DOMINGO 27 DE AGOSTO DE 2000

* Concierto del cantante en el Auditorio; aún conserva su público cautivo


Emmanuel rememoró los tiempos de Palomo

Arturo Cruz Bárcenas * Muchos jóvenes sólo conocen de Emmanuel su canción Corazón de melao (de melcocha, dulzón, pues), incluida en su nuevo cd, Sentirme vivo, pero tiene su público cautivo desde que era el Palomo (cuando cantaba la rola homónima en el antro El Patio, de la calle Atenas, hace ya unos ayeres. Guardémosle al Bola el secreto de los tiempos). Fue esa gente la que llenó el Auditorio Nacional el viernes, en una noche impregnada Con olor a hierba.

Emmanuel optó por ser cantante, aunque su verdadera pasión es la fiesta brava. Pero un accidente con un astado lo hizo desistir del toreo. Cuando las piernas fallan lo mejor es cortarse la coleta. Al éxito del intérprete de Sin caballero no hay dama vino esa especie de retiro involuntario: la caída natural de todos los que se encumbran en el show bussines. Eso y algunos discos de irregular éxito. Atrás quedó el México de los concursos OTI, de los Raúl Velasco, de cuando se vestía de blanco y su apariencia era la de los baladistas angelicales. Ese fue el México que vio el éxito de Emmanuel, que escuchó los temas de Manuel Alejandro que encumbraron al cantante de Al final, uno de los temas más aplaudidos en el concierto del viernes.

El concierto de Emmanuel fue el mismo que ofreció el pasado 16 de junio, también en el foro de Reforma. Muchas parejas se enamoraron hace unas décadas teniendo como fondo musical las rolas fresonas de El Bola. Ahora asistían para recordar los días de lozanía, de manitas sudadas. Entre rola y rola, Emmanuel lanzaba un choro. Que si los niños de la calle, que si la naturaleza, que si los sentimientos, que si la comprensión... Se ha vuelto rollero (pero eso a algunos les gusta; se la creen). Tal es el formato de su espectáculo. Las dos pantallas gigantes proyectaban detalles del físico del artista; a veces ponían atención en ese baile estilizado, como de arte marcial, katas, como de pantera rosa pintada por un cubista.

ųOye, Emmanuel, Ƒvas a seguir haciendo esos movimientos raros, como de karateca?

ųSí ųlo había advertido.

"šDetenedla ya/ que es una ladrona/ detenedla ya!", cantaba el maduro Emmanuel y las parejas (y algunas nuevas admiradoras, la verdad) aplaudían con frenesí, fuera de sí. Una muchachona de no malas cachas estaba como hipnotizada; los ojos desorbitados, los puños apretados. "ƑQué será?/ Ƒqué será de mí?"... y no faltó la parejita de enamorados exhibicionistas (como criticaría Bukowski) que apoyaron sus cabezas y se dieron unos besitos suavecitos. Nada salivosos.

ųƑNo crees, Emmanuel, que la hubieras hecho más si sólo hubieras cantado temas románticos, baladas, como Sin caballero no hay dama?

ųSi así lo hubiera hecho estaría ya muerto, musicalmente. Mucha gente no lo sabe ahora, pero yo cambié muchas cosas. La séptima luna fue un suceso, por ejemplo.

El Bola aún rueda.

Emmanuel ya no se cuece al primer hervor, la verdad, pero tantos años en el ajo le han dado experiencia, ese cúmulo invisible que se desborda en el escenario. El Bola se sintió vivo e hizo recordar los días cuando cantaba: ''cuando el sol se esté ocultando/ y en la noche brillen las estrellas/ y en mi espalda sienta el frío... yo te soltaré despacio/ de mis brazos ya sin fuerza''. Tiempos veredes.