DOMINGO 20 DE AGOSTO DE 2000
* El recital duró dos horas y media; el Metropólitan, abarrotado
Entrega recíproca en el concierto de Santa Sabina
Juan José Olivares * El grupo Santa Sabina tiñó de rojo el teatro Metropólitan la noche del viernes, en la presentación de su disco Mar adentro en la sangre, con un recital de más de dos horas y media en el que la entrega recíproca entre banda e incondicionales fue lo que volteó al inmueble del Centro Histórico.
La Santa en verdad la hizo. No requirió del apoyo de una disquera o promotora para abarrotar el inmueble art decó, que en esta ocasión fungió como escenario al estilo expresionista alemán de los veinte, para cubrir los alucines de unos excelentes músicos que no escatimaron en entregar lo mejor de ellos. Alfonso, Juan Sebastián, Alex, Julio, Gabriel, Rodrigo, Liber y Rita, bueno, hasta Benny Ibarra (quien les prestó su estudió para producir el disco) le entraron a la celebración oscura.
Tocaron casi como autómatas, con una energía incesante que sedó hasta los huesos de los presentes, quienes bautizaron las rolas de su nueva concepción, que en ocasiones medio flojonas, tienen la misma calidad, nitidez y profundidad que las anteriores.
Santa Sabina simplemente refrendó su lugar en el selecto grupo de bandas mexicanas que sí se preocupan por hacer algo propositivo. Sonidos bien definidos y una verdadera voz de diva de la Guerrero que removió hasta la mugre de las estatuas del teatro. Rolas, rolas y más rolas adentraron a los escuchas a ficticias historias profundas y poéticas. Mares de sensaciones de gente como Adriana Díaz, Jordi Soler y Silvio Rodríguez explotaron por la poderosa y bien educada garganta de Rita, quien cual muñeca, coqueteó con los espíritus de lóbregos mundos.
Muchas canciones, un intermedio ųque sirvió para atenderse con las chelasų y más canciones para volver al sueño ideado por los sabinos. Sonaron casi todos sus éxitos y ellos implosionándose en sus instrumentos. Bueno, eso parecía, porque desde la gayola en donde estaba la prensa, poco se podía apreciar. Aunque no hacia falta, bastó imaginar los movimientos de la voz de Rita para levitar.
En fin, Santa se entregó al igual que su público cautivo y, definitvamente, ''al mar adentro en la sangre se llega cuando el corazón ha zarpado con rumbo al siguiente puerto...''.