LUNES 21 DE AGOSTO DE 2000

TUMBANDO CAÑA

ƑQuién sabe de jazz latino?

Ernesto Márquez * Una de las grandes virtudes del son cubano es su permeabilidad. Por él pueden pasar diversos tipos de música popular y aun así permanece definido, firme, aupando un abierto proceso de enriquecimiento. Esa virtud la captaron rápidamente los jóvenes músicos neoyorquinos, en especial los dedicados al jazz, cuando por los treinta ese género (el son) se hizo presente en las primeras agrupaciones que llegaron a la gran manzana procedentes de Cuba, a fin de probar fortuna.

Muy populares empezaron a ser entonces los jamsessions entre los músicos caribeños y neoyorquinos, al grado tal que para la década siguiente ya se había creado el primer gran híbrido que marcaría la diferencia entre la vieja música del caribe y las nuevas expresiones del jazz: el cubop.

El gran catalizador de esta nueva expresión fue, sin duda, el tamborero Luciano Chano Pozo y Fernández, quien junto con el trompetista Dizzy Gillespie colocó las primeras piedras de ese gran edificio, contribuyendo además en su desarrollo, con piezas tales como Cubana be, cubana bop, Afrocuban suite y Manteca, que son ahora temas de culto en la musifilia afrocaribeña y motivo de estudio por todo aquel que incursiona en los caminos de la música sincopada.

La fusión de la música caribeña con el jazz alcanzó su primera cúspide entre finales de los cuarenta y mediados de los cincuenta. A partir de la mancuerna Pozo-Gillespie, los apellidos hispanos se empezaron a ver entremezclados con aquellos inequívocamente de origen anglosajón.

Así, entre unos y otros dieron forma, quizá de forma inconsciente, a todo un sistema de interpretación conocida ahora como jazz latino, una corriente musical que rebasa todo tipo de hermetismo, revela lo sabroso de las mixturas y refleja, como si de un espejo se tratara, lo que une en lugar de lo que separa.

No me gustaría reflexionar acerca del jazz latino a partir de lo que los teóricos musicales piensan de él sino a partir de los resultados sonoros conseguidos en su desarrollo. Algunos críticos han exteriorizado su disgusto por la inclusión, por ejemplo, de las percusiones afroantillanas en el género jazzístico (no los consideran instrumentos del género), otros han dicho que eso ha mejorado el discurso rítmico del jazz. Y mientras los estudiosos se ponen de acuerdo, los músicos han venido gozando con sus experimentos y cada día son más los que asumen esa forma de quehacer musical, y cada vez son más las publicaciones con el resultado de esas dinámicas.

Sin embargo, en México, salvo los tópicos conocidos, las ediciones fonográficas de esta corriente no han sido pródigas y por lo mismo el trabajo de una buena cantidad de jazzistas caribeños no se ha divulgado de forma puntual.

Los encargados de la difusión o comercialización del jazz latino argumentan que éste no vende porque no hay público para el género. Y uno se pregunta si sabrán de lo que están hablando, porque la noche del viernes, la sala Nezahualcóyotl se llenó hasta las banderas con, justamente, un espléndido representante de jazz latino: el maese Eddie Palmieri.

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