MIERCOLES 23 DE AGOSTO DE 2000
Ť Luis Linares Zapata Ť
Modernidad y ataduras
En medio de su mayor éxito electoral, que mucho tiene de ajeno y circunstancial, el PAN es alcanzado por varios de los fantasmas que alimentó en su pasado y que no ha podido desterrar o transformar en el continuo proceso de actualización a que está sometido cualquier agrupamiento político. El debate sobre la despenalización del aborto ha despertado en la ciudadanía una muy sentida preocupación por el tema mismo, pero también por los subsecuentes matices, contenidos y dirección que el presidente electo le imprimirá a su gobierno.
El debate sobre el aborto viene envuelto con el de los derechos individuales, de género, de intimidad, de soberanía sobre el cuerpo y el destino personal o sobre los alcances y deberes del Estado laico. Viene atado hasta con las capacidades de las distintas administraciones para formular y fondear programas masivos de adopción, de construcción de penales o de atención psicológica a víctimas por violación o de clínicas especializadas para la atención de malformaciones y otros sentidos asuntos de salud pública. Y estas preocupaciones, no bien definidas aun y menos practicadas con respeto y cabalidad, han, sin embargo, tomado al PAN por sorpresa. Hoy, este instituto aparece presionado por aquellos grupos e individuos que, ya sea como aliados laterales o circunstanciales, lo empujan hacia la adopción de posturas y decisiones de gobierno con altos contenidos morales, que se apoyan en creencias religiosas por demás discutibles o se definen por éticas particulares, irreductibles y autoritarias. El resultado del infausto albazo de sus diputados guanajuatenses ha sido funesto para la modulación de su imagen pública como un partido que acaba de ganar las elecciones y hacerse de una gran cuota del poder nacional. La reacción de aquel segmento de la sociedad, divergente de tales arranques fundamentalistas y que agrupa a la mayoría de la población, los ha rebasado no sólo en los números sino en la reciedumbre y alcance de sus argumentos. Ello ha puesto a los panistas ante disyuntivas difíciles y a la defensiva. El PAN aparece entonces como un agrupamiento que no entiende los tiempos y problemas de una sociedad compleja, injusta, presionada por las angustias contemporáneas y los candados que condicionan el desarrollo armónico y que se pretende sea generalizado para todos los ciudadanos.
El mismo presidente electo ha quedado sitiado por el debate en curso. Preso de sus anteriores posturas como gobernador o reciente candidato, Fox no ha tomado la distancia que lo ponga a salvo de las suspicacias y temores que ya de por sí había despertado en una gran porción del electorado, sin duda parte sustantiva de aquella que lo hizo triunfar y que no comparte los argumentos de corte moral o religioso sobre los que son de naturaleza política o social. Personas que buscan y requieren hechos y razones para fundamentar las leyes del Estado y que excluyen las mezclas y condicionamientos de la moral individual y más aún los de índole religiosa. El argumentar el sostenimiento del derecho a la vida no es suficiente y menos conclusivo para determinar que el aborto es un crimen, punible en cualquier circunstancia. Todo individuo en uso de sus facultades está de acuerdo y apoya tal derecho, extraño sería encontrar alguien, que no sea suicida, que se pronuncie por la muerte. Pero de ahí a precisar que la vida humana empieza, con todos sus derechos, desde el momento mismo de la concepción, es un paso que ningún científico puede justificar. Sería como condenar al mundo de la ciencia y la medicina a no experimentar con el cigoto, el huevo fecundado de humanos, para continuar el estudio y posibilidades de las células madre que, necesariamente, al ser extraídas para el posterior desarrollo de órganos, tejidos, huesos o músculos clones, desarticulan o destruyen ese embrión.
Las encuestas recientes alrededor de la despenalización del aborto son reveladoras de una ciudadanía que ha entrado, no sin dificultades y retrasos, a la indetenible globalidad. Grupos que no aceptan éticas deterministas, ni obligaciones insoslayables, menos aún privaciones de libertad compulsivas ni exorcismos continuos por pecados que no sienten ni, en efecto, han cometido. Nuevas referencias entran en escena: condiciones de trabajo de la pareja, las gravosas limitaciones de los ingresos personales y de los hogares, las aspiraciones de vida individual acorde con las condicionantes de un mundo competido, los deseos de goces sexuales no atados a la reproducción. Realidades que se muestran, en conjunto, como formidables argumentos que abogan por libertades, por menores temores y trabas al desenvolvimiento ciudadano y que se transforman en motivaciones incapaces de ser contenidas por mandatos provenientes de lo alto o salido de las resoluciones de jerarquías eclesiásticas. El PAN tendrá que clarificar, a la mayor velocidad posible, sus posturas y observar de cerca el desarrollo de una sociedad que, de manera creciente, habrá de gobernar. Tendrá que acompasar con ella sus acciones y no pretender estacionarla dentro de sus propias limitantes, aunque algunos las presenten revestidas de moralidad acendrada y principios inmutables en lugar de presentarse como hombres y mujeres de Estado, atentos a los hechos políticos, sociales y económicos de su electorado.