DOMINGO 27 DE AGOSTO DE 2000

* Un mayor número de áreas verdes incrementaría la calidad de vida


La arquitectura, segundo medio ambiente: González Gortázar

* Dicta cátedra sobre su arte; llama a combatir la dictadura de publicistas sobre la imagen del DF

Miryam Audiffred * Hay poemas que pueden ser esculpidos y habitados. Es el caso de las obras monumentales que el arquitecto Fernando González Gortázar ha levantado en distintos rincones de Jalisco, Aguascalientes, Yucatán, Nuevo León, Colima y la ciudad de México, entre otras entidades, para demostrar que el hombre puede establecer una relación armónica con su entorno natural.

Con más de cinco décadas de vida, este artista de larga y blanca barba considera que la arquitectura es un segundo medio ambiente, por eso "nuestra obligación es tratar de aprender cómo la naturaleza resuelve los problemas de espacio, armonía, justicia y generosidad".

Si bien estas ideas se aprecian en todas sus producciones, hoy González Gortázar tiene la oportunidad de compartirlas personalmente con estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la UNAM mediante la cátedra extraordinaria Federico E. Mariscal, que comenzó el jueves en la máxima casa de estudios y se prolongará hasta el 19 de octubre para unirse a una tradición anual que, desde 1984, ha involucrado a personajes como Pedro Ramírez Vázquez, Teodoro González de León, Ricardo Legorreta y Abraham Zabludovsky.

La cátedra --titulada Arquitectura: pensamiento y creación-- es un reconocimiento de las autoridades universitarias y consiste en la fusión de nueve sesiones didácticas con la exhibición de planos, fotografías y obras en piedra que sintetizan y descubren las inclinaciones del arquitecto, esto es, su opinión de que "la máxima creación de la arquitectura, la ciudad, puede hacer más feliz la vida del hombre a través del incremento y la mejora de los espacios verdes".

Autor de La arquitectura mexicana del siglo XX, González Gortázar ha luchado en forma constante por aliviar al hombre contemporáneo de las "pesadillas del progreso". Ha puesto sus ojos en todos los ámbitos urbanos para dejar su sello en parques, plazas, unidades habitacionales y en una estación del tren ligero, entre otros.

 

Los edificios inteligentes, mito ridículo

 

En esos espacios, invariablemente, trata de recuperar el abecé de la arquitectura original: conocer las cualidades aislantes o reflejantes de materiales naturales, cuerpos de agua, vegetación, orientaciones astronómicas o corrientes de aire.

"Todo esto se ha ido perdiendo. Se le ve como una antigualla que hay que sustituir con aditamentos mecánicos o electrónicos persiguiendo el mito ridículo de los edificios inteligentes. De esa manera hemos artificializado nuestra vida de una forma a todas luces abusiva."

Crítico de la situación urbana nacional, asevera que las "monstruosidades políticas" del país y el centralismo han producido el "espantajo urbano" que es y, posiblemente, seguirá siendo la ciudad de México.

La imagen de la capital está sometida a la dictadura de los publicistas: "cualquier perspectiva notable tiene como foco visual un anuncio comercial. De hecho, algunas de nuestras avenidas fundamentales prácticamente son corredores de ellos.

"La ciudad de México es una especie de locura visual, es como una televisión que sólo transmite anuncios y está perpetuamente encendida. No podemos cerrar los ojos ante esta situación porque ninguna ciudad puede vender su imagen al mejor postor sin perder su dignidad."

Considera que, aun cuando la capital ha crecido con gran desorden e incoherencia, son reversibles muchos de los problemas que la afectan. Expone la urgencia de encontrar verdaderos mecanismos para "meter en cintura el abuso de los publicistas" y considera indispensable emprender acciones para la reforestación planeada y racional de la ciudad, así como rediseñar las banquetas, que son "particularmente desagradables".

 

Reivindicar el pensamiento

 

Ha expuesto en los recintos culturales más importantes del país y es creador de obras como La gran puerta, en Guadalajara; La gran espiga, en la ciudad de México; y el Museo del Pueblo Maya, en Mérida, Yucatán.

El país ha visto los reflejos del quehacer de otras naciones en ese arte. Asegura que todas las grandes corrientes de la arquitectura mexicana de este siglo han sido influidas de alguna manera por los movimientos extranjeros. Aclara que algunos de éstos han sido simples imitaciones, pero también ha habido muchos arquitectos que en vez de hacer transcripciones crudas realizaron elaboraciones nuevas.

"Así como hubo quienes intentaron crear una arquitectura diferenciada, y resultaron sólo esfuerzos desencaminados como lo neocolonial y neoprehispánico, también hemos tenido grandes visionarios, como Luis Barragán.

"Estoy en el más radical de los desacuerdos con quienes ven a Barragán como un nostálgico o un repetidor. Su obra es absolutamente inaugural y su manejo del espacio y la luz fue una novedad completa."

Un largo capítulo de la historia de la arquitectura está en la memoria de González Gortázar y en los planos y proyectos de los trabajos que ocupan los muros de la galería de la Facultad de Arquitectura.

Con su andar ligero por las calles de la ciudad, este promotor de la unión del hombre y la naturaleza se concentra por ahora en enseñar que la arquitectura es un trabajo demasiado trascendente para ser ejecutado sin reflexión. "Lo que me importa es reivindicar el pensamiento como paso previo a la creación".