LUNES 14 DE AGOST0 DE 2000
Ť Iván Restrepo Ť
La catedral de la discordia
Un ejemplo de las perversas relaciones entre el sector público y el partido oficial se vive ahora en la ciudad de Cancún, el polo turístico más importante de México. Allí existe un predio de poco más de 8 hectáreas que pertenecía al Fondo Nacional de Turismo (Fonatur). Desde hace años la población ha pedido a las autoridades que esa fábrica de oxígeno (la llaman el "ombligo verde" por su ubicación privilegiada y su rica biodiversidad) no acabe invadida por asfalto y edificios.
Exigen, en cambio, convertir dicho espacio en un parque cultural y recreativo, donde los árboles sean el elemento clave y permitan la vida de las 200 especies distintas de flora y fauna que allí existen, algunas en peligro de extinción. Máxime si Cancún apenas tiene una décima parte de las áreas verdes que la Organización Mundial de la Salud recomienda como necesarias para que una comunidad se desarrolle en armonía. Y porque otro parque, el Kabbah, tiene hoy 40 por ciento menos extensión de la que Fonatur le asignó originalmente como parte del desarrollo urbano.
En esta lucha por los recursos naturales, encabezada por reconocidos líderes de opinión (como Bettina Cetto, Tulio Arroyo Marroquín y Araceli Domínguez), se logró impedir que allí se instalara una subestación eléctrica y una terminal de autobuses. Todavía hace dos años, Fonatur estuvo de acuerdo en que el "ombligo verde" tuviera un destino ambiental, social, cultural y de esparcimiento. Para ello, calificados arquitectos, biólogos y promotores culturales realizaron estudios con el propósito de ponerlo al servicio de una comunidad de 700 mil habitantes que carece de la infraestructura adecuada para la convivencia social, especialmente entre los jóvenes. Cancún, hay que repetirlo, expresa el abismo entre el lujo del turismo trasnacional y las carencias de la mayoría de su población.
No obstante, cuatro días antes de las pasadas elecciones, el director de Fonatur, Alfredo del Mazo, entregó al ayuntamiento de Cancún una parte de las ocho hectáreas citadas. Luego, en una sesión express celebrada 39 horas antes de las elecciones, los miembros priístas del cabildo cedieron a la Iglesia católica local parte de esa superficie para que erija su catedral, sus servicios anexos y el palacio del obispo. Los demás regidores, hasta los del PAN, se opusieron. Cabe advertir que el anterior gobernador de la entidad, Mario Villanueva, varias veces prometió a la jerarquía católica un terreno para levantar la catedral y hasta ofreció apoyo financiero para la obra. A pesar de la negra leyenda que lo envuelve, de sus arbitrariedades y de sus buenas relaciones con el clero, el ex mandatario no se atrevió a entregar el "ombligo verde" para ese fin.
Ceder al vapor una propiedad federal a una persona moral privada como es la Iglesia, pretendía atraer votos para el PRI. Por ello, la ceremonia en la que Del Mazo anunció que el "ombligo verde" dejaba de serlo para llenarlo de concreto y asfalto, se distinguió por el acarreo organizado por la alcaldesa y su partido. La práctica de recurrir al sentimiento religioso de la gente para comprar votos o apoyos se dio aquí sin el más mínimo recato y atropellando la ley. Sin embargo, la ilegalidad de la maniobra no obró el milagro de llenar las urnas a favor del PRI: su candidato a la Presidencia apenas obtuvo en Cancún uno de cada cinco votos depositados.
Nadie en esa ciudad se opone a que las Iglesias levanten sus templos en los sitios adecuados; mas la inmensa mayoría, aunque profesa la fe católica, está en desacuerdo con que la catedral se edifique a costa de un área verde, estratégicamente ubicada y de probada biodiversidad. Menos aún aprueba que con fines electorales se violente el estado de derecho y, de paso, se cree un conflicto entre la jerarquía eclesiástica y la mayoría de la comunidad. Recientemente el párroco Rafael Ruiz empezó la tala de árboles, apoyado por personal del ayuntamiento, violando en diversos aspectos la legislación ecológica vigente. Mientras, algunos sacerdotes piden la hoguera para quienes se oponen a la destrucción del área natural más importante de la ciudad.
Los recursos naturales de nuestro país disminuyen cada día. Es grave comprobar que son las propias autoridades las que alientan esa pérdida en detrimento de la calidad de vida de la población. Eso es lo que hacen hoy diversas instancias oficiales en Cancún. Sólo falta que inviten al presidente Zedillo a dar el último hachazo contra el último árbol del "ombligo verde" y a colocar la primera piedra en la catedral de la discordia.