VIERNES 18 DE AGOSTO DE 2000

 


Ť Julio Moguel Ť

Chiapas, Ƒasunto local?

La pretensión foxista de achicar el conflicto de Chiapas por la vía de plantear que es un asunto meramente local se parece mucho al guión de la telenovela que, fracasado en su puesta en escena, quiso hacer valer en 1995 la limitada inteligencia de los que entonces tuvieron a cargo desde el gobierno federal la negociación con el EZLN. Dicha pretensión de "achicamiento" del conflicto es, a la vez, una nueva y flagrante contradicción entre Fox como candidato y Fox como presidente electo, confirmando lo que muchos suponíamos, a saber: que vivimos y viviremos con el foxismo la configuración de un discurso y de una práctica política de dos caras y de una sola mano, la derecha, en un esquema que envidiaría hasta el mismísimo Adolfo Orive Berlinguer --constructor de la política de "dos caras" desde lo que otrora fuera Línea Proletaria.

Y no es porque creamos que la derrota del priísmo y el triunfo electoral de la Alianza por el Cambio el pasado 2 de julio no constituyen factores positivos para el avance democrático, pero estamos convencidos que dicho avance, en lo sustancial, no se dará por voluntad y las decisiones políticas de Vicente Fox y de su equipo gobernante, sino por la recomposición de fuerzas que el propio desmoronamiento del viejo régimen corporativo conlleva. Es en el marco de dicha recomposición que el movimiento realmente democrático tiene posibilidades enormes de (re)emerger y de ser el vector fundamental de los cambios políticos que hoy por hoy México requiere y demanda.

Por las razones indicadas, dudo mucho que Fox y su equipo de negociadores se conviertan en el factor decisivo para la conquista de una paz digna en Chiapas, mucho menos si, como ha sido de conocimiento público, los futuros gobernantes del país han entrado al terreno de los asegunes, de las dobleces y del ya referido intento temprano del presidente electo para achicar el conflicto.

Todo Chiapas es México: así dijimos y así se dijo en el país hasta el cansancio entre 1994 y 1997, cuando el doctor Gustavo Iruegas diseñó y puso en marcha la estrategia ya referida de "achicamiento". Hoy hay que repetirlo: todos los ojos deben mirar hacia la entidad sureña, sobre todo ahora que, sabemos, el priísmo está a punto de perder, en manos de Pablo Salazar Mendiguchía, uno de sus últimos bastiones regionales de poder y, con él, el flanco clave de la fortaleza en la que se ha querido guarecer y reconstruir el núcleo más duro de los dinosaurios del régimen priísta.