SABADO 19 DE AGOSTO DE 2000
Ť Gonzalo Martínez Corbalá Ť
La hora de Chiapas
En estos días, Chiapas tendrá que entrar obligadamente en una nueva etapa política, que, dependiendo de quien resulte triunfador en el proceso electoral a celebrarse este domingo 20 de agosto, tomará diferentes derroteros. Si gana las elecciones el candidato del PRI, Sami David David, el interlocutor natural para establecer contacto con el EZLN será él, sin duda, y es altamente probable que, en este caso, el gobierno estatal dejará el paso al candidato electo para que éste busque los mejores conductos para restablecer los contactos perdidos ya desde un largo tiempo atrás.
Si ganara el proceso electoral el candidato de la coalición de oposición que todos los demás partidos contendientes han hecho para sumar fuerzas políticas alrededor de Pablo Salazar Mendiguchía, quien queda de esta manera apoyado por fuerzas tan disímiles como el PRD y el PAN, quizás la participación de este último partido, al cual pertenece el presidente electo de la República, pudiera también traer al escenario mejores condiciones para que la atmósfera política fuera más propicia para establecer contacto con el EZLN.
Ahora que no hay que confundirse entre lo que pudieran eventualmente ser las mejores condiciones, o únicamente un ambiente más propicio para iniciar pláticas entre todas las partes que de una manera u otra tienen alguna influencia -en mayor o en menor grado- en el conflicto que originalmente fue armado y violento, -recordemos que hay una declaración de guerra del 1o. de enero de 1994-, y que si bien conserva todavía su característica de movimiento armado -el EZLN no ha depuesto las armas en ningún momento-, por la otra parte, la respuesta ha sido también armada igualmente, por parte del Ejército Mexicano, y por la del gobierno, el que sigue considerando -hasta ahora- como un estado de guerra el que prevalece en esta región del sureste mexicano, para todo efecto práctico.
A mayor abundamiento, se ha hecho sentir la presencia de grupos paramilitares, cuyas acciones han sido violentas y han complicado mucho más el ya de suyo complejo problema, sin contribuir en nada en la simplificación del mismo, o en la apertura de nuevas posibilidades para la pacificación. Da la impresión de que la presencia de los grupos paramilitares en la región más bien ha tenido el efecto que se obtiene cuando se intenta apagar un fuego con gasolina.
Por otra parte, cuando decimos que el conflicto, en general, se ha vuelto más y más complejo, en el tiempo transcurrido desde el 1o. de enero de 1994 hasta ahora, nos referimos a que se han hecho presentes en la zona otros intereses que representan a fuerzas muy considerables, como sería el caso del narcotráfico, radicalmente distintos -y aun contrarios- a los del EZLN, pero que han aprovechado la confusión para establecerse en la región e integrar también grupos armados con resultados nefastos, que agregan un importante grado de dificultad para pacificar el estado.
En todo caso, no podemos dejar de tener presente que el conflicto de Chiapas, por una o por otra razón, se ha hecho grande dentro de nuestro país y también se ha internacionalizado, al punto de que bien puede ser considerado, en la actualidad, un problema de seguridad nacional, concebida como la define Inga Thorsson: "La seguridad nacional no constituye un objetivo en sí. Su propósito final debe ser asegurar la independencia y la soberanía del Estado nacional, la libertad de sus ciudadanos, libertad y medios para desarrollarse económica, social y culturalmente, es decir, la definición exacta de lo que denominamos desarrollo. En el mundo actual, esto no podrá lograrlo ningún estado, a costa de los demás" (Inga Thorsson, N.U., 9 de octubre de 1981).
Agrega la autora que actualmente existe una serie de amenazas no militares cada vez más intensas, las que agravan los problemas de seguridad de los Estados. Tales amenazas no militares, que son: las amplias limitaciones o reducciones del desarrollo económico; la existencia de tensiones ecológicas amenazantes; las restricciones de recursos energéticos, que paradójicamente se dan en este caso, en una tierra donde el subsuelo es rico en petróleo, y luego uno de los más grandes problemas que existen a principios del siglo xxi, y que es el crecimiento de la población, en un mundo en el que somos en la actualidad seis mil millones de habitantes, y que se calcula que en unas cuantas décadas más serán nueve mil millones. El agua y la tierra misma se constituirán muy pronto en los más graves problemas del planeta, y Chiapas no es la excepción, como no lo es, por supuesto, el país entero.
Actualmente, el conflicto chiapaneco no es nada más entre dos o entre tres partes. Es de naturaleza religiosa, étnica, geográfica, económica y social, entre los indígenas, los criollos, los campesinos y los comerciantes; las fuerzas estatales y nacionales y la vocación internacional de su problemática. Lo que verdaderamente hace falta es, primero que nada, serenidad y juicio, suavidad y maña, como dijo el virrey de Iturrigaray, y luego, mucha voluntad y muchas ganas de resolver el problema; este problema que hiere a los mexicanos de todo el país, y que nos duele a todos quienes creemos en la democracia y en el futuro de México.
Al gobierno actual, se le acabó ya el tiempo para lograrlo, posiblemente, hacemos votos porque el próximo lo considere como de la más alta prioridad para todos los mexicanos sin excepción.