MIERCOLES 16 DE AGOSTO DE 2000
Ť ALEBRIJES
Amora
Hace más de una década, la escritora y periodista Rosamaría Roffiel (Veracruz, 1945) puso en mis manos el manuscrito de su primera novela, que para ese entonces todavía no tenía nombre. La guera ya había publicado el poemario Corramos libres ahora y el libro de relatos Ay, Nicaragua, Nicaraguita, en el que recoge las vivencias de octubre del 79 a octubre del 80 en medio de la plenitud y euforia del primer año que siguió al triunfo de la revolución sandinista.
Aunque tal vez Roffiel no era consciente del inicio de un proceso que cada día la alejaba más del periodismo para acercarla a la literatura, permaneció con ella una huella imborrable: su gusto por lo testimonial y por una redacción sencilla, clara, características que, revisadas a la distancia, se han convertido en un gran acierto.
Lo cierto es que años después "la Roffiela" -para ser congruentes con el título con el que bautizamos a la naciente obra- se decidió a escribir una novela autobiográfica en la que, con gran desparpajo y naturalidad, aborda el amor entre mujeres y qué, más allá, del "gran tema del deseo y la sexualidad femenina al margen de la norma heterosexual y el prejuicio homofóbico", escribiría más tarde la crítica literaria Aralia López, "hay una revalorización de la solidaridad como compromiso humano y una propuesta ética que, reivindicando el cuerpo, lo trasciende para restaurar en las relaciones individuales y sociales los auténticos lazos de honestidad y lealtad".
Corría 1989 y Rosamaría Roffiel encontró en Jaime Aljure, quien a la sazón trabajaba para el Grupo Editorial Planeta, al editor ideal: entusiasta convencido de las virtudes de una obra que apoyó a través del mencionado sello editorial y que fue presentada, en sociedad, con gran bombo y platillo en el teatro-bar Bugambilia. Pero después de la celebración inicial la autora no estaba preparada para una crítica feroz, cuyos resabios de machismo y homofobia, impidieron una valoración justa y equilibrada.
Sin embargo, Amora se abrió paso y sus lectoras y lectores se convirtieron en legión: la sencillez tan denostada por los especialistas fue, paradójicamente, el vehículo propiciador de una comunión que hizo recomendar la novela de boca en boca. No obstante, la obra se volvió invisible: de la noche a la mañana desapareció de las librerías, pero como oficialmente el tiraje no estaba agotado, era imposible pensar en una reedición.
Digamos que como la novela existía pero no se encontraba por ningún lado, la tecnología vino al rescate: el ejemplar empezó a circular y multiplicarse en fotocopias y Rosamaría recibía cada vez más llamadas de personas que, conmovidas, le agradecían el haber escrito su novela. A pesar de que no apoyamos la piratería, esa ha sido, en el terreno literario, su mejor recompensa a lo largo de los últimos diez años.
Todo lo anterior fue escrito para llegar a decir que una nueva edición de Amora -ahora como parte de la colección Sentido Contrario, publicada por Hoja Casa Editorial- ha empezado a circular y que en esa misma serie se encuentra el libro, también de Roffiel, El para siempre dura una noche, relatos en los que el habla coloquial acercan a Rosamaría a uno de sus sueños, "volverse la Juan Gabriel de la literatura" por el simple deseo de compartir algunas de sus vivencias, como un vehículo para el crecimiento.
Ť Patricia Vega Ť