Ť Al téquerreteque, editado por el CNCA
Pinturas de niños ilustran la poesía de Jaime Sabines
Arturo Jiménez Ť Un bello libro se ha logrado con Al téquerreteque. Sabines para niños, la conjunción de fragmentos de poemas del entrañable escritor chiapaneco ilustrados por una cincuentena de pinturas creadas por niños y niñas de aquella entidad.
El año pasado, autoridades locales invitaron a un grupo de pequeños chiapanecos de entre 8 y 16 años al Taller de Ilustración Infantil Jaime Sabines, en la ciudad de San Cristóbal de las Casas.
Durante ese acercamiento a la poesía y el aprendizaje de que la materia de trabajo y juego de los poetas son las palabras (sus imágenes y sus sonidos), surgieron las coloridas obras plásticas de los pequeños, libres y personales interpretaciones de los versos del escritor.
"Las expresivas pinturas que acompañan a los versos aquí desgranados son reflejo de las lecturas que hicieron: como aquella del diablo a quien en vez de asustar le da por jugar, o la de la casa que no es una casa de tantas sino un fogón encendido, los niños encaramados en la luna convertida en resbaladilla cósmica, las lágrimas que surcan el rostro moreno de la tristeza, o una tía Chofi muy particular, con su mortaja blanca, las uñas pintadas y zapatos rojos de tacón, tendida en la quietud de ese sueño del cual no despertará."
Así escribe Susana Ríos Szalay en la introducción de Al téquerreteque (CNCA-Coneculta Chiapas), y agrega que "los trazos y colores de los niños cantan y danzan en el papel, como cantan y danzan las palabras del poeta, a veces de puro gusto, a veces de pena y soledad".
El libro incluye dos textos, de Eduardo Langagne y Lorena Crenier, en los que hablan a los pequeños sobre el niño que fue Jaime Sabines, aunque también platican acerca de otros momentos en la vida del autor de "Los amorosos". Escribe Langagne en su colaboración Pequeña historia de un poeta que de niño era niño: "Jaime Sabines era un poeta. Eso quiere decir: un hombre como cualquier otro; como un abuelo o un padre, como un hermano o un hijo. Era un hombre como cualquier otro, con la pequeña diferencia de que Jaime sabía hacer poemas, o más bien: sabía cómo buscarlos entre las cosas y las personas, entre los recuerdos de las cosas y los sentimientos de las personas, entre los olores del día y los distintos colores de la noche".
En otra parte de su texto, Langagne recuerda que "Jaime sabía buscar los poemas como quien busca algo querido que se le extravió, como quien quiere saber dónde está ese recuerdo. A veces los buscaba palabra por palabra, entre las horas lentas de un día aburrido, entre los largos minutos de espera que van de una sorpresa a otra, entre los ágiles segundos que se escapan mientras respiramos".
Los fragmentos seleccionados para Al téquerreteque fueron tomados de los libros Nuevo recuento de poemas (Joaquín Mortiz) y Antología poética (FCE). Entre los poemas considerados figuran "Uno es el hombre", "Allí había una niña", "Si uno pudiera encontrar", "Tía Chofi", "¡Qué alegría del cuerpo liberado...", "Los amorosos" y "Algo sobre la muerte del mayor Sabines" .