VIERNES 18 DE AGOSTO DE 2000
Ť Jorge Camil Ť
Welcome, Mr. Fox
Apesar de las apariencias, el triunfo electoral de Vicente Fox debe representar un dolor de cabeza para los estrategas de carrera del Departamento de Estado. Por una parte, el histórico triunfo le otorga al gobierno estadunidense, finalmente, la oportunidad de vanagloriarse por la tardía "democratización" de su complicado vecino al sur de la frontera, aunque por la otra Fox representa el misterio de lo desconocido. El regocijo debe ser doble para los políticos xenófobos, como el senador Jesse Helms, que han vivido en ascuas desde principios del siglo pasado esperando en cualquier momento la bolchevización de México. Para su tranquilidad, el presidente electo es un hombre de centro-derecha, de firmes creencias religiosas, con marcadas tendencias hacia el libre mercado y forjado en el mundo de las soluciones empresariales. El problema, entonces, no es Vicente Fox, sino los hombres que a partir del próximo primero de diciembre manejarán, como miembros de su gabinete, los intereses de los mexicanos.
Fox repitió durante su campaña que él no sería un presidente de escritorio; que bajaría de las alturas enrarecidas del presidencialismo imperial para convivir con los verdaderos mexicanos: los dueños de esos millones de changarros que se propone promover para asegurar el crecimiento económico sostenido. Si cumple su promesa, su administración pudiese ser parecida a la de Ronald Reagan, el presidente estadunidense que decidió, desde el primer día de su mandato, que él sería un presidente ejecutivo: un jefe de Estado de 9 a 5 que delegaría la administración del gobierno a favor de sus secretarios de Estado ("el que rinda buenas cuentas se queda, el que no, se va").
Es aquí donde pudiese comenzar el predicamento de los especialistas de foggy bottom (el sótano nebuloso donde se fraguan los misteriosos designios de la política exterior estadunidense). Durante los últimos veinte años, los funcionarios encargados de las áreas estratégicas de América Latina se han acostumbrado a trabajar con un puñado de tecnócratas mexicanos que fueron sus condiscípulos en Stanford, Harvard, Yale y el MIT. Los hombres como Guillermo Ortiz, que ha sido su interlocutor en Hacienda, Comunicaciones y finalmente el Banco de México. O el propio presidente Ernesto Zedillo, quien desde el Banco de México trabajó al inicio de su carrera con las autoridades de la Reserva Federal dirigiendo el programa Ficorca (que eventualmente salvó a la banca estadunidense de la posible bancarrota en cascada provocada por el incumplimiento de los deudores mexicanos: el temido "efecto dominó"), para después renovar esos mismos contactos como presidente, durante la negociación del paquete de ayuda económica que salvó a México de la crisis financiera de 1994. ƑY qué decir de José Angel Gurría, uno de los financieros más conocidos en Wall Street, con veinte años de experiencia en el manejo de la deuda externa, oscilando entre Hacienda y Relaciones Exteriores?
Los asesores económicos y financieros designados por Vicente Fox, Luis Ernesto Derbez y Eduardo Sojo, no son Ivy League, pero tienen la apariencia de ser consumados profesionales: inteligentes, bien preparados y con una sólida carrera en el mundo académico (y en el caso de Derbez, además, en los organismos internacionales). Sin embargo, no pertenecen al old boys'club. ƑCómo reaccionarán? ƑCuál será su estilo personal de negociar y gobernar?: šhe ahí el predicamento de los especialistas estadunidenses! En la delicada área de relaciones exteriores Fox designó a dos asesores extraordinariamente preparados para esos menesteres: Jorge G. Castañeda y Adolfo Aguilar Zinser (estrategas clave de su triunfo electoral). Sin embargo, ambos, ampliamente conocidos en Estados Unidos, han utilizado con frecuencia su experiencia académica y su prestigio intelectual para denunciar la política estadunidense desde las tribunas universitarias, periodísticas y literarias. ƑCómo serán percibidos por el Departamento de Estado? Las dudas se magnifican, además, porque nadie conoce el nombre del futuro presidente estadunidense ni los gabinetes que gobernarán ambos países.
Por eso, el inminente viaje programado por el presidente electo, para entrevistarse con un Bill Clinton desprestigiado y de salida, pudiese ser una pérdida de tiempo. Bienvenido, señor Fox...