LUNES 28 DE AGOSTO DE 2000

Reforestar para la vida en Oaxaca

 

* Iván Restrepo *

Oaxaca se distingue por su asombrosa diversidad étnica, cultural y ambiental. También, por su enorme pobreza. Por siglos, los indígenas han sufrido el saqueo de sus recursos ancestrales y la imposición de patrones culturales ajenos y degradantes. Uno de los aspectos que más alarma en esa entidad es la acelerada destrucción de la naturaleza.

La deforestación es permanente ocasionando erosión de la tierra, serios desajustes climáticos y daños a la población que ve reducida su base material. La pérdida de bosques y selvas y de la incalculable diversidad biológica que en ellos existe, se debe no solamente a la pobreza rural y la acción de los talamontes, sino a la ganadería extensiva y no pocas veces a erróneos programas gubernamentales. Los esfuerzos oficiales para evitar lo que ocurre son escasos y con frecuencia se pierden en la maraña burocrática.

Igualmente grave es la contaminación de sus ríos y demás cuerpos de agua debido a la industria privada y paraestatal, a los productos químicos aplicados en la agricultura, a las aguas negras de los asentamientos humanos, los servicios y el comercio. Sin faltar la mala calidad del aire de su ciudad capital debido a un transporte público obsoleto.

Que no todo está perdido en esa bella entidad, que hay salida a los desajustes ambientales existentes, lo demuestran varias poblaciones que reciben apoyos para echar a caminar programas de reforestación. Uno de ellos tiene lugar en el municipio de San Martín Tilcajete, distante 20 kilómetros de la ciudad de Oaxaca.

San Martín es un pueblo agrícola donde desde hace algunos años se elaboran también bellos alebrijes que utilizan como materia prima la madera del copal blanco. Pero hacer estas figuras de múltiples colores y formas, fruto de la imaginación y la realidad de cada artesano, ha ido acabando con el copal, por lo que urge establecer una política de reforestación y de uso racional de dicha especie.

Desde hace cuatro años, la fundación que alienta el pintor Rodolfo Morales apoya la reforestación en éste y otros pueblos de la región de Ocotlán.

Morales estableció un vivero donde se reproducen copal y otros árboles locales. Se trata de una tarea en la que es clave la participación de la comunidad, que carga a cuestas tantos fracasos por programas elaborados sin su consentimiento y sin que en las oficinas públicas siquiera tomen su parecer.

El fin de semana pasado hubo fiesta en San Martín Tilcajete. Cerca de 200 personas subieron a la zona de reforestación comunal a plantar 3 mil arbolitos de copal. Estuvieron, entre otros, autoridades municipales, ejidales, comunales y educativas, artesanos y varios soldados del Ejército. Destacaban las mujeres y los niños de la escuela Andrés Portillo, quienes abrieron cepas y depositaron en ellas lo que en 15 años más podrá servir de materia prima para elaborar sus asombrosos alebrijes.

Pudimos comprobar que los arbolitos sembrados años atrás crecen poco a poco; que da frutos el cuidado del pueblo para evitar incendios (originados por la basura que tiran irresponsablemente a orilla de la carretera que conduce de Oaxaca a Ocotlán) y el pastoreo de cabras. Es cierto, algunos murieron por ignorancia de algunos participantes en siembras anteriores: se les olvidó quitarles el plástico que los contenían. Algo que ya no ocurrirá más.

Fue gratificante sembrar pequeños copales junto con Nelly y vecinos de San Martín, y lo fue doblemente compartir esa experiencia con Rodolfo Morales y Francisco Toledo, quienes se han distinguido por su decidida defensa del patrimonio cultural de Oaxaca y su generoso y constante apoyo a la tarea de lograr un ambiente menos degradado. Ese día los dos artistas nos demostraron que a su sabiduría pictórica agregan la de ser excelentes sembradores de vida, porque eso es lo que se logra cuando se planta un árbol.

En un país donde los ricos derrochan y el gobierno dedica millones de pesos y de esfuerzos a reforestar sin los resultados esperados, el pequeño ejemplo de San Martín Tilcajete y otros pueblos cercanos demuestran que la gran fuerza de México sigue estando en su gente, por más necesitada que se encuentre: en los estudiantes y las mujeres, en artesanos como Guillermina Hernández, Librado Velasco, Alejandra Sánchez, Juan Fabián Cuevas y Benita Sosa; en los maestros y maestras de las escuelas y en los habitantes del medio rural. Lo que falta son líderes respetados (no caciques) y proyectos que respondan a las necesidades de las comunidades y en los que ellas tengan una participación decidida, sin paternalismos ni intenciones electoreras. Si ese ejemplo se multiplicara por todo el país, otro sería el panorama. *