MARTES 22 DE AGOSTO DE 2000

* Buzos noruegos lograron en un día lo que los rusos no pudieron en una semana


Murieron los 118 tripulantes del submarino nuclear Kursk

* Moscú anuncia que en tres semanas tendrá listo un proyecto para levantarlo del fondo del mar

Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 21 de agosto * Murieron los 118 tripulantes del submarino nuclear ruso Kursk, atrapados en el fondo del Mar de Barents desde el pasado día 12, se confirmó este lunes de manera oficial.

La noticia conmocionó al país entero y, por ahora, quedan muchas preguntas sin respuesta en torno a la tragedia. Lo que está fuera de toda duda es que, si bien la mayoría de la tripulación murió minutos después de que la nave se fue a pique debido a las dos explosiones sucesivas, hubo sobrevivientes en los compartimentos de popa del sumergible.

Antes de que el submarino se inundara por completo, durante varios días los marinos que pudieron haber sido salvados, en un número que ya nunca se sabrá, golpeaban desesperadamente el casco de la nave, comunicando ųa falta de otros medios y de acuerdo con un sistema especial de clavesų que el agua empezaba a entrar en los compartimentos de popa y se acababa el oxígeno.

Las señales de auxilio se dejaron de escuchar el lunes 14 de agosto, pero el límite de sobrevivencia posible se extinguió hasta el sábado pasado, poco antes de que los socorristas extranjeros llegaran a la zona de desastre, tras una tardía aceptación de su reiterado ofrecimiento de ayuda, que no se solicitó a iniciativa rusa.

Desde el primer momento, el alto mando de la Armada sabía que no contaba con buzos capaces de trabajar a los 107 metros de profundidad en que quedó varado el Kursk. El uso de batiscafos, que jamás pudieron acoplarse a la escotilla deformada del submarino, se consideró inadecuado sólo después de cuatro días de intentos fallidos.

Mucho antes de dejar que la situación alcanzara un punto crítico, y acaso irreversible, se hizo claro que la única posibilidad de salvar a los sobrevivientes era pedir la asistencia de otros países que sí disponen de personal, las escafandras y los equipos necesarios para sumergirse a esa profundidad.

Los buzos noruegos se tardaron un día en lograr lo que los batiscafos rusos no pudieron hacer en una semana: abrir la escotilla exterior del Kursk, pero cuando entraron este lunes a la cámara intermedia de descompresión sólo encontraron agua.

Al levantar la escotilla interior ya era inútil continuar la operación de rescate: todo el noveno compartimento, ubicado en la zona más retirada de popa, donde se refugiaron los últimos marinos en morir, estaba inundado a tal punto que las cámaras de video apenas pudieron distinguir la silueta de un cuerpo, en medio del agua arenosa.

En esas condiciones, el minisumergible británico LR-5 nunca llegó a utilizarse y ya emprendió el viaje de regreso a su base. El gobierno de Rusia dio por concluida la operación de rescate y, en el colmo del secretismo, ofreció a los noruegos alquilar sus equipos para que buzos rusos intenten sacar los cuerpos sin vida de la tripulación.

Todavía no se sabe en qué concluyó la respectiva negociación, aunque es de suponer que los noruegos no aceptarán semejante planteamiento. Por otro lado, sean noruegos o rusos los buzos, es igual de difícil y arriesgado penetrar con escafandras tan voluminosas al interior de la nave.

El gobierno ruso anunció que dentro de dos o tres semanas tendrá listo el proyecto para levantar el Kursk del fondo marino. "Será, sin duda, un proyecto internacional, con el concurso de muchos países, pues ninguno podría por sí solo", dijo el viceprimer ministro Ilia Klebanov.

Según los expertos, la operación no podría realizarse antes del verano del año próximo. Intentarlo antes, dadas las condiciones meteorológicas previsibles en el Mar de Barents a partir de octubre, sería exponerse al peligro de que el Kursk se parta en dos, provocando una catástrofe ecológica, ya que sus reactores nucleares están desactivados pero no se han enfriado lo suficiente.

La confirmación de la muerte de todos los tripulantes del Kursk fue quizá la primera verdad de una larga serie de mentiras por parte de los distintos voceros de la Armada rusa.

"El domingo 13 de agosto se perdió comunicación por espacio de dos horas con un submarino ruso que participa en un ejercicio naval en el Mar de Barents. Se logró restablecer la comunicación y, en este momento, la Armada no tiene elementos para hablar de un accidente grave. Se trata de una falla técnica que está siendo arreglada. La situación está bajo pleno control".

Con estas palabras, Igor Dygalo, el vocero oficial de la Armada rusa, comentó el lunes 13 de agosto un cable de la agencia noticiosa Interfax, que poco antes había lanzado la primicia del accidente de un submarino, sin precisar qué había ocurrido ni cuándo.

A partir de esa declaración inicial, comenzó lo que ahora se sabe una sucesión de verdades a medias y mentiras, que acabó sólo con la constatación de la tragedia. Poco a poco se fueron desechando por insostenibles las distintas versiones oficiales sobre la fecha, la gravedad de lo ocurrido, el último día en que se escucharon golpes en el caso del submarino, la ineficiencia de los equipos de rescate rusos y un largo etcétera.

Hasta ahora, más allá de que hubo dos explosiones sucesivas que hundieron el submarino, no se conoce qué es lo que en realidad ocurrió y las hipótesis oficiales denotan sólo el afán de atribuir la causa a "factores externos".

Podría pensarse que, para el Kremlin y la casta militar, la vida de 118 personas valió menos que admitir que se hicieron añicos sus sueños de ostentarse como potencia naval, comentan aquí analistas.

Confirmada la tragedia, el presidente Vladimir Putin fue incapaz de dirigir este lunes un mensaje a la nación. Durante horas, los rusos esperaron en vano. Correspondió al ministro de Defensa, mariscal Igor Sergueiev, confirmar oficialmente la muerte de todos los tripulantes y presentar las condolencias del Kremlin a los familiares.

Antes, Sergueiev adelantó una nueva hipótesis sobre la causa del hundimiento de la nave. Dijo que el Kursk habría chocado con "un objeto de dimensiones comparables", que misteriosamente desapareció de la zona de desastre. De modo paralelo, fuentes militares filtraron a una agencia noticiosa rusa el supuesto hallazgo de restos de la rampa de protección de un submarino, "posiblemente británico", a 330 metros del lugar donde está varado el Kursk.

El gobierno de Rusia parece tan convencido de dicha hipótesis que, mientras se esclarece definitivamente la causa que hundió el submarino más moderno de su flota, ordenó suspender la navegación de todos los sumergibles nucleares de la clase Antei, la misma del Kursk.

Disciplinado y en edad de jubilación, Sergueiev asumió personalmente la responsabilidad de haber recomendado a Putin, que estaba de vacaciones en la playa y supo del accidente desde las siete de la mañana del domingo 13 de agosto, no viajar a la zona de la tragedia.

Ello, de ser cierto, no exime al mandatario ruso de la actitud tan insensible como inexplicable, que marcó su comportamiento en los últimos nueve días. La táctica del avestruz sólo aumenta la indignación entre los rusos, que atribuyen la muerte de los marinos a la arrogancia de Putin.

Y la gente, realmente conmovida por lo ocurrido, quiere respuesta a la pregunta que formuló, con letras enormes en su portada del domingo pasado, el periódico Moskovski Komsomoliets: "ƑQuién responde por la tragedia?"