JUEVES 24 DE AGOSTO DE 2000
* Sami David *
Las elecciones en Chiapas
Acompañar la transición democrática respetando la legalidad fue una tarea que me propuse desde mis inicios como político y funcionario público. Desde hace 30 años, he propiciado este quehacer, porque creo en la gobernabilidad, en un nuevo orden de convivencia social. Con respeto a las diferencias, pero fortaleciendo las semejanzas.
El pasado domingo, en Chiapas se hizo presente la voluntad y vocación democrática ciudadana, pese a los ventarrones de intolerancia que amenazaban al proceso electoral. La ciudadanía ejerció sus derechos de manera libre y responsable. Dimos una lección de civilidad al mundo. Y, por ende, me siento muy orgulloso. Nadie puede quebrantar la voluntad popular. La gobernabilidad, la estabilidad social son lo importante para todos.
Es significativo lo ocurrido el 20 de agosto. Los chiapanecos anhelamos la paz, buscamos las directrices que las leyes indican. La violencia, los palos y las piedras que buscaron derribar las libertades ciudadanas quedaron atrás. Los resultados de la elección arrojan cifras que es imposible soslayar: el PRI cuenta con la preferencia de un amplio sector de la sociedad chiapaneca, aunque por esas paradojas democráticas, sigue siendo la primera fuerza electoral en Chiapas, aunque no haya conseguido la titularidad del Ejecutivo estatal.
La vida política no es sumisión ni entreguismo. La vida política es la expresión de firmes convicciones. La civilidad demostrada por los chiapanecos deberá ser la simiente que sirva para construir la paz. La sociedad demostró ser más fuerte que los presagios de violencia. El anhelo de concordia se impuso a los irresponsables llamados a la discordia. Pese a linchamientos y deslealtades, pese a intrigas y complicidades, casi la mitad de los electores optó por nuestro proyecto político. Hagamos del respaldo popular nuestra fortaleza y construyamos una organización que cumpla con las expectativas de la sociedad chiapaneca, y que encabece las aspiraciones de nuestra gente. Obligado referente en el quehacer político, la sociedad chiapaneca establecerá, sin duda, importantes equilibrios en el futuro inmediato de la entidad.
La lucha no ha terminado. Seguiré fiel a mis convicciones y seguiré comprometido con mi gente, con mi partido y con mi estado. Lo que sigue es sumarnos al trabajo en sociedad y hacer realidad las esperanzas y anhelos de los chiapanecos; con la disciplina y el trabajo tenemos que imprimirle una nueva dinámica a la vida cotidiana. No más encono, entonces. Chiapas tiene riqueza espiritual, la zona es rica en ganadería, en agricultura, en pesca, en horticultura. Pero la mejor riqueza es la voluntad de su gente para salir adelante.
Quienes somos militantes convencidos tenemos sensibilidad social. No somos "el enemigo" al que hay que hostilizar. Como chiapanecos tenemos heredado un conocimiento milenario. Y tenemos un futuro promisorio. En nombre de ese pasado y de la ejemplar jornada electoral que vivimos, agradezco el apoyo de quienes sufragaron por mi proyecto gubernamental y saludo el compromiso de los chiapanecos. Para honrar a la voluntad y a la herencia democrática, me sumo a la expresión ciudadana. Y reconozco a Pablo Salazar Mendiguchía, candidato electo por el sufragio, para conducir el destino de Chiapas. También lo felicito.