SABADO 26 DE AGOSTO DE 2000
* Jaime Martínez Veloz *
Contra 30 años del movimiento de las mujeres
De frente a la situación desatada por el Congreso de Guanajuato respecto a la reforma del Código Penal que castiga con cárcel a las mujeres violadas que osen abortar, la lectura del libro Feminismo en México. Ayer y hoy, editado recientemente por la colección de la UAM, Molinos de Viento, nos ofrece una documentación pertinente para sorprenderse que este hecho legislativo sea un acto contra la mujer mexicana, luego de 30 años de lucha feminista.
Es sin duda un aciago anuncio de una política que tendremos que enfrentar de inmediato. Fox y algunos panistas reaccionan positivamente alarmados. Es un hecho que ignora todo el expediente mexicano de lucha del que Ana Lau hace la crónica en tres fases "que abarcan cada una poco más de 20 años: la primera de 1970 a 1982 ųla más fecundaų de organización, establecimiento y lucha. La segunda etapa, durante los años ochenta, de estancamiento y despegue, de confrontación entre las integrantes de clase media y mujeres de sectores urbanos y de los sindicatos. La tercera y última, la de los noventa, de alianzas y conversiones; la década de la política y de la búsqueda de democratización".
El voto de las mujeres que votaron por el PAN traiciona con estos actos la buena voluntad del electorado femenino, que no incluye licencias que vayan en contra de un historial de participación, protestas, impugnaciones y proposiciones, de las mujeres mexicanas, a favor de los principios de respeto al cuerpo, a los derechos reproductivos, al derecho a la educación y al trabajo, el salario justo, y la igualdad social junto al derecho de ser reconocidas como diferentes".
Podemos decir que hay un ciclo de los años 1948 (en que doña Amalia Caballero de Castillo Ledón, presidenta de la Comisión Interamericana de Mujeres, le pidió a Adolfo Ruiz Cortines que otorgara el voto a las mujeres) al 2000 en que se codifica un castigo corporal a las que siendo violadas se nieguen a concebir el producto. Una historia que hubiese fascinado a Foucault en su documentación sobre el poder expresándose en su rostro esencial.
La ensayista nos recuerda que la lucha por el derecho a la ciudadanía de las mujeres se remonta a la Revolución Francesa, con Olympe de Gouges y su texto Los derechos de la mujer y de la ciudadana (1791), ya que en la Declaración de los derechos del hombre de 1789 se les "olvidó" incluir a las mujeres.
El ensayo de Ana Lau registra el denso número de organizaciones de todo tipo que han emprendido las mujeres desde los años setenta, sin embargo entre 1955 y 1970 ųescribeų sólo se eligieron cuatro senadoras frente a 240 senadores, mientras que se votaron a 45 diputadas frente a 769 hombres. ƑCuántas mujeres ųcabría preguntarseų levantaron la mano en el Congreso de Guanajuato, para aprobar esta penalización?
Lau prosigue: la propuesta de reforma electoral presentada en 1993 recogió la recomendación de establecer un porcentaje de participación de 30 mujeres candidatas en las listas de los partidos políticos a puestos de elección popular. Ello no se ha traducido a la realidad, ya que en las cámaras el número de mujeres ha disminuido respecto a años anteriores: en la Cámara de Diputados, de 500 miembros, 93 son mujeres; en la Cámara de Senadores, de 128 representantes, 21 son mujeres; la Asamblea Legislativa es la que tiene un mayor nivel de representación popular de mujeres, con 17 legisladoras de un total de 66 asambleístas.
Elí Bartra, la otra colaboradora del libro, señala que en 1999 el Instituto Federal Electoral otorga el registro como agrupación política a la asociación Diversa, dedicada por entero a la política, digamos una profesionalización de lo que siempre ha sido, en los hechos, el movimiento de mujeres, una fundación política, que lucha por su derecho a la "diversidad" (que sella en treinta años todo cuanto se refiere a las mujeres en su lucha por sus derechos) y a la igualdad.
Bartra expresa que "en la década de 1990 se empezó a hablar de las cuotas de mujeres en partidos políticos de no más de 70 por ciento de un solo sexo para cargos de elección popular. Unas cuantas migajas".
Un cuadro de lo que está pasando en México, lo vimos el 10 de agosto en el noticiero CNI. Dos noticias: de la corresponsal en Guanajuato, Denise y Pilar, las guapas conductoras, reciben la noticia de la reforma al Código Penal con "atenuantes". Luego, de la periodista de asuntos políticos se emite la nota de la reunión entre las dos dirigentes del PRI y el PRD, Dulce María Sauri y Amalia García, condenando la medida.
Esta composición así presentada nos ilustra de la terquedad de una actitud que históricamente está superada en nuestro país.
Los partidos políticos tenemos que establecer en nuestra prioridad en la selección a candidatos, a las mujeres. Debemos asumirlo con claridad y como un compromiso frente a las mexicanas y los mexicanos.
No es solamente una justicia en lo demográfico, pues somos mitad y mitad, sino la consideración de un rezago que se expresa precisamente en la magra representación camaral que tienen las mujeres.
Debemos reconocer la importancia de que en nuestra hora política haya estas figuras, como las de Dulce y Amalia, a las que se agrega Rosario Robles. En ellas debemos reconocer un alcance fundamental de los movimientos de mujeres mexicanas y lo benéfico que resulta para la nación un compromiso para con ellas que se exprese en facilitar, cada vez más, su acceso y promoción a las candidaturas y a los puestos directivos de las organizaciones políticas.