VIERNES 18 DE AGOSTO DE 2000

 


Ť Carlos Monsiváis Ť

Falta mucho para que nada ocurra

Las únicas profecías en las que creo son las retrospectivas. Allí los hechos, si bien admiten interpretaciones múltiples, no tienen tanta facilidad de movimiento. Por lo menos eso cabe suponer, aunque si, por ejemplo, tomamos una fecha, 6 de julio de 1988, día de las elecciones presidenciales, y vemos la interpretación que le dieron los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, nos enteramos de otra elección, inmaculada, honrada hasta los tuétanos, de la que por desgracia nadie se enteró. Aun así, prefiero profetizar sobre el pasado.

ƑQué sucederá en los próximos meses y años en México y (ya no va lo uno sin lo otro) en el resto del planeta? ƑCuál es el destino del neoliberalismo y sus vasallos en el Tercer Mundo? ƑQué sucederá con el régimen de Vicente Fox, con el PAN, el PRI y el PRD? No tengo demasiada idea y ya agoté mi voluntad de equivocarme. Sé, o al menos dispongo de información convincente, de lo sucedido en el mes de julio. El día 2, el PRI sufrió el fracaso más grave de su historia, en sentido estricto una derrota terminal, porque al perder la Presidencia de la República se extravió para siempre el gran sustento de los priístas: una sola persona nombra al próximo Presidente y el principio monopólico de la autoridad se distribuye a escala. Y a partir de allí la sociedad se dinamizó.

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La victoria de Fox es el último, de ninguna manera el único, elemento liquidador de la Era del PRI. (El partido continúa, pero la esencia se volatiliza). La votación abrumadora extingue de golpe al tapado, el destape, el dedazo, la impunidad casi absoluta (la impunidad relativa es, viéndolo bien, una contradicción irremediable), la noción que hace de una carrera política el acto fundador o el refrendo de las dinastías, la cerrazón iracunda a donde no entran ni la democracia ni el punto de vista de la mayoría o de otras minorías. Adiós, versiones conocidas de la CNOP, la CTM, la CNC, los membretes orgullosos de ya ignorar el significado de sus siglas, la Liga de Economistas Revolucionarios, la Liga de Arquitectos Revolucionarios, la Asociación Femenil Revolucionaria, y demás muestras de la fantasía organizacional. Lo que se extingue con la minimización electoral de Francisco Labastida y los priístas, no obstante sus veinte gobernadores, y sus diputados y senadores, es la cultura política que declaraba subversivo, anacrónico o fuera de la sociedad a los disidentes, es la identificación de voluntad política e impotencia histórica que marcó a varias generaciones. En el 2 de julio, con la carga alegórica del caso, se recuperan políticamente las generaciones de militantes de izquierda arrinconados, enviados a la cárcel, difamados y hostigados laboralmente; los grupos panistas vejados y defraudados en las urnas; los presos y los muertos del sinarquismo en 1942, del henriquismo (los partidarios del candidato presidencial Miguel Henríquez Guzmán) en 1952, del Sindicato Ferrocarrilero dirigido por Demetrio Vallejo en 1959, de los participantes del Movimiento de 1968, de los intentos de sindicalismo independiente reprimidos con furia a lo largo de sesenta años, de los partidarios de Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier en 1988, de los perredistas en el sexenio de Salinas. A todos ellos, con la extensión metafórica debida, el 2 de julio se les presenta como un desagravio y un homenaje a sus luchas, derrotas, frustraciones, desesperanzas, ideales.

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ƑQuiénes ganaron sin y con apremios simbólicos? En primer término Vicente Fox, que encarna a tal punto un muy convincente apetito de poder que ya parece el cambio; los Amigos de Fox, esa irrupción del empresariado al que alejaban de la política los desprestigios del PRI; la derecha más tradicionalista, la jerarquía católica harta de arreglarlo todo entre comidas con los funcionarios y ansiosa de establecer su reino en las ocho columnas de los diarios y en tiempo Triple A de la televisión; los apóstoles del neoliberalismo convencidos de lo idéntico de Fox y Zedillo en materia de privatizaciones sucesivas; los oportunistas de tiempo completo. Y si se quiere ilustrar el espectáculo límite a que tienen derecho estos ganadores, acúdase a la cargada, ahora como en sus mejores días, intacta, rejuvenecida, sin la epidemia artrítica que circundó la campaña de Labastida, donde por momentos la cargada parecía el velorio de un pariente lejano. Prueba mayúscula de las debilidades del pensamiento y el sentimiento democráticos entre nosotros, hoy la cargada se deja emblematizar por los tamemes ideales que transportan los fardos del currículum vitae, esa reducción o ampliación de las personas a los puestos paracaidizados, las publicaciones ilegibles y los falsos logros. La cargada deposita sus filtros infernales y paradisiacos en la figura del head hunter, el cazador de prestigios como cabezas en la Alhóndiga del nuevo régimen šQué teológico! El presidente electo es como de costumbre el sinónimo del Juicio Final.

Al nivelarlo todo a través de la ambición individual, la cargada arrasa con las intenciones democratizadoras. Lo que se preveía como discusión de proyectos se concentra rumborosamente en la más antigua de las especulaciones: Ƒquién va a ser y a quiénes va a nombrar? ƑA qué parejas dejará Noe entrar al arca? El show, lamenta decirlo uno de sus espectadores más agradecidos, concluirá pronto, no sin antes dejar en claro un logro irrefutable del PRI: limpiar de prejuicios ideológicos el acceso al poder. El acceso a Los Pinos bien vale una misa.

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Me apresuré con la frase anterior. Todavía hay causas e ideologías que defender, y los diputados panistas de Guanajuato se obstinaron en recordarlo. Que se penalice a las violadas que abortan en uso de su derecho, que se desencadene el peso de la ley precisamente sobre aquellas que la ley no consiguió proteger a tiempo. A esta Expedición Punitiva, la sociedad política y la sociedad a secas han respondido con rapidez, y la mayoría -basta ver las encuestas en Reforma y en el programa de Joaquín López Dóriga- censura la prepotencia y la falta radical de generosidad de los diputados panistas. Pero no actúan solos, y al decir esto no describe conspiración alguna, no hace falta, me refiero únicamente al sector pospuesto en alguna medida desde la victoria de los liberales del siglo XIX, que hoy intenta el retorno al poder.

El periódico del Arzobispado de México describió a la transición a la democracia como ''la oportunidad de la regeneración moral'', y se olvidó de adjuntar su idea de ''regeneración moral''. ƑQué es, la vuelta a la vida ordenada en torno a la teocracia? Probablemente no, ellos mismos no cesan de externar su respeto a la pluralidad. Entonces, la conclusión es obvia, se trata de ordenar la vida nacional en torno al laicismo teocrático, y si en esta expresión uno de los términos parece contradecir al otro, elimínese el que se halle más lejos de Dios.

Lo más endeble de esta posición es su incomprensión de las realidades de este Valle de Lágrimas (el estilo tradicionalista se contagia). La sociedad mexicana, en su zona cupular, pertenece a la derecha ostentosa, y hay núcleos que, en un rapto de éxito ilimitado, arrastran a un acto a cincuenta o cien seguidores, o agitan la ira del público cautivo en la presentación de un video. Hasta allí. Si la sociedad mexicana es más conservadora de lo que su modernidad se imagina, también es más liberal de lo que sus pastores profesionales suponen, y el resultado de la aparente esquizofrenia favorece a la secularización, y entiendo aquí secularización como el traslado de los milagros de la fe a la tecnología (y los afectos especiales), o como el aforismo implícito: entre el deseo y el arrepentimiento media la dicha. El pasado no retorna, y al lado de los espectros del PRI, puede situarse a esa Comala santurrona de las Ligas de la Decencia, las faldas bajadas hasta el huesito, el círculo virtuoso que va del santo temor al Qué Dirán al de Eso no se Habla, la intolerancia ofrecida como el idioma de la concordia posible, el terrorismo moral cuyo primer atentado es contra la sintaxis. Conste que me refiero a la parte ideológica no a la infinita capacidad de maniobras, de la derecha, ni de las presiones en pos de concesiones.

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Si hoy la ultraderecha carece de un sustento social importante, es porque al sector que debería admirarla le resulta profundamente antimoderna, y porque los demás sectores la encuentran ya más pintoresca que amenazante, aunque esto último lo sea en forma que todavía preocupa. ''Es fácil -dijo Marx, seguramente cuando estaba de moda- parecer liberal a costa de la Edad Media'', y es también muy fácil parecer medieval a costa de la indiferencia de los postmodernos. Basta tan sólo con negarle sistemáticamente sus derechos a las mujeres, con santificar la violencia a nombre de la fe lastimada, con adornar la intolerancia con los resultados de las encuestas celestiales. Pero todo esto, por molesto, lamentable o perjudicial que sea, no forma parte de las atmósferas visibles del país normado por los entusiasmos y las decepciones de los jóvenes y las mujeres, de la sociedad que se democratiza para volver rentable su victoria.

A la derecha en torno a Fox no la distingue tanto su fundamentalismo moral como su fundamentalismo económico. Los mochilones a los que alude con desparpajo el presidente electo, lo presionan para la ''regeneración moral'' de la sociedad, pero si Fox quiere gobernar, que quiere, no podrá hacerles caso porque el arcaísmo de los mochilones se inicia, no tan curiosamente, en la moral tradicionalista y presupone una nación sin individualistas ni diversidad alguna. ''Acátese la voluntad del Altísimo en todos los hogares, a la misma hora y de la misma manera''. Esto no puede ocurrir y los forcejeos derechistas, muy especialmente los centrados en salud y educación, al margen del éxito temporal que tengan, están condenados al fracaso, porque ya fracasaron. No hay programa ideológico más patético que el que viene de antes, presentado con la insolencia que no sabe de la existencia de ''poderes jubilados'', es decir, de aquellos que perdieron definitivamente el idioma que los vincula a la sociedad contemporánea.

Por lo pronto, la derecha victoriosa es la que, desde el neoliberalismo, se expresa con el lenguaje de la autoayuda y de las oportunidades empresariales para todos. Y es la que consigue oscurecer, más allá de las certidumbres indocumentadas del saqueo, el significado del Fobaproa y el IPAB (para mí la esencia del gobierno de Ernesto Zedillo, ese Presidente que salvó a la economía del grave riesgo de cualquier repartición equitativa), es la que explota por igual a niños y ancianos, es la que ve en las naciones a empresas rentables. Para ellos, supongo, Hidalgo y Morelos fueron miembros del Consejo de Administración de la Independencia.

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La izquierda en este periodo perdió votantes, amnistió a su identidad tradicional, se fracturó y se burocratizó. Sin embargo, como se ha visto en estos días, ante una derecha y una ultraderecha claramente definidas, los que responden y no están de acuerdo son por contraste, tal vez inesperadamente para muchos de ellos, de izquierda. Al tanto de las numerosas deficiencias de estas distribuciones geométricas, también me consta la imposibilidad actual de reemplazarlas. Si Vicente Fox ganó con 43 por ciento, no fue sólo por su brillante mercadotecnia o por el desgaste de las tres campañas del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Fue también porque la izquierda política lo fue básicamente de nombre, porque no ha sabido compensar con nuevos proyectos la desaparición del ideal socialista, porque sus programas consistieron en elevar como abstracciones sus demandas. ƑA qué se alude cuando se dice ''neoliberalismo'' y cómo se plantean las alternativas? ƑCómo enfrentar a las campañas del linchamiento informativo con las exhibiciones del canibalismo interno?

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Como sea, la sociedad mexicana se ve, se siente intensamente viva, así estén tan presentes los prejuicios, los sectarismos, los fundamentalismos. Nunca esperé que en una encuesta 61 por ciento afirmase estar a favor del aborto en determinadas circunstancias; nunca creí posible que la tolerancia se erigiese como valor fundamental de recuperación civilizatoria; nunca imaginé que las amenazas de la derecha además de incoherentes resultasen tan provistas de humor involuntario; nunca preví que el talón de Aquiles de la izquierda fuese el placer burocrático; nunca adiviné que el PRI se derrumbaría no con un disparo sino entre sollozos de telenovela; nunca advertí el modo en que los medios informativos (durante tanto tiempo tan solícitos) reencauzarían la acción de los partidos y de muchísimos funcionarios; nunca vaticiné que la modernización social se expresaría también en el rechazo creciente a los autoritarismos; nunca supuse que los sucesores evidentes de Lucas Alamán y José Vasconcelos serían (tómenlo o déjenlo) Carlos Cuauhtémoc Sánchez y Jorge Serrano Limón. A cambio de tanta imprevisión, sí estuve seguro de algo: el derrumbe del PRI vivificaría a la sociedad y a la vida política, y pasado el tiempo del estupor nos haría conscientes del modo operativo del principio esperanza: a través de la crítica, del respeto a los derechos humanos y del sitio central de la diversidad allí donde ha privado por tanto tiempo la homogeneidad más ruinosa y ruin.

A fin de cuentas estoy optimista. La otra alternativa era el envejecimiento colectivo a cuenta de la victoria del PRI. Mencioné a los que ganaron en primera instancia el 2 de julio, y dejé para el final a los otros grandes beneficiados, los que también votamos contra el PRI, los convencidos de que al autoritarismo no se le reemplaza con excomuniones, los persuadidos de que nuestra resistencia a la intolerancia y nuestra crítica son el apoyo más valioso de que dispone Vicente Fox, si sabe aprovecharlo. Y que son ahora elementos básicos de nuestra identidad comunitaria.