SABADO 26 DE AGOSTO DE 2000

 

* Luis González Souza *

Romper el cerco

Suena a consigna zapatista, pero es algo mayor. De Chiapas a Washington, todavía, hay un cerco cuya ruptura nos parece la tarea central en el México posterior al 2 de julio. Desde el multiculturalismo hasta la soberanía, pasando por la plena democratización del país, transitan las escalas para escapar de ese cerco que, por su omnipresencia silenciosa, podría llamarse el cerco de asfixia nacional.

La hazaña electoral del 2 de julio rompió un buen pedazo del cerco, aquel que asfixiaba nuestra capacidad de imaginar un México ya no priísta. Es decir, ya no carcomido por la corrupción, el cinismo, la politiquería, la desnacionalización, la inseguridad de todo tipo y, en fin, el autoritarismo y su fatídica contraparte: la pasividad de la sociedad.

Pero eso que se derribó el 2 de julio sólo es un pedazo del cerco. Además, es un pedazo que en cualquier descuido podría regenerarse, inclusive con mayor solidez. Si el legítimo júbilo electoral se convierte en borrachera, los nuevos gobernantes fácilmente caerán en la tentación de aprovecharla para violar las expectativas generadas por su triunfo. Una sociedad violada, con toda la frustración democrática del caso, sería la nueva pared del cerco caído.

La violación sería sigilosa. Hasta podría confundirse con una seducción, a punta de coptaciones como las han jugado un papel estelar en la reproducción del viejo régimen. No, la violación más bien ocurriría en las partes menos visibles del cerco nacional. Y para complicar las cosas, podría asumir el carácter de una autoviolación, eso sí, en nombre de la audacia, la globalización y otras bellezas.

El cerco de la soberanía es un buen candidato, y las primeras giras de Fox al extranjero son buena alerta. Más tardó en reivindicar la importancia de Latinoamérica con su primer viaje, que en trocarla por una mayor integración con EU y Canadá a través de un "Mercado Común Norteamericano", oferta principal en su segundo viaje concluido ayer mismo. Si agregamos los dislates en torno a la Doctrina Estrada, entroncaríamos con el autocerco democrático: una amplia legitimidad electoral dilapidada en ofrecimientos para convertir a México en algo así como un sargento en las "cruzadas democratizadoras" de EU por el mundo, comenzando por Cuba (de hecho ya hay algún aviso de Fox para Fidel).

Dicho cerco también se entrecruza con el sufrido por nuestra economía. Y también aquí viene al caso la gira norteamericana de Fox, sobre todo su oferta de abrir más el petróleo y la electricidad a la inversión extranjera. No sobra recordar que el cerco social tiene mucho que ver con ciertas privatizaciones, aperturas y todo aquello que descapitaliza y empobrece a México. Cerco hoy palpable contra los pobres, mañana contra la viabilidad misma de todo el "mercado" nacional.

Pero si de marginados e inmediateces se trata, ninguno como el cerco contra los indígenas del EZLN. Romper este cerco es prioritario por muchas razones. Primero, porque ninguna democracia será creíble mientras persista cualquier forma de guerra o la asfixia de cualquier sector de la sociedad. Segundo, porque el zapatismo representa un sector de la mayor importancia para la historia, el presente y el futuro del país. No sólo se trata de los mexicanos "más primeros" en la fundación de México. También lo son en el tramo final del 2 de julio, así como en el porvenir de la nación, que será multicultural o no será.

Tercero, porque en el cerco zapatista se anudan todos los demás cercos: desde el cerco moral hasta el cerco económico, desde la discriminación más ofensiva hasta la asfixia más antidemocrática y divorciada de la ética: la del aniquilamiento militar. Y cuarto, porque ninguna reforma del Estado ųmucho menos del paísų tendrá mayor sentido si no toma en cuenta todo lo avanzado en los diálogos de San Andrés, o si no construye sobre sus aportes en nueva (inter) cultura política, o si deja fuera a los promotores de todo ello.

Romper el cerco zapatista es clave, pues, para acabar de romper el cerco nacional y liberar así todas las potencialidades de México. El 2 de julio fue importante, lo mismo que el triunfo de la Alianza por Chiapas el domingo pasado. Pero de ningún modo son suficientes.

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