MIERCOLES 23 DE AGOSTO DE 2000
Ť Carlos Martínez García Ť
La amargura de Dulce
Contra la avalancha de evidencias, ajenas y propias, Dulce María Sauri Riancho se mantuvo en su necedad y afirmaba en todos los medios que pudo lo que nadie le creía. Pensando, tal vez, que su partido podría hacer una vez más en Chiapas lo que siempre hizo en las urnas, rellenarlas a su favor impunemente, sostenía que las tendencias le favorecían a Sami David. Una sociedad vigilante impidió que los priístas tuvieran, después del cierre de casillas, las horas de que antes disponían para torcer la voluntad ciudadana depositada en las urnas. Lo intentaron, pero la otrora reserva de votos chiapaneca casi agotó su cantera. De ahí la amargura de Dulce y todo su séquito.
Quienes estuvimos cerca de los operadores políticos y electorales de Pablo Salazar Mendiguchía, supimos a partir de las dos de la tarde que la votación le era favorable al candidato de la Alianza por Chiapas. Esto fue posible por la eficiente labor de encuestadores de salida de casilla y el pronto reporte a los centros de acopio informático. Las gráficas de tijera horizontal que se iban confeccionando con los datos, mostraban claramente que la línea ascendente de Pablo no se bajaría, ni la descendente de Sami David se cerraría hacia arriba para alcanzar al representante aliancista. A través de sus propios diseñadores de exit polls, Dulce María y los priístas que la acompañaron en la intentona de revertir la votación desfavorable, tenían información similar a la que circulaba entre los estrategas opositores. Sabiendo esto, de todos modos la presidenta nacional del PRI se sintió con la fuerza de negar la información que dieron las televisoras, pocos minutos después de las seis de la tarde, en el sentido de que el ganador era Pablo Salazar. Pero una cosa es sentirse con fuerza y otra tenerla para modificar la realidad.
La actitud de Sauri Riancho, la de Sami David y, por poner un ejemplo, la de Máximo Carvajal (ex director de la Facultad de Derecho de la UNAM, quien con el rostro descompuesto afirmaba que el candidato del PRI estaba ganando), fue congruente con la campaña negadora de la realidad que instrumentó el Revolucionario Institucional. Campaña y conducta de los dirigentes la noche del domingo tuvieron el mismo común denominador: creer que el entorno político y social se amoldaría a su gusto nada más porque ellos lo decían, pensaban que sus desgastadas palabras tendrían el poder para cambiar el horizonte que les era adverso. Todavía el lunes, Sami David se consolaba declarando que de no haberse concretado la Alianza por Chiapas, él habría ganado las elecciones. Pues sí, pero la historia en if no existe.
La estigmatización que hicieron de Pablo Salazar y las fuerzas que lo apoyaron fue constante, histérica y sostenida con cuantiosos recursos cuyo origen tiene derecho a conocer la ciudadanía. Primero apostaron a que en Chiapas no se daría una alianza de los principales fuerzas políticas, PAN y PRD. Para su infortunio se dio y de manera más amplia, ya que incluyó a ocho partidos y muchas organizaciones sociales. Los priístas desataron una campaña linchadora, en los medios locales electrónicos y escritos, contra Salazar Mendiguchía, que éste casi no tuvo oportunidad de enfrentar en esos mismos medios porque están cooptados por el gobierno estatal. Por cierto, Ƒcuántos diarios chiapanecos van a desaparecer, simplemente porque su existencia se la deben a los subsidios gubernamentales?
Sabiendo que las encuestas apuntaban a un triunfo de su adversario, el PRI de Chiapas decidió emular a los fundamentalistas católicos y presentó a Pablo Salazar como parte de una conspiración protestante contra la identidad nacional. Con el logo priísta estuvo circulando un panfleto lleno de invectivas contra Salazar Mendiguchía; en el mismo se afirmaba que de ganar el candidato de la Alianza, el rumbo religioso de Chiapas se iba a transformar radicalmente; para evitarlo ''los católicos debemos unirnos y defender nuestra fe''.
Como si estuvieran en peligro las conciencias de los chiapanecos (as) por el arribo de Salazar a la gubernatura, el desplegado llamaba ''a no votar por Pablo Salazar porque los gobernadores de Chiapas deben de continuar siendo católicos''. En San Cristóbal de las Casas circuló profusamente una hoja saturada de estupideces. El anónimo, de evidente procedencia priísta, lanzaba un desesperado grito para sufragar contra ''el Pablo''. Votar por él significaría que ''la virgen de Guadalupe ya no va a tener su fiesta el 12 de diciembre... el Partido de la Revolución Democrática tiene como candidato a un evangelista (sic, el término correcto es evangélico) que odia a los santos de las iglesias católicas... no cometas el error de votar por el PRD o por el PAN... defiende a tu familia, defiende a los santos, defiende a la virgen de Guadalupe''. Hasta el exorcismo les falló.
Por si la enseñanza del 2 de julio les fue poco clara, el domingo pasado los priístas recibieron una nueva clase de los efectos que la democracia electoral tiene en los partidos cerrados y autoritarios. La amargura de Dulce es dulzura para el nuevo horizonte de Chiapas.