DOMINGO 27 DE AGOSTO DE 2000

* El festejo Una cana al aire congregó a 10 mil personas de la tercera edad


De nuevo se demostró la intemporalidad del baile

Jaime Whaley * La intemporalidad del baile quedó manifiesta una vez más la tarde del viernes en el Palacio de los Deportes, cuando por decimaséptima ocasión se conmemoró el Día del Anciano con la festividad Una cana al aire.

Miles de senectos (la cifra se acercó a los 10 mil tomando en cuenta los boletos obsequiados a todos aquellos mayores de 60 años que oportunamente los recogieron) se congregaron para la acostumbrada cita anual, el reven con ocho orquestas que da comienzo a las cuatro de la tarde y culmina a la medianoche, todavía con peticiones de ''otra, otra, otra''.

Viajes, artículos para el hogar y canastas con comestibles, entre otras cosas, fueron sorteados entre las y los cabecitas de algodón, que apenas y se daban tiempo para ''agarrar el aire'' cuando ya los comía de nuevo el ansia por el mambo, el danzón, el chachachá, el swing, el paso doble... En fin, nada parecido a los calmados valses de don Porfirio, que muchos de ellos, cuando jóvenes, todavía alcanzaron a danzar.

Cuando los años pasan, pero no las ganas de vivir

Como han pasado los años fue la interpretación de la vocalista de la orquesta de Sebastían Cedillo (mi apellido con c por favor; no me gustan esas confusiones). Antonio Ponce Espejel, de 85 años, abraza a su esposa, la Sra Barrera, que nada más tiene 70, y acompasadamente se funden en este baile en el que festejan 50 años de matrimonio (''si no nos cree, le podemos enseñar nuestra acta'', dice ella) en medio del aplauso de sus amistades, que ya los rodean ceremoniosamente.

Lupita Vallejo acapara miradas masculinas y es blanco del cuchicheo femenino, así como de la lente de los fotografos. Viste una entallada falda negra con abertura lateral hasta más allá de la media pierna. De buena forma ųválgase la observaciónų, no para de bailar con su joven pareja, Francisco Cuenca.

El Chino Noguez se va hasta aquellos días cuando asistía a los tés danzantes de los cincuenta y era integrante de la escuadra de futbol americano de los Burros Blancos del Politécnico. Parece trompo. Gira que gira.

A Abel Ayala le tiene sin cuidado el hecho de que esté confinado a una silla de ruedas y en ella pone ejemplo de coraje y vitalidad. Se da vuelo al compás de una remenbranza sonora de Glenn Miller.

Raul Vega, decano de esta celebración, desde el estrado presenta a los invitados y da paso a las agrupaciones musicales que se turnan para tocar en los dos escenarios que se han dispuesto, pues afuera, en dos cobertizos metálicos también se le entra duro a la sana práctica de sacarle brillo al piso. Las orquestas son las de Felipe Urbán, Dimas, Familia Grande, Pepe Luis, Acerina, Benny y la Danzonera Habana.

Julio Sánchez Vargas, el nonagenario director del Instituto Nacional de la Senectud, la instancia organizadora del festejo, se dirige a los presentes y culmina su oratoria con un pasaje de Cervantes. Al entrar en un pueblo, el Quijote le hace notar a Sancho la belleza del atardecer, en referencia a la vejez, y le dice que todavía hay camino por recorrer.