DOMINGO 20 DE AGOSTO DE 2000

 

Ť José Agustín Ortiz Pinchetti Ť

ƑY ahora qué viene?

Para poder entender el tiempo próximo, deberíamos indagar en el pasado próximo. Preguntar, por ejemplo: Ƒpor qué entró en decadencia el sistema político presidencial? Una mirada superficial nos haría pensar que su gran destructor fue el estancamiento económico vivido en lo últimos 20 años. Desde 1950 hasta 1980 se vivió en un crecimiento económico muy estable, el producto interno bruto del país creció al 6.41 por ciento. Esto hace un fuerte contraste con los últimos 20 años: el crecimiento de la población anuló el modesto aumento del PIB y prácticamente lo redujo a cero.

Otro elemento muy obvio es el impacto negativo de la globalización en la economía mexicana. Este fenómeno no es "ideológico" sino la expansión natural de las fuerzas del mercado internacionales y de las comunicaciones. Pero la elite gobernante en México no supo aprovecharlo, ni siquiera contrarrestar sus efectos desfavorables.

Si vamos un poco más profundamente nos daremos cuenta de que el verdadero fracaso del sistema político estuvo en la destrucción progresiva de la cohesión social: aquellas normas y pactos expresos e implícitos que nos mantenían unidos a los mexicanos. Y esto se debió a la inclinación del gobierno a favorecer a la oligarquía criolla y a la concentración monopólica del capital, de modo tal que pudieran aumentar y no disminuir las grandes diferencias entre los mexicanos, por lo menos 50 millones de personas que viven en distintos grados de pobreza.

No hay nada novedoso en esta tendencia. Todos los gobiernos autoritarios en México han favorecido a un grupo relativamente pequeño, que pertenece racial y culturalmente a la casta criolla, sobre los demás estratos de la población. Por supuesto que no hay conciencia de ello. Es una estructura casi inmóvil desde la época colonial hasta nuestros días. En contra de lo que creemos, las diferencias entre los mexicanos no se establecen en las distintas clases sociales, sino en estamentos mucho más duros e impenetrables y arcaicos.

La esperanza de un cambio está en la creación de otro modelo económico de desarrollo sustentable que garantice la cohesión social. Mucha gente piensa que "sustentable" quiere decir respeto a las condiciones ambientales. Esto es básicamente correcto, pero incompleto. Un nuevo patrón de desarrollo no sólo se preocuparía por el respeto al ambiente físico, sino por redistribuir los bienes económicos y culturales. La política seguida hasta ahora se orienta a mantener en el poder a un grupo pequeño, corrupto, impune, y en privilegiar los intereses de una minoría económica (asociada con el grupo en el poder). Esto carece de toda racionalidad y depende básicamente de la existencia de un Estado autoritario donde las decisiones de la política económica se toman en una camarilla. Los "costos sociales" son inherentes a esta forma oligárquica de diseñar la economía.

ƑPodría influir la nueva estructura democrática en la creación de un desarrollo sustentable y equitativo? Creo que la democracia es el único camino no sólo para lograr un cambio de modelo y reorientar la economía, sino para impedir que los efectos de la desigualdad social continúen destruyendo las estructuras de cohesión social y las lleven a sus límites.

ƑPodrá el gobierno panista de Fox utilizar a la democracia para crear un nuevo modelo de desarrollo económico? Si nos atenemos a la historia parlamentaria del PAN en los últimos 12 años, la contestación tendría que ser negativa. Este partido colaboró con los regímenes de Carlos Salinas y de Ernesto Zedillo en las reformas que permitieron una nueva economía "liberal". Además, su "gradualismo" político prolongó la vida del sistema. Pero Fox no es el PAN. Sus propuestas han sido contradictorias, a veces retrógradas, a veces esperanzadoras, pero carecen todavía de la coherencia que tendría un programa completo, ten- dríamos que ser críticos ante una posible nueva versión neoliberal con algunas atenuaciones.

Pero hay un tema en el que todos podemos y debemos coincidir con Fox: Antes de que pueda desarrollar una nueva política económica, Fox debe cumplir su promesa de cerrar el capítulo de la transición con una reforma del Estado que garantice la construcción de una democracia moderna. Están pendientes numerosas reformas demandadas por la sociedad desde hace más de 20 años, derechos civiles, políticos, económicos y sociales que no se han desarrollado, garantías para el desarrollo cultural y para el respeto de las comunidades.

Toda una restructuración de la representación política y de los poderes, empezando por la reforma electoral que quedó inconclusa en 1997. Deberán castigarse los crímenes mayores del pasado inmediato y establecer generosamente condiciones para olvidar y superar una larga época de abusos.

Ninguno de los partidos existentes, si son verdaderamente democráticos, podría oponerse a una gran reforma del Estado. Pero los intereses mezquinos de partidos y grupos asociados, involuntariamente o no, a las oligarquías que permanecen todavía intactas, pueden ser capaces de bloquear los consensos. México continúa la larga involución que Cosío Villegas identificó como una "enfermedad mortal" de la que nadie habla o a la que nos referimos con un optimismo trágicamente irreal.

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