MARTES 22 DE AGOSTO DE 2000

 


* Javier Wimer *

Aborto y política

Con el voto de dos tránsfugas y en el mejor estilo de los albazos legislativos, la mayoría panista en el Congreso de Guanajuato penalizó el aborto relacionado con la violación. Así, se convirtió en el único estado del país que ha tenido tan funesta ocurrencia, aunque no el único, por desgracia, donde ocurren excesos patrocinados por este tipo de panismo cavernario.

El escándalo se ha atenuado porque el gobernador de Guanajuato se negó a publicar la ley y el mismo Congreso que la había aprobado decidió revisarla. Parece probable que la dirección nacional del PAN haya tomado cartas en el asunto para reducir la dimensión del problema.

La ley podría pasar por una simple alcaldada parlamentaria, apropiada para El pequeño mundo de don Camilo, si no fuera porque se trata de un tema de dimensión nacional y de un momento particularmente inapropiado para plantearlo. Pero sea gesto de fanfarronería abajeña o de provocación intencional, el caso generó crisis por todos lados: una en el PAN, otra en el entorno de Fox y otras más en una sociedad adormecida en el discurso de la conciliación y de la concordia nacional.

Hubo variedad de reacciones. Los fundamentalistas se regocijaron, la jerarquía católica aumentó el nivel de sus pretensiones y hasta un obispo mundano llegó al extremo de proponer la pena de muerte para los violadores. Como si se tratara de cambiar cartas en un juego macabro de abortos y ejecuciones.

Se puede decir que la sociedad en su conjunto protestó con firmeza y reclamó el secuestro de su voto. No ha elegido a Fox para dirigir una nueva cruzada o una nueva cristiada, para liquidar la obra de herejes y de liberales. Lo ha elegido para respirar mejor, para cambiar un régimen o un sistema por otro, para cambiar el autoritarismo por una democracia imaginaria y la corrupción por el ejercicio de una pureza inmaculada.

Sabemos que los mecanismos de la realidad no son tan simples, que, como dicen los franceses, a la larga se impone la fuerza de las cosas, que en el escenario de los grandes proyectos siempre pululan los oportunistas y los tartufos. Pero así y todo, hay periodos en que conviene creer que las promesas y las expectativas habrán de cumplirse en el futuro.

El PAN es un partido desarticulado por su triunfo, un partido que agudiza su debate entre las sombras de un pasado doctrinario y las luces ambiguas de un poder inminente. Fundado por Manuel Gómez Morín y por un grupo de antiguos miembros de la Unión de Estudiantes Católicos como reacción frente al proyecto de Lázaro Cárdenas, calificado por Luis Cabrera como un ensayo comunista en México, tiene profundas raíces católicas y conservadoras pero también una definida vocación libertaria y democrática, un planteamiento específico para que el Estado no interfiera en las convicciones religiosas.

En la imagen pública del PAN se superponen tres arquetipos históricos. El correspondiente a las huestes de pulcros e ilustres abogados que fundaron el partido, el de nuevas generaciones de empresarios y altos ejecutivos que crearon núcleos semiautónomos de poder regional, y el de los cuadros medios y militantes de base eternamente unidos por un catolicismo anacrónico y rural. Estos arquetipos, estos estratos, estas fuerzas políticas, coexisten en el partido y determinan su rumbo y su apariencia.

Si a estos elementos en tensión se suman las ambiciones, los equívocos y los trastabilleos que suscita el estreno del poder presidencial, resulta fácil tender e imaginar los problemas que tiene la directiva panista para mantener la coherencia y la disciplina interna de su partido. Cada vez resulta más evidente que el aparato central del PAN tiene un débil control sobre las opiniones y acciones de sus militantes, aunque tenga que pagar un alto precio por ellas. El PAN intervino para controlar los estropicios de la ley antiaborto, pero tendrá que empeñarse a fondo para evitar o remediar incidentes semejantes que empeñan su imagen de partido moderno.

A Fox, presidente electo, la polémica sobre el aborto podría haberle parecido un tema menor, envuelto, como se encuentra, en la dinámica de su temperamento y en el peso de su investidura. Sin embargo, el tema no carece de importancia porque constituye una marca, una advertencia sobre los límites de su relación con una sociedad que le exige constantemente definiciones que comprometen su futuro y acciones que aún no puede llevar a cabo.

La campaña presidencial de Fox y su campaña como presidente electo son las más largas de nuestra historia. Dispone de un enorme capital político, pero también de numerosas ocasiones para gastarlo. En cualquier forma, la gente se pregunta si se entendió el sentido de su voto y si los panistas, responsables de este tipo de leyes, son fanáticos profesionales o simples aficionados a la meteorología que quieren saber de qué lado sopla el viento.