SABADO 26 DE AGOSTO DE 2000

* Enviada a la Esma en 79, cuando buscaba a su hijo


Rompe el silencio la argentina Telma Jara: Cavallo la torturó

* El ex marino, apodado Sérpico por su eficiencia en la represión

Stella Calloni, corresponsal, Buenos Aires, 25 de agosto * Después de muchos años de pesadillas, Telma Jara de Cabezas rompió el silencio y no dudó en reconocer que el ex marino Miguel Angel o Ricardo Miguel Cavallo, director con licencia del Registro Nacional de Vehículos de México, que fue detenido ayer, había sido uno de sus torturadores en la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma) durante la pasada dictadura militar (1976-1983).

Cuando la detuvo un "grupo de tareas" el 30 de abril de 1979, ella buscaba a Gustavo, su hijo secuestrado a los 17 años, en 1976, y desaparecido. Ahora evita contar el tipo de torturas a las que fue sometida, por pudor, pero menciona la incansable búsqueda junto a otras madres y familias en aquellos primeros tiempos, cuando en las madrugadas se encontraban en la casa de gobierno para tratar de saber el paradero de los desaparecidos.

"Teníamos que estar a eso de las cuatro de la mañana para que alguien nos atendiera y había demasiada gente, eran multitudes, y nunca nos dijeron nada. Mi hijo desapareció cuando fue a acompañar a una amiga y en una plaza de Martínez (localidad residencial del Gran Buenos Aires) había un operativo. Los militares les dieron órdenes de detención y de arrojarse al suelo y la joven salió corriendo porque tenía un hermano militante. Allí mismo la mataron. De mi hijo supe después por un soldado del barrio que había sido llevado en un camión. Nunca más lo vi", relata ahora Telma.

Desde su captura en abril del 79 fue torturada en los subsuelos de la Esma y estuvo un tiempo en Capucha, donde las víctimas permanecían engrilladas y encapuchadas esperando con horror el momento en que las llevaban para aplicarles tormentos inenarrables.

Hasta ahora vive aquellas pesadillas. "Era terrible cuando escuchábamos pasar a los que regresaban de la tortura, sus quejas, todo aquello, además de lo que nos pasaba a nosotros, eso no puede olvidarse".

La sordidez de la Esma

La Esma, cuya vileza ha descrito magistralmente el periodista y escritor Miguel Bonasso, en su novela Recuerdo de la Muerte, fue uno de los centros clandestinos de detención, no sólo de los más temibles, sino también donde se llevaron a cabo "proyectos" especiales, sólo comparables con los delirantes planes del nazismo. Allí se puso en práctica la idea de los recuperados, es decir, aquéllos que podían quebrar con las torturas sin límites.

Uno de estos lugares fue el centro de prensa, donde varios sobrevivieron simulando, y son los que dieron los testimonios que permitieron reconstruir, en parte, la memoria del horror. Precisamente, fue el documento que debió falsificar Víctor Basterra, con base en el que utilizaba el agente de inteligencia Miguel Angel Cavallo (Ricardo o Sérpico) lo que ahora ųcomo una trampa mortalų dejó sin salidas al ex torturador.

En la Esma fueron robados niños nacidos en cautiverio, cuyos padres fueron desaparecidos, y desde allí partieron miles de personas para ser arrojadas al mar en los llamados vuelos de la muerte. El grupo en el que estaba Cavallo se ocupaba no sólo de operativos e interrogatorios, sino de elaborar mecanismos para silenciar las denuncias mundiales sobre lo que estaba sucediendo en Argentina.

Así fue creado el Centro Piloto en París, Francia. Y allí también estuvo Cavallo, en la agregaduría militar. Telma Jara de Cabezas, ya en la Pecera ųdonde se hacia trabajar a los detenidosų, pudo reconocer a uno de sus torturadores, el oficial de la marina Ricardo o Miguel Angel Cavallo. Cuando en esos años llegó a Argentina la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), los detenidos fueron llevados a una isla del Tigre (un delta cercano a esta capital) para esconderlos de los visitantes, y que no pudieran testimoniar.

Telma había sido secuestrada después de haber salido del país en 1979 con otras madres, precisamente hacia México y luego a Roma, para denunciar ante el Papa las desapariciones. Esto fue suficiente para que sufriera el secuestro y toda clase de torturas a los 52 años. Un día fue llevada hasta la empresa Entel (estatal telefónica privatizada) y encapuchada hizo un relato a una periodista para la revista Para TI, obligada, mediante torturas, a tratar de "contrarrestar" la imagen negativa de la dictadura que ya estaba en todo el mundo. Fue el último acto del horror. Precisamente Cavallo trabajó luego en Entel.

"Tenía una sonrisa helada y una precisión cruel. Le pusieron Sérpico por su eficiencia en la represión. Formó parte de La Patota, banda que asesinó a mi compañera, Mónica Jáuregui".

El testimonio de Juan Gasparini

En la madrugada del 11 de enero de 1977, luego de torturarme durante días, me sacaron de la Esma esposado y encapuchado, y me llevaron hasta la casa donde estaba mi mujer, mis dos hijos y nuestra amiga Olga Aldaya. Quería que las engañara para entregarlas. Me negué. Las fusilaron. Sérpico me custodiaba". Esta es la narración de Juan Gasparini a la periodista María Seoane.

Estas son algunas de las causas que llevaron al juez español Baltasar Garzón a solicitar la detención de Cavallo, en el juicio por terrorismo y genocidio. Como Alfredo Astiz, acusado entre otros crímenes del secuestro y desaparición de dos monjas francesas y de una joven sueca, o el capitán retirado (hoy detenido) Jorge Tigre Acosta, entre otros criminales, que conformaron los llamados "grupos de tareas" ųcomo el GT 3, 32.mų, que secuestraban, torturaban y desaparecían, pero que además robaban.