DOMINGO 13 DE AGOSTO DE 2000
Ť Guillermo Almeyra Ť
Cuba y la historia
LAS TREMENDAS DIFICULTADES que enfrenta Cuba, en particular desde hace una década, son, a la vez, un reto y una oportunidad. Un desafío, por ejemplo, es cómo resolver lo que los cubanos llaman "las tres principales carencias: desayuno, almuerzo y cena"; cuando la productividad es baja, importar alimentos cuesta enormemente en divisas que dependen esencialmente de los inseguros ingresos del turismo y de las remesas de los emigrados; han caído y seguirán cayendo los precios de las materias primas que Cuba exporta y aumentan en cambio los de la energía, de la que carece, incluso, para la zafra azucarera y para el transporte de alimentos.
Otro reto, por ejemplo, es cómo centralizar desde abajo una producción que responda antes que nada a las necesidades y prioridades fijadas por la población misma, cuando la centralización se ha construido desde arriba, burocráticamente, y la burocracia se niega a cambiar de mentalidad y de métodos y, además, desmoraliza y desorganiza a quienes intentan organizar democráticamente las cosas desde las bases, no prescindiendo del partido y del gobierno, pero tampoco dependiendo de ellos.
El tercer desafío es cómo hacer construir el indispensable flujo de informaciones, datos, sugerencias, sin el cual no puede haber democracia, construcción de ciudadanía ni movilización en la economía de los recursos creativos, tan abundantes en el pueblo cubano, cuando lo peor del régimen es su raquítico y esclerosado aparato de comunicaciones, en el cual, por otra parte, muy pocos creen.
En cuanto a la oportunidad, ésta deriva, precisamente, del derrumbe del viejo sistema burocratizado y de la escasez. Es decir, de la necesidad urgentísima de innovar, de recurrir a la gente, a su iniciativa y su trabajo (los cuales sólo pueden desplegarse por completo evitando el despilfarro de la incapacidad y corrupción burocráticas y de los múltiples controles que sólo retrasan los resultados). Si las tierras estatales no pueden rendir, por falta de abonos, de insecticidas, de transporte, de acarreo de los productos, es mejor recurrir a la cooperación simple, a la utilización de la mano de obra y la iniciativa de los pequeños campesinos que, aparte de sentirse protagonistas del desarrollo, mejorarán su nivel de vida y, por lo tanto, estimularán el mercado interno de bienes de producción semiartesanales o de la industria liviana.
El Estado podría evitar que se abran demasiado "las tijeras" entre el campo y la ciudad, y que en aquél crezca una capa de campesinos ricos que hagan pagar caro a los ciudadanos su abastecimiento desarrollando reales cooperativas de consumo o mediante impuestos selectivos.
La autogestión también reduciría los costos, pues un colectivo de técnicos podría, por ejemplo, hacer un diagnóstico sobre el parque de que dispone su empresa, para ver cómo reparar in situ lo que sea posible arreglar con recursos nacionales, cómo construir dispositivos prácticos que ahorren divisas, cómo y dónde comprar lo que sea indispensable, ahorrando así las decisiones intempestivas o arbitrarias y reduciendo los gastos de almacenamiento y de adquisición. En vez de depender de costosas importaciones de alimentos para la hotelería se podría llegar a acuerdos con cooperativas de campesinos yucatecos o de Quintana Roo, con contratos de compra asegurados a precios mutuamente ventajosos al eliminar intermediarios, y también con cooperativas europeas.
O, como en el caso de la empresa Gaviota, a cargo del ejército, que actúa en el campo del turismo, utilizar los medios de transporte militares para ayudar a retirar las cosechas de cooperativas campesinas o para facilitar la construcción, la fabricación del mobiliario, la reparación eléctrica, que utilizan gran cantidad de mano de obra, sustituyendo importaciones y, sobre todo, dando una base a la acción colectiva y a la autogestión. ƑPor qué no permitir, dotándolas de computadoras e Internet, que las organizaciones campesinas, barriales, estudiantiles creen sus propios periódicos, sus redes de información, nuevas asociaciones? ƑPor qué no hacer "revistas habladas", o sea, debates sobre temas científicos, literarios, históricos, teóricos del socialismo e invitar a participar en ellas a intelectuales y especialistas cubanos o extranjeros? La idea de que el partido único es indispensable, porque si no la contrarrevolución envenenaría las mentes, refleja una confianza muy escasa en las propias ideas y en la capacidad de discernimiento del pueblo cubano, al cual ese paternalismo trata como niño tarado. Por el contrario, "sólo la verdad es revolucionaria" y sólo la democracia puede ayudar a madurar las conciencias y afirmar la seguridad colectiva, que no puede depender de la gendarmería ni siquiera de la de las ideas.