LUNES 28 DE AGOSTO DE 2000

* Nobles aunque descastados novillos de Juan Hernández


Divertida pero intrascendente la sexta novillada en la Plaza México

* El Arriero, arriado, cortó una oreja * El otro Cuate, bien a secas * El Oaxaco, un chiste cruel

Lumbrera Chico * Bajo un cielo encapotado y amenazante de lluvia, ante unos 3 mil espectadores y bajo la presidencia del juez Salvador Ochoa ųquien ayer por la mañana, y desde las páginas del semanario Proceso, anunció que ha iniciado una demanda judicial en contra de Rafael Herrerías, que en caso de ser atendida por Samuel del Villar, podría poner fin a la catastrófica administración del ex guardaespaldas de Manolo Martínezų, se efectuó ayer la tercera novillada de la temporada más chica del año 2000.

El sello del otro Cuate

Alberto Espinoza Pérez, oriundo de Monterrey, con 24 años a cuestas, 4 en estas lides y 12 meses de haber debutado en la México, pegó un quite por caleserinas, muy aseado, a Capitán, su primer enemigo, de 435 kilos (sic de la pizarra), un negrito zaino apretadito de carnes, al que agotó con la muleta durante su primera tanda de naturales, antes de buscarle más pases en vano y matarlo de una olvidable estocada, luego de exhibir lo que ratificaría ante su segundo bicho --Cardenal, de 403--, con el que se dobló correctamente por trincherazos, para correrle la mano con la derecha ratificando serenidad, cierta clase y, en suma, hechuras que lo prospectan como el mejor de los tres de ayer, aunque no logró cuajar al público ni mucho menos a las reses que le tocaron en suerte.

Dados los tiempos que corren, cabe asentar que Cardenal hizo honor a su nombre porque dio un lidia llena de referencias litúrgicas. En lugar de cornamenta llevaba una mitra más bien discreta aunque astifina, y cuando se abrieron las puertas de picadores, el primer jamelgo blindado dobló los cuartos delanteros, fingiendo una especie de reverencia ante el "prelado". Más tarde, cuando Espinoza lo trasteaba, atrasando la muleta innecesariamente, su eminencia le arrancó una zapatilla de un pisotón, evocando el rito de Semana Santa en que los purpurados lavan los pies a sus discípulos.

El Arriero incomprendido

Ricardo González El Arriero, chilango nacido en junio de 1980, se vistió ayer de verde y oro, con un terno por cierto majestuoso, pero ante su palpable inmadurez, alguien desde el tendido le gritó que venía de "piel y oro", porque rezumaba inexperiencia. Ante Presumido, un cárdeno que desde luego no tenía los 450 kilos que le atribuía la pizarra, pasó mil apuros con el capote pero se acomodó mejor con la franela, y como lo despachó de un espadazo contrario pero eficiente, el juez le regaló una oreja indebida. En su segundo turno le salió Esperado, un becerro nobílisimo que no peleó con los caballos, pero que protagonizaría una lidia espléndida con la muleta, embistiendo de sueño por la izquierda, siempre claro y siempre fijo, ayudando a su lidiador a plasmar unos naturales de vuelta entera aunque sin temple. Con las patas delanteras abiertas y la cabeza gacha, fue entrado a matar por El Arriero, quien le asestó una estocada contraria y perpendicular que no le causó una muerte instantánea. Pese a que esta faena resultó mejor estructurada que la anterior, el juez le negó la oreja que no debió concederle en su primer novillo. Y por jugarle al salomónico, Ochoa quedó mal, si bien acertó al ordenar el arrastre lento para los despojos del mamífero.

El Oaxaco, al circo

Poco o nada hay que decir acerca del torvo y rudimentario Hilarión Malaquías Hernández Jiménez El Oaxaco, salvo que si bien no tiene nada que hacer en los ruedos podría ganarse la vida como torero chusco.