MIERCOLES 16 DE AGOSTO DE 2000

 

Ť José Steinsleger Ť

La Iglesia de los hombres

Sería equívoco creer que el fanatismo de la Iglesia católica y su cruzada contra el aborto y la sexualidad se nutren de los valores más o menos aceptados de la Edad Media. Al contrario, la Iglesia del siglo XIII gozaba de respeto, la gente creía en ella, y por tanto actuaba de un modo más flexible y predispuesto al diálogo.

Por ejemplo, el pensamiento de un Tomás de Aquino (1225-1274) resulta progresista en comparación con el del papa Juan Pablo II, Karol Wojtyla. Es verdad que el llamado "Doctor Angélico" creía, como Aristóteles, que la mujer es un "varón mutilado". Pero en Suma Teológica, obra magna en la que se discurre sobre la conciliación entre la razón y la fe, Tomás acepta que la mujer no sólo tiene alma sino que es igual a la del hombre.

A don Karol, en cambio, le entusiasma hablar de su lucha "contra nazis y comunistas"... ƑY si mañana algún biógrafo nos cuenta que también admiraba a San Cirilo, quien luego de ser ascendido a santo hizo lapidar a la filósofa y matemática griega Hipatia (370-415), la mujer más sabia de la época? De lo que sí estamos seguros es que al Papa poco deben entusiasmarle personajes como Santa Hildegarda (1098-1179), abadesa benedictina que en sus arranques místicos hablaba de "la naturaleza femenina de Dios".

šPobre San Ambrosio! Si supiese que su Iglesia ya vive a años luz de aquellos estoicos cristianos de la patrística. Catorce siglos antes de Marx, dijo Ambrosio: "la naturaleza ha creado el comunismo y es la violencia la que ha creado la propiedad privada". Y el día del juicio final... Ƒde qué largo será su látigo para ajustar cuentas con los dueños del banco Ambrosiano, donde el César cobra lo suyo y Dios extiende inútilmente la mano?

Parecería que la Iglesia de Juan Pablo II y su rebaño de burócratas celestiales (con mucho poder y por ende peligrosos), están más cerca del emperador Constantino que de aquellos que en sus filas dieron la lucha contra la fe de las tinieblas. ƑO el Papa no es a Washington lo que el emperador Constantino fue a Roma, cuando la Iglesia de los pobres celebró su matrimonio morganático con el imperio?

En el siglo IV la Iglesia católica ganó, y de perseguida se convirtió en perseguidora. A partir de allí, su doctrina fundadora, la de Pablo de Tarso, difundió en Occidente la más cavernaria pesadilla de Oriente: la concepción del pecado original. Ciudadano romano "torpe en el lenguaje" (como él mismo lo confiesa), el misógino San Pablo pasó de verdugo de cristianos a comandante general de la cristiandad. Y como judío cristianizó la sentencia del Talmud: "los cabellos son una desnudez".

Mil 600 años después, el impío catolicismo del Vaticano y los impíos políticos de Washington coinciden en la reflotación del copioso arsenal de pecados que fingen tomar en serio. ƑInercia de espíritu? ƑConveniencias inconfesables? Como si nada hubiese pasado. Como si se temiese la fuerza creciente de una conciencia universal que ya no tolera que se obligue a las personas a volverse monstruosamente hipócritas para sobrevivir.

La lucha exacerbada contra la sexualidad, el aborto y el cuerpo es un engendro ideológico de la modernidad avanzada. En tiempos de Santo Tomás y durante los seis siglos que siguieron, las penas por aborto apenas obligaban a la confesión arrepentida y consideraban que parte del "pecado" recaía sobre el varón. Pero en 1869, el papa Pío IX ordenó que se penase el aborto con la ex- comunión.

Reparemos en la época. Es el siglo del "Frankestein" de Mary Shelley, pidiendo un poco de amor a los hombres; el de Manuela Sáenz, junto a Bolívar; el de George Sand, usando pantalones; el de Flora Tristán, luchando en el Perú; el de "Madame Bovary", "Ana Karenina", "Hedda Gabler" y "Casa de muñecas". El siglo de las mujeres que van a la revolución, que exigen el derecho al voto, que fuman en público y echan el humo en la cara del marido, pidiéndole el divorcio.

Unidos en su cruzada contra el aborto, pretexto criminal y tenebroso, los fundamentalismos religiosos buscan revertir la lucha que las mujeres entablaron durante siglos, acumulando éxito tras éxito.

Al catolicismo, que en la culta Europa ya poco puede hacer y en otros continentes nunca consiguió demasiado, sólo le queda un vasto territorio de dominación: el cuerpo de la mujer latinoamericana.