LUNES 21 DE AGOSTO DE 2000
* En aumento, el número de mujeres en el trabajo infantil urbano, revela un estudio
Hipotecado, el futuro de los niños y jóvenes que laboran
* La pobreza de tiempo afecta su desempeño educativo y sus condiciones de vida presentes, señala
Bertha Teresa Ramírez * A costa de cancelar sus oportunidades de bienestar a futuro, cada vez son más los niños y adolescentes que deben asumir a temprana edad cargas laborales para allegar ingresos a sus familias, lo que les obliga a abandonar la escuela antes de haber cumplido la meta de educación de nueve años que se ha fijado como nivel normativo de la educación obligatoria, universal y gratuita, advierte el estudio Familia, pobreza de tiempo y oportunidades educativas de los niños y adolescentes trabajadores urbano-informales de 101 ciudades del país, entre las que se incluye el Distrito Federal.
El análisis, presentado el 4 de agosto pasado durante la cuarta reunión nacional de la Sociedad Mexicana de Demografía al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y la Familia (Unicef) por Teresa Incháustegui Romero, de El Colegio de México, el economista Francisco Robles Berlanga y el sociólogo Mauro Ruz Moreno, de la UNAM, advierte que los niños trabajadores urbano-informales pasan de seis a más de nueve horas fuera de casa, y el trasladarse de un punto a otro en las ciudades que habitan, para concentrarse en aquellos puntos donde la aglomeración de personas o del comercio hace posible y rentable su actividad para allegarse ingresos, los obliga a llevar una dieta poco nutritiva, a tomar alimentos preparados sin condiciones de higiene y a respirar las emanaciones de miles de automotores en la vía pública, quedando expuestos a diversos accidentes.
Debido a que tienen que trabajar, estos menores se ven exlcuidos del juego y el descanso, y se ven inmersos en riesgos como la adicción a las drogas, la práctica prematura de la sexualidad sin contar con la información indispensable para prevenir embarazos o enfermedades de transmisión sexual. Pero sobre todo, advierten los investigadores, afecta su relación con una de las dos instituciones más importantes para la socialización presente y futura en las sociedades modernas: la escuela, ya que del total de los menores que trabajan, sólo 65 por ciento continúa asistiendo a alguna institución educativa.
Los autores precisan que la hipótesis básica del estudio es que el hecho de iniciarse en el trabajo durante la edad escolar implica generalmente en los niños una pobreza de tiempo que afecta su desempeño educativo y sus condiciones de vida en el presente, pero que al mismo tiempo hipoteca a futuro sus posibilidades de bienestar por la vía de restringir su acceso a los nueve años de educación básica, que es el límite educativo a partir del cual se podría fijar el umbral de la pobreza en términos de capital humano.
Agregan que la escasez de tiempo para la educación se traduce con los años en un déficit educativo, lo que a su vez limitará la calidad en empleo a nivel de ingresos de estos niños y niñas que han debido saltar antes de tiempo al mercado laboral.
Como es lógico, las jornadas más largas afectan más las oportunidades de continuar estudios. Así, sólo 37 por ciento de los niños que trabajan nueve horas o más asiste a la escuela, de modo que este grupo es sólo 15 por ciento del total de los que asisten a la escuela. Pero en los casos en que la jornada de trabajo es inferior a las seis horas, 84 por ciento de los menores asiste a la escuela. Estos representan 61 por ciento de los alumnos que son regulares, mientras que en el caso de los que trabajan nueve horas o más, apenas 35 por ciento lleva sus estudios a tiempo, agrega.
De acuerdo con el estudio, en el subconjunto de los niños que no asisten a la escuela, 33 por ciento desertó por reprobación, expulsión y desafección hacia la escuela. Mientras que 50 por ciento abandonó sus estudios por causas económicas y 10 por ciento restante por problemas familiares.
La situación en el DF
Añade el documento que los resultados del estudio de niñas, niños y adolescentes trabajadores en 100 ciudades, publicado en 1998, así como el estudio de niñas, niños y jóvenes trabajadores en el Distrito Federal en 1999, permitieron identificar a 113 mil 318 niños y niñas y adolescentes que usan las calles y otros espacios públicos de los principales centros urbanos del país como lugares de trabajo o de vida. Los que viven en la calle son sólo 2 por ciento del total.
De acuerdo con estos datos, señalan los investigadores, el trabajo infantil informal de los centros urbanos del país es un fenómeno de adolescentes, pues éstos representan 75 por ciento del universo total. El restante 25 por ciento tiene edades por debajo de los 12 años.
Agregan que del total de menores trabajadores analizados, cerca de 33 mil son mujeres (29 por ciento), sector que es muy importante y creciente en el trabajo infantil urbano; mientras que los indígenas representan 7 por ciento de los menores trabajadores, proporción menor a la que tienen como parte de la población total del país.
De todo el conjunto, 33 mil 638 se desempeñan como vendedores ambulantes; le siguen los empacadores de las tiendas de autoservicio, que suman 32 mil 670. Otras actividades, entre las que se encuentran las de boleros, voceadores, pepenadores, mendigos y actorcitos, agrupan en conjunto a 11 mil 862 niños, niñas y adolescentes.
Los que ayudan a sus familias en los mercados públicos suman 9 mil 602; los lava y cuidacoches y los limpiaparabrisas son 8 mil 181; como carretilleros laboran 3 mil 573. El resto está distribuido en diversas actividades que por su peso resultan marginales.
Ayudar a la familia, motivo principal
El análisis refleja que en más de la mitad del total de los menores que trabajan, el motivo principal por el que se ven obligados a laborar es la necesidad de ayudar a la familia (56 por ciento). Aunque una quinta parte afirmó que trabaja por gusto (20.7 por ciento). Uno de cada diez de estos menores se incorporó a una actividad económica para mantenerse a sí mismo (12.3 por ciento), y 6 por ciento afirmó que lo hace para continuar sus estudios.
En promedio, las niñas, niños y jóvenes se incorporan al trabajo a los 10 años de edad, es decir antes de que la ley lo permita, pues el artículo 123 constitucional, en su fracción tres establece la prohibición para la utilización del trabajo de menores de 14 años y establece una jornada máxima de seis horas para los mayores de esa edad y menores de 16 años. Agrega que los que viven en familias extensas y en las compuestas se ubican los que mayormente se inician en las actividades económicas antes de los 10 años.
Indica que son los empacadores de las tiendas de autoservicio los que inician su actividad laboral a edades mayores a los 12 años y que el caso más grave es el de los niños que viven en la calle, que en promedio se incorporaron a la actividad a los 9.5 años de edad.
El análisis advierte que de acuerdo con un estudio realizado por Banamex en 1996, 18 por ciento de la población económicamente activa se ubicaba en las personas en edades que fluctuaban entre los 12 y 14 años de edad, mientras que las cifras de la eficiencia terminal de la primaria (6.4 de cada 10 en el ciclo 1990-1996) y de la deserción escolar en secundaria para ese mismo año (8.8 por ciento) indican una sangría de población en el nivel de educación básica que no llega a cumplir la meta de educación que anteriormente se mencionó, lo que ilustra la pérdida de capital humano que están sufriendo las familias en búsqueda de mejores ingresos para enfrentar la sobrevivencia diaria.