LUNES 28 DE AGOSTO DE 2000
El griot, poeta africano
Ernesto Márquez * Cuentero por vocación, historiador por necesidad, poeta por imaginación e importante vehículo de comunicación en cualquier comunidad, sea urbana o rural, para perpetuar la memoria de su grupo social, todo eso es el griot africano.
Las tradiciones referentes a este personaje, fuente inagotable de creatividad y educador de las nuevas generaciones, pueblan la literatura escrita y oral de Africa, ese gigante unitario con una gran diversidad de pueblos y culturas.
Al griot se le puede encontrar en cualquier mercado popular, siempre rodeado de personas atentas a sus palabras, aunque también en las modernas urbes africanas, donde sirve de polea impulsora de los comentarios y decires; incluso de la propaganda política.
El griot es casi siempre un personaje simple que puede pasar inadvertido, hasta que empuña la palabra para librar combates inmortales que dejan huellas indelebles en los oyentes.
Los maestros de la palabra, como dice la tradición, surgen espontáneamente en la comunidad, sin selección previa, sin privilegios de universidades ni vasta acumulación de conocimientos académicos. Son simples en su estructura intelectual, como esponjas capaces de captarlo todo y, a su vez, de ofrecerlo todo.
En sociedades donde aún no se disfruta de los recursos de la tecnología moderna, el griot sirve de propagandista espontáneo, de formador de ideas, de maestro de verdades, de líder natural de la comunidad en sus reivindicaciones cotidianas frente a las injusticias.
Esta figura omnipresente entre los pueblos africanos ofrece una gran variedad de rasgos así como diversos nombres, según la sociedad en que lo encontremos: mabo entre los peules; dyeli entre los bambara u okyeame en las sociedades akán de Ghana.
Su condición de líder de opinión lo hace mantener estrecha relación con la clase dominante. Siempre se les verá cerca de alguien que ostente el poder, sin que esto se malentienda, ya que su función es también la de exaltar los méritos de tales personajes.
Es del dominio público las raíces de muchos líderes africanos cuya primera misión fue la de griot, vale decir poeta, historiador y maestro.
Tal fue el caso del fallecido Julius Nyerere, quien fue presidente de Tanzania y fundador de la Organización de Estados Africanos, a quien su pueblo le llamaba mwalimu, que en lengua suajili quiere decir maestro. Ejemplo de lo que citamos lo es también Leopold Sédar Senghor, ex presidente de Senegal y principal abogado africano de la negritud, quien además es un excelente poeta con una amplia obra escrita que apenas se está conociendo en occidente. De Sédar es El regreso del hijo pródigo, del cual reproducimos algunas líneas:
Que vasto, qué vacío el patio al olor de la nada,/ como la llanura en la sequía que tiembla de su vacío./ ƑPero que huracán-leñador abatió el árbol secular?/ Todo un pueblo se nutría de su sombra sobre la terraza circular.
Ahora, si se quisiera tomar un buen ejemplo de griot contemporáneo habría que fijarse en el poeta nigeriano Wole Soyinka, premio Nobel de Literatura en 1987, quien por demás se define como un ''cantor de los cantos de mis abuelos, de mis padres y de mis hijos; memoria viva de mis antepasados y descendientes".
Estación es uno de sus poemas más intensos, en el que nos habla de la espera de justicia social en medio de un sistema político ignominioso. Aquí un fragmento:
Ahora, nosotros los recogedores,/ aguardando la madurez de las corolas, dibujamos/ largas sombras desde lo oscuro, tejiendo/ secas bardas en la hoguera. Pesados rastreadores/ huellas los gérmenes podridos ųesperamos/ la promesa del moho.