MAR DE HISTORIAS

Hijo del hombre

* Cristina Pacheco *

 

Artemisa no le concede importancia a las miradas indiscretas y reprobatorias que la acechan. Sigue golpeando la puerta de lámina, que suena como un tambor infernal. Al no obtener respuesta, se inclina y observa a través de una ranura:

-Sé que allí estás, Alicia. šAbreme!

Ansiosa por ver algo más que la tina colocada a mitad del patio donde tantas veces jugó con su hermana, Artemisa busca en la puerta un mejor observatorio. No lo encuentra. La frustración exacerba su disgusto. Se vuelve hacia las casas de la otra acera. Parecen desiertas, pero Artemisa intuye que sus antiguos vecinos la observan desde las ventanas cubiertas con toallas, cretonas y carteles en que sonríen, ya anacrónicamente, los candidatos de las pasadas elecciones:

-Y ustedes, cabronas: Ƒqué me ven?

Su grito se confunde con el chirrido de la puerta al abrirse. Aparece Alicia en actitud retadora:

-Si viniste a hacer escándalo, mejor vete. ƑQué quieres?

-Contigo, nada. ƑDónde está Chava?

Artemisa mira hacia el interior de la casa.

-ƑPor qué piensas que está aquí?

-Ni modo que se haya ido a otra parte. Me pasé toda la noche buscándolo. Fui al Oxxo, a la cantina de Claudia, a la gasolinería, a la estación; hasta al Rocket entré. Nadie lo ha visto. Tiene que estar aquí.

-Te equivocas, pero si no me crees, entra -Alicia deja el paso libre a su hermana; mira con disimulo hacia la refaccionaria y después la sigue-. Revísalo todo, pero te advierto que aquí no encontrarás a tu hijo.

Las dos mujeres entran en el único cuarto. Está vacío. Satisfecha, Alicia sonríe:

-ƑNo te lo dije?

-Si no está aquí, Ƒdónde? Tú has de saberlo. El marica ese siempre te lo cuenta todo -Artemisa cambia de tono-. Licha, no seas así: šdímelo!

-Esta vez no voy a decirte nada.

-ƑPor qué siempre te pones en mi contra? ƑQué te he hecho?

Artemisa se lleva las manos a la cabeza y se desploma en la cama.

-A mí nada. A tu hijo šsí! -Se acerca para que su hermana la escuche mejor-: Tómalo como quieras, pero en estos momentos le estoy pidiendo a Dios que el Chava ya esté muy lejos.

Artemisa se incorpora con precipitación:

-ƑA ti también te contó que pensaba irse a Estados Unidos? -en el silencio de Alicia, adivina una respuesta positiva-. šPor Dios! Es una criatura. Allá pueden matarlo.

-Aquí también. Mejor que lo maten los gringos y no su madre.

-Oyeme, Ƒqué estás diciendo?

-Lo que oíste.

-ƑTe das cuenta? Me lo dices a mí que soy su madre.

-Por como lo has tratado siempre, más pareces su peor enemiga.

-De seguro ya vino de chismoso. ƑQué te contó? -Artemisa se muerde los labios y murmura entre dientes-: Condenado escuincle. Ora que te vea me las vas a pagar.

-El no me ha dicho ni media palabra, ni a eso se atreve. Pobre Chava, me da una lástima...

-No veo por qué.

-ƑNo? Imagínate qué vida lleva: siempre está triste, asustado, anda todo lleno de cicatrices -corre a cerrar la puerta y desde allí, en tono más bajo, advierte-: Si me entero de que vuelves a golpear a tu hijo, te denuncio. Y no estoy jugando.

Artemisa abre la boca pero no consigue articular una palabra. Derrotada, inclina la cabeza y mira el piso de cemento.

-Para ti, para todos, siempre soy la culpable -se lleva la mano al pecho y respira con dificultad-. Te juro que yo no provoqué al tipo. El me buscó, él me esperó, él me arrastró al baldío. Allí amenazó con matarme si no... Ojalá que lo hubiera hecho.

-Ya cállate. ƑQué caso tiene que sigas recordando? Sucedió hace años. Ya no te lastimes.

Alicia regresa junto a su hermana y la observa con angustia.

-Te juro que me gustaría olvidarlo pero no puedo, Chava no me deja: cada que lo miro, sobre todo cuando me sonríe, tengo la impresión de que estoy viendo al tipo -Artemisa levanta la cara-. Porque sonreía, Ƒsabes? Sí, todo el tiempo mientras me...

-Entonces Ƒes por eso? -despacio, como si temiera asustarla, Alicia se sienta al lado de Artemisa y le insiste-: ƑEs por eso?

-ƑQué? -pregunta Artemisa sin comprender.

-Que maltratas al Chava -Alicia rehúye la mirada de su hermana-. Pobre, Ƒqué culpa tiene él de que odies a su padre?

-Te equivocas. Lo reprendo porque se porta mal -la voz se oye serena, pero la forma en que Artemisa se retuerce los dedos indica un sentimiento contrario-. Le digo: "No hagas esto, no te rías así", y lo hace. Ayer, por ejemplo, regresé de la fábrica bien cansada, con un dolorón de cabeza. Me dio coraje que Chava no hubiera lavado ni un vaso. Le dije que si creía que por hacerlo iba a volverse vieja, y šse rió!

-Se le haría chistoso: es un niño.

-No, lo hizo porque sabe que me revienta. šHasta en eso es como su padre! Se le parece cada día más y no puedo resistirlo. Por más que quiero, no logro controlarme. Lo insulto, lo golpeo y él llora y me dice que no lo trate así, que me quiere -Artemisa se cubre la cara con las manos-. šIgual que su padre! Ya parece que lo oigo: "ƑNo te gusta, nenita? Entonces sonríe para que yo sepa que estás contenta".

-No sigas con eso, olvídalo -suplica Alicia.

-Trato, pero en cuanto veo a Chava, todo vuelve a suceder.

Artemisa se balancea y se muerde los labios para frenar el llanto. Alicia le oprime la mano en un intento de expresarle que comparte su pena. Luego se apoyan una en la otra y lloran en silencio. El grito de un repartidor ahonda la fatiga de Artemisa. Se deja caer sobre la cama y mira el techo. Al cabo de unos segundos, Alicia le pregunta en qué piensa.

-En Chava -sonríe-. Qué nombre fui a ponerle: Salvador.

-Es muy bonito.

-Pero ese niño no es mi salvador. Al contrario, lo veo como mi condena...

-No digas eso de tu hijo. Piensa en todas las mujeres que darían cualquier cosa por ser madres.

-ƑComo yo, nomás porque a un tipo asqueroso se le antojó violarme? -Artemisa se incorpora de golpe-. No lo creo; bueno, no sé, ya no sé nada. Sólo quiero morirme.

-ƑY tu hijo?

-Solito sería mucho más feliz. Imagínate: sin que nadie lo insulte ni lo maltrate. Ese pobre niño merece una vida mejor.

-Si lo sabes, Ƒpor qué no se la das? Salvador es el menos culpable de lo que sucedió.

-Me lo digo todo el tiempo, pero de repente no puedo controlarme y por eso me odio. Ay, Licha, me odio tanto -Artemisa observa a su hermana-. ƑTú me odias?

-Sí, cuando maltratas a tu hijo. Piensa que eres lo único que tiene en la vida y en vez de apoyarlo estás destrozándolo.

-No me hagas sentir peor de lo que ya me siento -Artemisa se levanta y va hacia la ventana. Mira la calle, cierra el puño y tiembla-. Ojalá que Chava se hubiera ido a otra parte, donde a nadie le molestara su sonrisa, la forma de su boca...

-ƑPor qué dices eso?

-Porque ahí viene.

Artemisa cierra los ojos y aguanta la respiración hasta que la puerta se abre. Alicia sale al encuentro del niño y lo abraza, como si quisiera protegerlo con su cuerpo.

-ƑPor qué no te quedaste en la refaccionaria, como te dije? -le murmura al oído.

Salvador levanta los hombros, luego va despacio hacia Artemisa y se aferra a sus piernas:

-Perdóname, mamita, ya no lo vuelvo a hacer -la sonrisa del niño desaparece cuando escucha el largo gemido de su madre.