MARTES 22 DE AGOSTO DE 2000
* Astillero *
* Julio Hernández López *

Pablo Salazar es otro de los priístas a los que la intolerancia y la frivolidad políticas del zedillismo echaron fuera del PRI. El principal pecado de Pablo, a los ojos del Presidente de la República, fue defender, entre otras cosas, el texto de los acuerdos de San Andrés y exigir su cumplimiento pleno. Ello lo llevó al choque político con los funcionarios rectores de la política oficial años atrás: Emilio Chuayffet, el secretario de Gobernación que adjudicaba al exceso de bebidas espirituosas (los famosos chinchones) el haber dado por aprobados acuerdos que más adelante diría que ni siquiera había leído, y Ernesto Zedillo, el presidente que en alguna ocasión llamó ante su presencia a Salazar para hacerle saber de viva voz el enojo que le producía la idea de que con los citados acuerdos pudiera desgajarse la nación.

Los priístas incómodos

Pablo Salazar fue un priísta que hubiera querido seguir siendo priísta, pero que los mandos reales de su partido echaron fuera. Como sucedió con Ricardo Monreal, echado de la política tricolor por no aceptar una decisión cupular errónea. Como Raúl César Ojeda Zubieta, actual candidato a gobernador de Tabasco, al que el mando del equipo de Francisco Labastida, y en especial Esteban Moctezuma, le dijeron que no podían oponerse a las decisiones de Roberto Madrazo en aquella entidad porque en los acuerdos políticos nacionales había necesidad de cederle espacios al hombre de la Quinta Grijalva. Como llegará el momento de Baja California, donde Jaime Martínez Veloz habrá de buscar la elección democrática de candidato priísta a gobernador y se topará con las pretensiones de favorecer los intereses de los Hank y de los políticos de la vieja escuela priísta.

Pablo Salazar ha triunfado, y con él la reivindicación de las posturas que al interior del propio PRI disintieron con energía de las pretensiones zedillistas de convertir el asunto Chiapas en un tema regional, menor, disimulable, y los acuerdos de San Andrés en un incidente anecdótico, en una promesa más incumplida, en una frase de oportunidad, en un traspié oloroso a chinchón.

Con el triunfo de Salazar se abre la oportunidad de transitar con sensatez por el camino de la pacificación digna de Chiapas. Pablo, y muchos de quienes le han apoyado en esta campaña, son parte de una visión distinta, desde dentro del propio sistema, de lo que se debió hacer en el sureste.

Noches de chinchón

Pero no debe suponerse que de manera automática se abrirán los senderos de la reconciliación en aquellas tierras. Profunda ha sido la tarea de zapa y de envenenamiento que ha realizado Roberto Albores Guillén. Entre otras cosas, tal gobernador ha prostituido una parte importante de la vida pública chiapaneca, entre otras con el regadío enloquecido de predios periodísticos con dinero del gobierno. Las noches de Albores solían ser ejemplo de las desmesuras a las que puede llevar el ejercicio descontrolado del poder (noches no de chinchón, pero sí de productos similares). Más de una de las desgracias chiapanecas se produjeron en momentos cercanos a las estampas clásicas del cesarismo.

Toda esa descomposición política, todo el desorden social, toda la perversión del ejercicio público podrán ir siendo restaurados si concurren las voluntades de los principales actores políticos nacionales y locales. Desde luego, no será en los 15 minutos que la irreflexión foxista llegó a establecer como lapso en el cual podría solucionarse un problema de siglos. Tampoco con el solo relevo de Albores. Ni con la simple llegada de Salazar. Ni con un comunicado más del subcomandante Marcos. Es posible que, luego de tantos vaivenes de frivolidad, de intolerancia, de cerrazón, de oportunismo, de desideologización, haya llegado el momento de comenzar a abrirle camino al ejercicio verdadero de la política. Esperemos que el triunfo de Salazar sea una rendija suficientemente amplia por la cual pueda colarse una sensata esperanza de paz para Chiapas.

Entre botas (y votos) te veas

El equipo de Vicente Fox consideró importante que la primera gira del presidente electo de México fuera hacia Sudamérica, para de esa manera hacer sentir un aprecio especial hacia aquella región y no necesariamente hacia el norte, como suponen los analistas políticos y económicos del sur, el centro y el norte de América. Ahora ha llegado el momento de ir a Canadá y a Estados Unidos. Más allá de los detalles de agenda referidos a cuál país se visita primero y cuál en segundo lugar, es natural que esta gira esté cargada de intereses esenciales. Algunos de ellos rebasan la voluntad del propio presidente electo, pues forman parte del contexto de la realidad geopolítica. Pero también ha sido obvia la admiración de Fox y su equipo por el modelo estadunidense. Prueba de ello han dado las copias lamentables que se han pretendido hacer de los esquemas administrativos del vecino país, como la FBI y los tales "zares".

Entre otras cosas, ha despertado curiosidad saber la manera como el presidente electo de México habrá de conducirse ante los dos candidatos a presidir la nación más poderosa de la tierra. Con ambos se reunirá en el curso de este viaje: con George W. Bush, actual gobernador de Texas, y con Al Gore, el vicepresidente de Estados Unidos. Tradicionalmente han sido los demócratas, como es Gore, quienes han establecido políticas menos lesivas para los mexicanos. Sin embargo, Bush mantiene una activa estrategia de acercamiento con los sectores hispanos, lo que ha hecho sentir que en esta ocasión la candidatura republicana podría ser mas atractiva para los intereses mexicanos encabezados por el panista Fox. No debe olvidarse que la esposa de Bush, Columba, es nativa de Guanajuato, y que el gobernador texano acostumbra también las botas.

Antorchos y lobas

No hay a cuál irle. Unos y otros forman parte de los peores vicios políticos del México que algunos optimistas creen que ya se ha ido tan sólo porque el PAN ganó la Presidencia de la República. El caciquismo y la manipulación clientelar son fenómenos que persisten y que aún tardaran largo tiempo en ser verdaderamente erradicados. La Loba ha sido un producto de las complicidades entre los gobiernos priístas y las organizaciones de masas que han aportado votos y contingentes a los intereses del tricolor. Los antorchos han sido una creación de Raúl Salinas de Gortari que han establecido dictaduras de terror entre segmentos empobrecidos rurales y semiurbanos. Lobas y antorchos no son sino una muestra de la fase terminal del priísmo: el enfrentamiento entre sus propias creaturas por el poder perdido o el poder no regulado conforme a viejas reglas.

Astillas: Triste final para el negocio ese llamado Renave. A pesar de los esfuerzos de verborrea hechos por concesionarios y funcionarios involucrados en el mencionado trafique, ayer se dio a conocer que los autos usados sólo pagarán la mitad de la cuota establecida, y que el plazo de registro se ha extendido hasta el primero de julio del año venidero. Tales noticias son en realidad una manera disimulada de escribir el epitafio de una de de las controvertidas decisiones que antes podía imponer el gobierno federal pero que ahora fueron echadas abajo con estrépito por la inconformidad de la gente. Por cierto, le toco a Mister Herminio White hacer tal anuncio durante una ceremonia en la que el gobierno federal inscribió algunos de sus vehículos al tal Renave... No es posible evitar la pregunta y la especulación: ¿qué harán Roberto Madrazo y los gobernadores del nuevo cártel del sureste? ¿Se declararán en rebeldía y se lanzarán a la montaña? ¿Seguirá diciendo Madrazo que la recuperación de la Presidencia de la República, en el 2006, se está tejiendo desde el sureste?... Han salido los Hugos: Sánchez, del Pumas, y Hernández, del Guadalajara... El grupo de senadores llamado Galileo (al que pertenece o perteneció Pablo Salazar) llama a impedir que los gobernadores priístas se conviertan en los verdaderos rectores de las actividades del tricolor en los estados. Ciertamente han quedado tales mandatarios como únicos miembros de los fideicomisos de liquidación de lo que alguna vez fue el partido-aplanadora. Teniendo dinero público a su disposición y ciertos mecanismos de control político todavía vigorosos, los gobernadores están trabajando con la vista puesta en la salvación de sus intereses regionales o grupales... ¡Demasiado tarde! Apenas ayer fue repatriada una pieza molar de mamut que había sido sacada del país por un extranjero. Gracias a la Interpol-México se tiene de vuelta en casa tal pieza prehistórica. Lo malo, para las nostalgias priístas, es que, después del 2 de julio, por más esfuerzos que se hagan ya el parque jurásico no podrá ser reconstruido... La caída del sistema priísta mexicano puede ser vista desde ópticas distantes en el tiempo y en la geografía. La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa, y El Emperador, de Ryszard Kapuscinski, ayudan a entender los excesos del poder y su desmoronamiento.

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