VIERNES 25 DE AGOSTO DE 2000
Ť Luis Javier Garrido Ť
La bufaliza
El país está viviendo, en nombre de "la transición", una recomposición de los antiguos intereses dominantes, y al no existir un debate y hallarse las principales fuerzas populares al margen de este proceso, el riesgo de que tras los acuerdos del nuevo gobierno con los partidos haya graves retrocesos es cada vez mayor.
1. El primero de diciembre próximo habrá un cambio significativo en México con la llegada de un presidente de la República postulado por el PAN, y que tendrá frente a él a un Congreso de la Unión en el que la mayoría la determinará una alianza entre dos de los tres principales partidos. Y la consecuencia de ello es que se irá definiendo un nuevo régimen en el país, con políticas económicas o sociales similares o diferentes, pero con otros mecanismos de poder, que hasta ahora parecen limitarse a la negociación cupular entre las dirigencias de los partidos. Los años del sistema de partido de Estado han llegado a su fin, y sin embargo muchos parecen interesados en ocultar las dimensiones del cambio y los riesgos que éste entraña para la sociedad.
2. Los extremos se tocan, y mientras los partidarios del nuevo gobierno insisten de manera propagandística en que la democracia ya llegó el 2 de julio y que, en consecuencia, la sociedad ya no debe movilizarse sino aguardar a que los responsables en el nuevo gobierno decidan el rumbo que ha de tomar el país, buena parte de los cuadros dirigentes del PRD y de la izquierda institucionalizada se hallan empeñados en reiterar que no hay cambio de régimen político alguno, y que el cambio no vendrá hasta el triunfo del perredismo, por lo que la sociedad no debe hacer otra cosa que esperar para movilizarse en torno del PRD para oponerse al próximo gobierno, con el que los perredistas están ya, por otra parte, negociando, como si los mexicanos pudiesen ignorar que en el 2000 los tres candidatos tenían plataformas electorales similares, carentes de definición y sometidas las tres a los dictados del FMI, y que el PRD fracasó porque no tuvo una propuesta alterna a la del PRI o a la del foxismo.
3. El escenario es, en otras palabras, de una confusión deliberada, y en él se pretende, una vez más, dejar todas las decisiones en las dirigencias de los partidos políticos que pretenden ocupar el espacio que otrora llenara el PRI y que corresponde a la sociedad.
4. Los hechos son innegables y el otrora poderoso partido de Estado ha dejado de existir como tal y ese papel no pueden ni deben llenarlo las dirigencias del PAN y del PRD a espaldas y en contra de la sociedad. Cuando Vicente Fox declaró en Ottawa que el nuevo gobierno requeriría de un PRI fuerte y democrático (22 de agosto) hablaba como político pragmático pero muy lejos de la realidad. El PRI como el proyecto histórico que fue está definitivamente muerto, y cualquier cambio que los priístas le hagan configurará otro partido político. Porque el partido de Estado, financiado desde el poder público, imbricado con todos los aparatos del gobierno, subordinado con disciplina perruna al presidente en turno, y que representaba los intereses de caciques y de todo tipo de mediadores ha dejado de existir.
5. El PRI se autodestruyó en sus propias contradicciones. Lo hirieron las protestas populares, así como la movilización en torno al cardenismo en el 88, le dio un golpe definitivo Carlos Salinas con sus políticas y los crímenes de Estado, lo evidenció en su descomposición moral el levantamiento zapatista en el 94, y el golpe final se lo dio el voto popular en el 2000. Nadie puede creer que el PRI tenga futuro alguno después del enfrentamiento entre los grupos priístas de La Loba y de Antorcha Popular en Chimalhuacán (18 de agosto) o tras su aplastante derrota en Chiapas (20 de agosto), la reserva de votos del priísmo.
6. El priísta militante y de (algunas) convicciones dejó a su vez de existir desde el sexenio de Salinas, en el que las tesis neoliberales sustituyeron en las políticas del gobierno a los principios estatistas y populistas de los documentos fundamentales del partido. Y se le relegó a ser una pieza de museo durante el sexenio de Zedillo, cuando la reforma electoral de 1996 estableció un sistema de macro financiamiento de los partidos, lo que les permitió a éstos contratar a empleados bien pagados que efectuaran las tareas que antaño realizaban los militantes: desde el volanteo y las pintas hasta la participación en actos políticos.
7. La cultura política priísta, que fue marcando durante más de siete décadas a la vida social del país, permeando a amplios sectores de la clase dominante y también de los oprimidos, sigue sin embargo tan viva como siempre y va a perdurar después del priísmo. El compadrazgo, la transa, el cochupo, la mordida y la cargada, el "las horas que usted diga Señor Presidente", el esperarlo todo desde arriba antes que hacerlo a partir de la propia sociedad, todas las prácticas y costumbres políticas que caracterizaron no sólo al PRI, no van a desaparecer de la noche a la mañana.
8. Los beneficiarios del sistema priísta, que por lo general no fueron ni los militantes ni los responsables en el partido, y que van desde tecnócratas hasta empresarios, pasando por todo tipo de artistas, académicos e intelectuales, se están reconvirtiendo al panismo foxista con el mismo pragmatismo que les permitió sobrevivir sexenio tras sexenio en las mejores relaciones con quien detentaba el poder en Los Pinos, "en nombre de la Revolución Mexicana": fuese quien fuese y pensase como pensase. De ahí el espectáculo que están dando haciendo campaña con los allegados a Fox o en las antesalas de los head hunters, en espera de ser incorporados por el presidente electo en alguna de sus comisiones de gobierno, sin darse cuenta que reviven la práctica de los antiguos búfalos del priísmo que iban a todas porque eran "institucionales".
9. A nadie puede extrañarle por consiguiente que entre los integrantes del equipo foxiano estén empezando a aparecer no los mejores hombres y mujeres de México, como él lo ofreció de manera reiterada, sino algunos de los peores. Que a Guillermo Soberón se le haya encargado el programa de salud, que Rafael Rangel Sostmann (rector del Tec de Monterrey) sea el responsable del programa de educación pública, o que abogados salinistas vinculados al narcotráfico y a la represión estudiantil sean los responsables nada menos que del programa de justicia. Y sobre todo que nadie exija desmantelar el poderío económico y financiero del narcosalinismo.
10. El momento actual es en extremo complejo y requiere de una sociedad en movimiento, de una opinión crítica alerta y de un amplio debate sobre el futuro del país, porque de lo contrario, los intereses oligárquicos van a recomponerse de manera muy rápida: y ese es un desafío para todos.