América Latina, Kenneth MacKay; el subsecretario para Asuntos Políticos del Departamento de Estado, Thomas Pickering; el subsecretario para el Hemisferio Occidental, Peter Romero; el principal asesor de Clinton para América Latina, Arturo Valenzuela, y el jefe de la Agencia para el Control Internacional de Narcóticos, Randy Beers. (Más información en la sección de Mundo)