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México, D.F. jueves 17 de agosto de 2000
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Editorial

CHIAPAS: ELECCION EN PELIGRO

SOL En vísperas de los comicios estatales programados para este domingo, el panorama político y social chiapaneco está siendo gravemente alterado por numerosos hechos de tensión, desestabilización y violencia orientados a obstaculizar o impedir el libre ejercicio del sufragio, y promovidos por las oligarquías y los cacicazgos locales.

No es difícil adivinar la mano de las autoridades estatales tras las campañas de intimidación armada a cargo de los conocidos grupos paramilitares, de los preparativos de violencia y de los ejercicios de intimidación a la alianza opositora que postula a Pablo Salazar Mendiguchía a la gubernatura; a tales acciones deben agregarse los indicios de inversión de cuantiosos recursos públicos en apoyo del candidato priísta, Sami David, así como los síntomas de un operativo de fraude electoral en curso, caracterizado, entre otras cosas, por la "desaparición" de casillas en las que el PRI resultó derrotado en los comicios del 2 de julio y por los actos de amedrentamiento en las regiones que se caracterizaron, en esa fecha, por un voto opositor mayoritario.

En la interpretación menos alarmante, el objetivo de estas y otras medidas, claramente orquestadas, sería la simple promoción del "voto del miedo" a favor de las fórmulas oficiales, las cuales, en prácticamente todas las encuestas recientes efectuadas en la entidad, aparecen en clara desventaja frente a las de la Alianza por Chiapas, la cual grupa a todo el espectro político no priísta. Pero es posible, también, que el propósito de los operativos referidos sea generar un clima de violencia y provocación tal que desemboque en la anulación de los comicios y en la generación de pretextos para acentuar la política represiva contra las oposiciones partidistas y contra las comunidades que simpatizan con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Es claro que, en las actuales circunstancias del país, los sectores más cavernarios del priísmo caciquil han decidido atrincherarse en el gobierno chiapaneco y a conservar tal posición al precio que sea, y que tal designio se ve favorecido por la pérdida de autoridad que el Ejecutivo federal experimentó en las filas del tricolor a raíz de la derrota de ese partido en la elección presidencial del mes pasado. En tales circunstancias, el próximo domingo podría manifestarse, en Chiapas, la otra cara de la moneda del 2 de julio: la reaparición de prácticas burdas, masivas y criminales de distorsión de la voluntad popular y el empeño por mantener el control político a costa incluso de la paz y de la gobernabilidad.

Irónicamente, esta perspectiva peligrosa e inaceptable se configura precisamente ante la más promisoria posibilidad que se ha presentado en años de recomponer en forma pacífica la vida social y política chiapaneca, en la cual confluyen la inminente salida del PRI de Los Pinos y las grandes probabilidades de éxito de la candidatura de Pablo Salazar Mendiguchía a la gubernatura de la entidad.


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