JUEVES 17 DE AGOSTO DE 2000
* Orlando Delgado Selley *
ƑEstamos sobrecalentados?
Cuando la economía empieza a mostrar un desempeño que resulta alentador, aparecen las voces de los analistas financieros, tanto autóctonos como fuereños, diciéndonos que hay que tener mucho cuidado porque la economía se está sobrecalentando. En los últimos días, en respuesta a la publicación de los resultados del segundo trimestre en materia de crecimiento del producto interno bruto, las páginas económicas de los principales diarios, los boletines semanales de las casas de bolsa, The Wall Street Journal y el Financial Times, se han dedicado a pontificar sobre el comportamiento de las principales variables agregadas, expresando su ''preocupación'' sobre un potencial sobrecalentamiento de la economía.
La información que fundamenta su presunta preocupación es la siguiente: el elevado ritmo de crecimiento del PIB (7.9 por ciento en el primer trimestre y 7.6 en el segundo); incrementos salariales superiores en 3 puntos porcentuales a la expectativa oficial de aumento de los precios; entre los componentes de la demanda agregada, el de mayor dinamismo es el consumo, del que se estima un crecimiento cercano a 10 por ciento. Estos resultados, se reconoce, no han impactado negativamente la inflación: por el contrario, muestra una evolución mejor a la prevista, por lo que se piensa que podría cerrar en diciembre en 8.9 por ciento; la evolución de los precios del crudo que pudieran significar ingresos del orden de 14 mil millones de dólares (5 mil millones más que los ingresos recibidos en promedio en la década de los noventa), han permitido que el déficit en la cuenta corriente sea menor al esperado, lo que lo hace manejable.
Así las cosas, resulta que crecemos más de lo previsto, sin afectar la evolución de los precios, pero se nos advierte que esto no puede ser completamente bueno: los riesgos son grandes, cuestionan la posibilidad de lograr una inflación del 3 por ciento en el 2003. Por ello, el Banco de México decidió incrementar el corto hasta llegar a 280 millones de pesos y empezar a emitir nuevos papeles: los bonos de regulación monetaria. Además, solicitaron que Hacienda decretara un ajuste fiscal, esto es, una reducción del gasto público para inducir una contracción de la demanda y, con ello, reducir las ''presiones inflacionarias'' que, según estos cancerberos de la ortodoxia, se concentran en los incrementos salariales, que revelan que los agentes no están convencidos de que la reducción de la inflación es factible.
Se trata, en consecuencia, de establecer un principio central de su concepción económica: se está creciendo demasiado rápido, con revisiones de los salarios contractuales que obtienen mejorías reales, lo que no puede mantenerse en el largo plazo, por lo que se requiere realizar un ajuste en las finanzas públicas, básicamente en el gasto. Es claro que la propuesta de Banco de México no intentaba que en estos momentos, a cuatro meses del relevo presidencial, Hacienda decidiera contraer el gasto; el verdadero propósito era que el gobierno foxista entienda que una de las primeras medidas económicas que tendrá que instrumentar es reducir el gasto y controlar el aumento salarial: eso sería actuar preventivamente y mejorar las posibilidades de que el crecimiento de largo plazo se mantenga, nos dicen los banxicos y los analistas del Wall Street Journal.
Los primeros convencidos han sido, precisamente, los analistas financieros que han construido el escenario para que los planteos de Banxico se repitan todos los días, de modo que pronto parezca que se trata de una verdad evidente. Ese era uno de los objetivos implícitos que, sin embargo, parece que no se conseguirá; en realidad, se está mostrando que la independencia de criterio de algunos comentaristas económicos y la existencia de visiones económicas diferentes y actuantes, presentes no sólo entre académicos sino entre los propios empresarios, es una más de las manifestaciones de que nuevos vientos soplan por todo el país, los que, por cierto, son extremadamente sensibles a la esquizofrenia tecnocrática.
Para la sociedad civil, es claro que la economía no ha podido cumplir con su objetivo central de proveer de los satisfactores necesarios a la población. Durante los largos años de las administraciones priístas neoliberales, el crecimiento económico ha sido decepcionante; ahora que está ocurriendo un crecimiento significativo, que no se veía desde los tiempos del auge petrolero, proponerse frenarlo, enfriándolo, implica necesariamente poner por delante la meta antiinflacionaria y desplazar el crecimiento, indispensable para lograr reducir la pobreza imperante. Veremos qué es lo que hace el nuevo equipo económico, pero lo que no pueden olvidar es que privilegiar la reducción de la inflación, implica fallarle a unos electores extraordinariamente atentos.