VIERNES 25 DE AGOSTO DE 2000
Ť Horacio Labastida Ť
El 20 de agosto y Pablo Salazar
Una y otra vez lo he repetido en conferencias, mesas redondas y artículos de La Jornada, y consta así en distintos capítulos de mi Semanario Político, hasta ahora de tres volúmenes publicados por la UNAM. El tema es profundo y entrañable porque las reflexiones que provoca ahondan en los graves problemas que ha enfrentado el país para establecerse conforme a los principios de la democracia verdadera. Nuestra más auténtica vocación política, expresada a través de las generaciones que en la historia marcan rutas libertarias, se inclina desde nuestro amanecer patrio en el lado de la autodeterminación personal y de la autodeterminación soberana, como fuente de una convivencia democrática al interior de la nación y en el concierto mundial, según consta en todos y cada uno de los momentos estelares de la vida independiente. Lo afirmaron de este modo los insurgentes que batallaron contra la imperialidad española en el septenio que separa la revolución del Ayuntamiento (1808) de la afrentosa muerte que impusieron, a Morelos, el clero y los tribunales virreinales (1815); y las mismas banderas fueron izadas cuando los revolucionarios de Ayutla pusieron punto final a la última dictadura de Santa Anna (1855), abriendo las puertas a la brillante generación de la Reforma, que en defensa de los derechos libertarios del hombre y de la patria vencieron a la reacción conservadora, a los invasores galos y al falsificado Segundo Imperio; y 43 años después el maderismo puso en jaque a Porfirio Díaz, y los zapatistas del sur, junto con las huestes de Carranza, echaron abajo el Estado criminal que estructuró Victoriano Huerta en el bienio 1913-14. Los revolucionarios sancionarían después, en Querétaro, la organización política que intentó recoger las demandas de Morelos al constituyente de 1813, e institucionalizaron un sistema excluyente de la opresión porfirista y auspiciador de la equidad material y cultural con base en una distribución de la propiedad entre la nación y las clases campesinas, obreras y empresariales.
ƑPor qué a pesar del maravilloso escenario liberador de la historia, padecemos miseria, ignorancia y una abominable mentira democrática en las relaciones de la autoridad con el ciudadano? Nótese que el Estado mexicano, perfilado por los grandes movimientos que lograron la promulgación de las leyes constitucionales, ofrecieron el proyecto de un Estado democrático que casi no se ha reflejado en la realidad, porque tal proyecto fue y ha sido negado hasta el presente por un contubernio entre el gobierno nacido de esas leyes constitucionales y los intereses económicos dominantes. En el pasado, Su Alteza Serenísima dinamitó la propuesta democrática de San Pedro y San Pablo (1824) en el momento en que anuló el gobierno ilustrado de 1833 e inició la subasta del poder político-militar entre los distintos sectores del poder económico, aunque la poca vergüenza que tenían algunos de sus consejeros lo inclinaron a simular sus operaciones convenencieras y tiránicas en los estatutos centralistas que concluyeron en 1847. Y el ejemplo de Santa Anna, en diferentes circunstancias resultó bien replicado por el porfiriato y las administraciones posrevolucionarias, con la excepción de la que presidiera Lázaro Cárdenas: purgó el maximato callista (1936), hizo que los millonarios regiomontanos suspendieran su amenazante paro patronal (1936) y expropió el petróleo (1938). Es decir, Cárdenas desconoció el compromiso del gobierno con las elites para reactivar su compromiso con el pueblo, y esto es lo que la democracia significa en México.
Ahora bien, el acto electoral del pasado 20 de agosto es excepcional en la historia comicial, porque la victoria del candidato Pablo Salazar Mendiguchía fue limpia, inobjetable y digna, en la medida en que la democracia electoral triunfó sobre los no pocos obstáculos, algunos insuperables, del imposicionismo oficial, acontecimiento inusitado que carga en el gobernador electo la tremenda responsabilidad de desvincularse del tradicional poder económico que en la provincia lascasiana ha modelado en su beneficio las operaciones gubernamentales. Cárdenas lo hizo en los años 30, Ƒlo hará Salazar en este orto del 2000 chiapaneco?