DOMINGO 13 DE AGOSTO DE 2000

 


Ť Néstor de Buen Ť

Geometría política

Tiene razón Federico Ling Altamirano, senador electo del PAN, cuando dice que la ubicación política a la izquierda o a la derecha "es una geometría anticuada" (aquí, en La Jornada del jueves pasado). Aunque tenga, sin la menor duda, un sabor romántico pero ya de muy escaso contenido.

Algo de culpa tiene el señor Fukuyama con sus tesis acerca del fin de las ideologías. Pero el hecho real es que en estos tiempos dominan las economías y éstas prefieren no colocarse sino en el pragmatismo. šQue tengan ideas los viejos!

El modelo europeo es bastante expresivo. Teóricamente domina la socialdemocracia que inventó Lasalle, pero un análisis cuidadoso de las actitudes de sus más relevantes defensores hace notar que de socialismo tiene ya muy poco aunque, en general, bastante de democracia, al menos electoral.

El señor Blair y su guía espiritual Gidden empiezan a perder un poco el tipo y la popularidad que le permitió al hoy primer ministro desbancar a los conservadores. Sin embargo, se dieron un serio tropezón a partir de la elección para alcalde de Londres, que ganó un antiguo miembro de su propio partido hoy en la oposición y bastante más progresista.

Las recientes elecciones internas del PSOE enfrentaron cuatro versiones del socialismo. Una de ellas, inspirada por Alfonso Guerra, marcaba un breve avance hacia la izquierda (sin precisar demasiado el grado de avance), en tanto las otras tres, particularmente Bono, miraban más hacia el lado conservador.

En Francia, el señor Jospin sí se ha manifestado con ciertos radicalismos que expresa mejor que nadie su ministra de Trabajo, la señora Aubry, pero el freno presidencial del señor Giscard, notable conservador, también se hace notar. Y en Alemania, más que un triunfo socialdemócrata, que en cierto modo lo hubo -al fin y al cabo en ese país se inventó la socialdemocracia-, lo que se ha producido es el dramático desplome del antiguo y casi vitalicio primer ministro, el señor Kohl, arrastrado en acusaciones de corrupción que le han quitado la aureola de triunfador permanente y le ha dado nuevos aires a los socialdemócratas

Si analizamos nuestra propia geometría política, encontraremos muy poco espacio para la izquierda tradicional. Los viejos comunistas han abandonado el campo de batalla y en su último refugio, el PRD, no parece que se emocionen demasiado con las tesis del marxismo. En su lugar han intentado recuperar el nacionalismo revolucionario, que es una manera elegante de no decir nada salvo que se pueda admitir -y no lo admito- que las revoluciones son para siempre, de tracto sucesivo, en lugar de una transformación violenta del sistema jurídico.

Nacionalismo revolucionario parecería una calificación sin mayor contenido. Asume que todo el país, de manera uniforme, acepta los postulados de la revolución a partir de encerrarse en su propia casa. Olvida que hay clases, que las clases están en pugna y que un acuerdo político nacional ni existe ni nunca ha existido.

Peor les va a los revolucionarios institucionales: la suprema contradicción terminológica, ya que es una especie de movimiento rápido sin dar un solo paso. Claro está que los priístas se defienden diciendo que hicieron cambios radicales y después los consolidaron, convertidos en instituciones. Pero si nuestra Constitución de 1917 fuera el ejemplo de esa institucionalización, habría que preguntarse el porqué a la fecha tiene, según hábil recuento de Rubén Delgado Moya (Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos comentada, Edit. Sista, décima edición, 2000, pp. 337-339), 479 reformas.

Claro está que lo del nacionalismo es enfermedad común. El PAN lleva en su nombre la tesis. Y yo me pregunto si eso lo ubica en el mismo rumbo que a los otros dos partidos, hoy en minoría.

Todo esto viene un poco a cuento por las expresiones de Vicente Fox, que tiene una gran habilidad para llamar la atención. Lo hace con gracia y le sale bien. Ha dicho que se ubica en el centro izquierda y esto tampoco dice mucho, si es que dice algo, con ello.

En mis remotísimos tiempos infantiles, ser liberal era casi ejemplo de supremo radicalismo. Hoy expresa una posición conservadora. Y no digamos cuando se hace neo, que lo convierte en más conservador aún.

Pero lo que cuenta es el índice inflacionario, la bolsa de valores, el tipo de cambio, la balanza de pagos y para algunos, cada vez menos, las cifras dramáticas del desempleo y de la extrema miseria.