LUNES 21 DE AGOSTO DE 2000
Chimalhuacán
* Carlos Fazio *
Una vez más, la violencia en vivo y en directo llegó a nuestros hogares. La violencia apocalíptica, globalizada, privatizada. Al por menor. La violencia de los de abajo. De hombres y mujeres. Una turba armada con palos, revólveres y metralletas exhibió la latencia de la guerra civil. Entre el humo de las explosiones, el tronar de los disparos y el aletear de los helicópteros policiales, la televisión exhibía gente agonizando en charcos de sangre y vehículos convertidos en piras. Escenas de pánico, miedo, horror. Imágenes de la irracionalidad: un hombre muerto, boca abajo, empuña en su mano inerte una bandera símbolo del poder corruptor. Una mujer madura, con un panda estampado en su camisa, corre amenazante con un palo en ristre entre autos volteados envueltos en llamas. La refriega tribal, el estado de asocialidad total dejó un saldo inicial de 14 muertos y 90 heridos.
Pudo ser peor. Lo más fácil es atribuir la violencia homicida de Chimalhuacán a una lucha por el poder entre dos grupos caciquiles priístas: el de Guadalupe Buendía La Loba y Antorcha Campesina. Pero eso no explica la violencia ciega y psicótica de los vándalos ni la actitud de la policía, que al final actuó como una banda más. El cacicazgo fratricida de La Loba y las hordas parapoliciales de Antorcha Campesina son una expresión exacerbada del viejo régimen de partido de Estado que fenece. Sí. Pero el problema de la violencia generalizada trasciende al PRI. La violencia sin límites, el neodarwinismo social está instalado entre nosotros y llegó para quedarse. Quienes se enfrentaron en el estado de México son gente empobrecida y embrutecida por el sistema.
Como Chiapas, el de Chimalhuacán no es conflicto local. Ambos son expresiones de la desintegración social, de la "retribalización" de la humanidad provocada por la concepción socialdarwinista de la economía neoliberal. Como dice Horst Kurnytzky, por el "llamado a la violencia" que ésta genera y donde sobreviven los más aptos. Los paramilitares de Acteal se dan la mano con los generales y policías asesinos de la colonia Buenos Aires, los genocidas de Aguas Blancas y El Charco y los sicarios del narcotráfico y el crimen organizado.
La tendencia civilizadora de la sociedad está en crisis. El hombre es el enemigo del hombre. Vivimos en "un mundo lobo". La guerra civil ya está presente en las metrópolis. Los barrios se han feudalizado y cada día asistimos al trance de la sangre. La sangre como adicción. Pero la pulsión por la sangre no es gratuita. Hace tiempo que el mundo dejó de ser vivible para todos. Incluso para los poderosos. Ni los más "afortunados" lo soportan y huyen a través de la adicción: la droga, el Internet, la migración. Migración por repulsión. ƑCómo sobrevivir en un mundo no vivible? Organizándose en bandas predadoras controladas por los señores de la guerra, los capos de la droga, los jefes de las mafias, los caciques. Bandas que pueden erigir banderas raciales, xenófobas, de corte neonazi. O religiosas, como los fundamentalistas de Pro Vida, de José Serrano Limón. Resurgen los cultores de la "raza pura" y los sacerdotes de la religión como opio del pueblo.
Estamos ante la irrupción de movimientos regresivos, no utópicos. Míticos, no éticos. La única utopía que existe, sobrevivir, es reaccionaria. Chimahuacán es la expresión del populacho armado, una forma del retorno al estado salvaje. Fue el enfrentamiento de dos bandas merodeadoras sin objetivos, sin proyecto o ideal alguno. Como dice Hans Magnus Enzensberger, en un mundo por el cual vagan las bombas vivientes, sólo subsiste una utopía negativa. El protomito de la lucha de todos contra todos, tal como lo describió Hobbes. Pero laissez-faire en la economía y violencia en la sociedad son dos caras de la misma moneda; ambos son síntomas del desmoronamiento de la sociedad civil. Chimalhuacán no es una excepción. Hay otros chimalhuacanes en estado de latencia.
ƑCómo revertir el regreso a la barbarie antes de que sea demasiado tarde? La democracia no puede florecer sin el primado de la política. La política tiene que limitar el mercado para frenar el retorno al estado salvaje. Hay que poner controles al poder oligárquico, oligopólico. Hay que regular y detener la concentración del poder económico, y subordinarlo a lo social. Y para eso se requiere de movimientos sociales emancipatorios, éticos, solidarios, humanistas, universales. Sólo con movimientos de este tipo, y no con los fundamentalismos de moda, podremos resistir y empezar a controlar la violencia estructural de nuestra civilización banalizada.
Este presente neoliberal de destrucción; de libertad como reino de la muerte. De alternancias sin alternativa. De progreso como regresión, aunque se enmascare de izquierda. *