DOMINGO 13 DE AGOSTO DE 2000

 

Ť Antonio Gershenson Ť

Apagones

YA LLEVA TIEMPO LA crisis de abasto de energía eléctrica en las partes más densamente pobladas de Estados Unidos. En unos casos se dan disparos en los precios de la energía, que llega hasta decenas de veces su valor normal. En otros, apagones. Para conjurar estos últimos, hasta donde sea posible, se tienen programas de emergencia con niveles de reducción de consumo, tienen su "fase 1", su "fase 2"... como en nuestras emergencias ambientales, sólo que bastante más frecuentes. Ha habido rachas de apagones en otros países que han con-fiado en que el mercado, por sí solo, iba a resolver los problemas de una industria que requiere previsiones y planeación de largo plazo, debido a que las plantas de generación, en casi todos los casos, requieren de años para ser construidas e instaladas. Argentina, Chile y Ecuador son sólo unos ejemplos de apagones en una escala que nosotros no hemos tenido hasta hoy.

Ahora nos llegan a nosotros los cortes programados de energía eléctrica, sobre todo en el noreste del país. Y esto nada tiene que ver con las amenazas de Téllez y de otros funcionarios, queriendo imponer una contrarreforma constitucional. Los efectos de esa reforma, que no necesariamente hubieran sido mejores que los de los países que mencionamos, se hubieran visto en años. Lo que sucede hoy es por lo que se dejó de hacer ayer. Las causas de que en México no tengamos suficiente capacidad instalada de generación eléctrica no son iguales que en otros lados, como tampoco lo es la magnitud del problema.

En 1992 se llevó a cabo una reforma a la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica. Las autoridades, primero del gobierno de Salinas y luego del actual en sus primeros tiempos, confiaron en que la inversión privada iba a fluir por sí sola y suspendieron los recursos públicos en nuevas plantas eléctricas. La inversión privada no fluyó nada más porque sí. La primera planta de propiedad privada, Mérida III, apenas este año está entrando en operación, ocho años después de la citada reforma.

Al principio no se notó este problema en el nivel de apagones, porque había plantas a medio construir que fueron entrando en operación a lo largo de los años, y porque había capacidad de reserva. Pero esto se acabó, y las nuevas plantas que se han estado concursando en estos últimos años apenas van a entrar en operación, una por una, a lo largo de los próximos meses y años.

Estas experiencias son muy importantes para las reformas que hoy están en discusión en materia eléctrica, y ya no me refiero a la difunta privatización. La cuestión del financiamiento privado ni siquiera es decisión nuestra. Desde que, en tiempos de Reagan y Thatcher, el Banco Mundial y el sistema financiero internacional suspendieron el financiamiento a las empresas públicas, y lo empezaron a canalizar exclusivamente a empresas privadas, la única forma de no recurrir a estas últimas es con un monto de recursos propios muy elevado. En México, los recursos se han dilapidado en experimentos tipo Fobaproa e IPAB.

Lo que sí podemos y debemos decidir es la forma de canalizarlo. Y un elemento fundamental para no tener apagones es la planeación de largo plazo. Además, aunque no en escala suficiente, es posible canalizar inversión pública a proyectos clave si se deja a las empresas públicas crecer, ser rentables y tener autonomía de gestión y recursos suficientes, en vez de que Hacienda las use como intermediarios en una recaudación fiscal que se cana-lice a subsidiar banqueros y a parchar privatizaciones fracasadas.