DOMINGO 13 DE AGOSTO DE 2000
Ť Se cumplió ayer un año de la ocupación militar
Con un baile se celebra la lucha en Amador Hernández
Ť Agresiones y amenazas de desalojo pesan sobre 30 comunidades
Hermann Bellinghausen, enviado/ II y última, Amador Hernández, Chis., 12 de agosto Ť El sol de mediodía pesa como cuatro veranos juntos sobre las cabezas de los manifestantes zapatistas. Los bebés en brazos de sus jóvenes madres llevan gorritos ceñidos con listones de muchos colores. Los hombres de pasamontañas y sombrero o cachucha, las mujeres y los niños en edad de caminar con la cabeza descubierta y paliacates en el rostro. Todos con bastones de palo para sortear el fango, "muy liso", y los ríos.
En cuanto llegan los primeros indígenas al lugar de la protesta, como cada mañana, y gritan el primer "šZapata vive, la lucha sigue!", los altoparlantes del campamento militar inician sus transmisiones de ensordecimiento. El disco de hoy es de marchas militares, interpretadas por un coro mixto y una banda de guerra. Una mujer de la sociedad civil señala: "Como ora vinieron más plantonistas (unos 200), los gritos son más fuertes y los soldados necesitaron colocar más bocinas".
Para la noche se esperan todavía más indígenas, pues el aniversario de la resistencia lo celebrarán con un baile. Sólo a esta gente se le ocurre organizar bailes cuando cumplen años sus problemas, podría pensar uno, pero no es eso lo que conmemoran, sino la duración de su lucha. La ofensiva militar de agosto pasado afectó la tranquilidad no sólo de Amador Hernández, sino también de Guanal, Guadalupe, Pichucalco y Zapotal. Desde entonces los aviones y helicópteros sobrevuelan las comunidades contínuamente, y son rondadas por patrullas militares los ranchos y las milpas. Así que son muchos los campesinos que desde hace un año padecen la ofensiva.
Las agresiones del Ejército no han cesado. Un representante del municipio autónomo Emiliano Zapata lee en un pequeño papel ante el enviado de La Jornada. "Estas son las denuncias", explica previamente: "El 25 de julio los ejércitos agredieron a los compañeros y tiraron gases lacrimógenos. El 30 de julio agredieron a golpes a una compañera de nosotros. Además, los soldados siguen saliendo al monte, y diario sacan tablas de tres metros".
A raíz de la ocupación militar del camino real de Amador Hernández, las amenazas de desalojo y las presiones gubernamentales han aumentado sobre las más de 30 comunidades asentadas dentro de los Montes Azules, y han sido víctimas de una campaña de opinión pública por parte de los empresarios y científicos con intereses en la reserva de la biosfera, así como varios intelectuales sorprendidos en su buena conciencia ecológica. Además de la Sedena, han participado en la ofensiva gubernamental Semarnap, PGR y PFP. Y ahora hasta Ford Motor Company se anuncia como defensora de la selva Lacandona.
"Un año de plantón es muy pesado", reconoce Joel, "se atrasó el trabajo de la milpa y muchos compañeros agarraron enfermedad. Pero nadie se ha desanimado", aseguran.
En este periodo, varios miles de campesinos, en su mayoría tzeltales, han participado por periodos de dos semanas en el plantón, lo cual implica abandonar sus casas y labores, para encarar a "ejércitos", pernoctar en condiciones precarias y alimentarse con tostadas, frijoles, y arroz cuando hay.
Esta tarde, al concluir su ronda cotidiana, las bases de apoyo del EZLN retornan al campamento que levantaron entre la comunidad de Amador Hernández y la base de operaciones militares. Buscando la sombra, los refresca un tazón de posol. En el arroyo, las mujeres enjuagan sus fuertes piernas, untadas de un lodo más oscuro que su oscura piel. Ríen, como siempre que concluyen una faena. A sus pies y bajo la tierra yacen importantes reservas de petróleo, y en los vecinos Montes Azules un sinnúmero de recursos minerales y botánicos parecen aguardar el saqueo genético y la explotación trasnacional.
Queda una última impresión de campo: los campesinos, de espaldas, levantan puños, palos y gritos. Enseguida, la serpentina de cinta cortante que cerca el área ocupada. En el siguiente plano, el páramo sin vegetación alguna que hace las veces de helipuerto. Y luego, el basurero mal enterrado con piedras e invadido por los zopilotes. Pocos pasos atrás, un par de oficiales del Ejército federal toman nota, desde la empalizada que rodea la colonia castrense. Por último, bajo la arboleda, las torretas, barricadas y casas del cuartel. Un muchacho tzeltal, viendo la misma escena, comenta: "Los soldados están con los zopilotes", y yo apunto la frase, aunque no es fácil de olvidar.