SABADO 12 DE AGOSTO DE 2000
  
* Juan Arturo Brenan *
Niños y niñas que cantan

Lo que en principio se anunciaba como un recital de los Niños Cantores de Hong Kong resultó, a fin de cuentas, una sesión musical más amplia y variada que eso, y una buena oportunidad para calibrar algunos de los parámetros que definen esa interesante región de la actividad musical que es el canto coral infantil. Si bien la parte protagónica del concierto estuvo efectivamente a cargo de los infantes chinos, el programa en su totalidad cumplió bien con sus propuestas de intercambio y convivencia musical a través de culturas y fronteras. Para comenzar se presentó un grupo moreliano, el Coro de la Inmaculada, integrado por 25 niñas y un niño, y dirigido por Hernán Cortés. Este coro michoacano mostró buen trabajo de conjunto y buen ensamble, así como un repertorio que a pesar de lo breve de su participación permitió apreciar amplitud y variedad. Momentos destacados del Coro de la Inmaculada: el buen manejo del ritmo en la Chacona, de Juan Arañés, y la seguridad en las armonías más modernas del Canto de la infancia, de Manuel Torres. Se presentaron después los Niños Cantores de Toluca (nueve mujeres y tres hombres), dirigidos por Emilio Hernández. Se trata de un coro de muy reciente formación, muy pequeño, al que por lo mismo le hace falta seguir un proceso de maduración y experiencia. El coro mexiquense demostró, entre otras cosas, sentirse más a gusto en el repertorio popular que en el de concierto; así, su versión a El cascabel contó con mejores parámetros de afinación, aplomo y seguridad que sus fragmentos del Stabat Mater, de Pergolesi. La actuación de los coros anfitriones concluyó con la presencia de la Schola Cantorum de México, grupo de trayectoria sólida y aplaudida, que se presentó con 15 mujeres y cuatro hombres, y que bajo la exigente dirección de Alfredo Mendoza ha alcanzado un nivel musical que le ha permitido presentarse con éxito en complejas obras operísticas y del repertorio sinfónico-vocal. De muy buena calidad fue la interpretación de la Schola Cantorum de México al bello arreglo coral de Federico Ibarra para Margarita, está linda la mar. Como muestra de otras áreas del potencial del grupo, las tres jóvenes solistas que participaron recientemente en La flauta mágica de Mozart en Bellas Artes repitieron ahora parte de su trabajo operístico, logrando un rico y fluido trabajo de ensamble.

Aparecieron después los Niños Cantores de Hong Kong (34 mujeres y 20 hombres), quienes durante su actuación mostraron no sólo un estimable nivel de disciplina y acoplamiento, sino también diversos talentos de danza, pantomima y ejecución instrumental. En este último rubro, como complemento a las obras corales, dos momentos fueron realmente sorprendentes: la calidad de la ejecución de Kitty Cheung (¿12, 13 años?) en el violín, en sendas obras de Saint-Saëns y Pugnani, y un bello carrillón tocado a 34 manos por 17 miembros del coro. En la parte estrictamente vocal del programa de los Niños Cantores de Hong Kong imperó la variedad de repertorio, destacando sobre todo los fragmentos de A ceremony of carols, de Benjamin Britten, y las canciones folklóricas chinas arregladas por el director del grupo, Yip Wai Hong. A diferencia de los coros mexicanos, el coro chino sazonó su actuación con diversos recursos escénicos que, ante todo, realzaron la parte lúdica de este interesante encuentro de voces infantiles. Para concluir tal encuentro, los cuatro coros se reunieron para cantar sendas piezas en español, chino e inglés, formando un sabroso coro infantil de ciento once voces. A propósito: si el lector se pregunta el por qué de mi manía numérica en esta nota, se lo explico de inmediato. No he citado la distribución de niños y niñas en cada coro por capricho: me parece que sobre todo en coros infantiles, la proporción de esa distribución es un dato importante (como lo es la distribución de edades) para comprender el rango, el balance y el color particular de cada coro.

El Auditorio Blas Galindo del CNA se llenó a reventar para este encuentro coral, y mucha gente quedó fuera. Mi pregunta cínica de hoy: ¿el lleno fue consecuencia de un interés genuino y masivo en los coros infantiles, o de la gratuidad del concierto? Quisiera pensar que fue lo primero, y que hay en el canto coral infantil una buena veta a explorar para la difusión amplia y productiva de un área particularmente noble de la música; ver y oír cantar a estos niños y niñas es una experiencia llena de momentos evocativos y conmovedores. Si ese interés está latente, urge traer a México al Coro Tapiola de Finlandia, un coro infantil con unas cualidades musicales y una amplitud de repertorio que no tienen comparación en el mundo.