VIERNES 11 DE AGOSTO DE 2000

Ť "Le gustaba su trabajo", afirma la viuda Rosario Hernández


Resaltan la vocación del agente ultimado

Ť "Su sueño siempre fue tener un negocio y después comprar una casa"; su sueldo no se lo permitía

Angel Bolaños Sánchez Ť Mientras el féretro descendía al fondo de la sepultura, a lo lejos, fuera del cementerio, las sirenas de una escolta de patrullas despidió por última vez al policía fallecido el martes por la tarde durante un enfrentamiento con asaltantes de un microbús, en la colonia San Pedro de los Pinos.

Ernesto Antonio López Osorio era originario de Hidalgo, donde vive la mayoría de sus familiares, quienes no pudieron estar presentes; a su madre ni siquiera le avisaron, debido a que se encuentra muy delicada de salud; "imagínese", dijo con resignación Rosario Hernández, viuda del uniformado.

Con la serenidad recuperada luego del sepelio, la mujer de 54 años, también emigrada de su natal Oaxaca desde hace muchos años, respiró profundo y soltó un "pues ya, ni modo", encogiéndose de hombros.

Recordó entonces que a su esposo le gustaba su trabajo; de hecho, de los diez años que perteneció a la corporación, los mejores para él fueron desde 1997, cuando le dieron una bicicleta y lo mandaron a patrullar las calles de las colonias San Pedro de los Pinos y Nápoles.

Su "sueño siempre fue tener un negocio y después comprar una casa", pero con los poco más de mil 700 pesos que ganaba a la quincena ni siquiera era posible ahorrar, tan sólo la renta de su vivienda es de 700 pesos al mes.

La escolta de patrullas, que pidió ayer el hijo mayor de López Osorio, Ernesto Gildardo, al director de Recursos Humanos de la Policía Auxiliar (PA), Ricardo Martínez, no llegó a la hora convenida para el traslado del féretro a la parroquia María de la Asunción, donde se celebró la misa de cuerpo presente a las 10:30 horas.

Pero no fue necesario, los policías del 56 agrupamiento formaron una valla para el paso del cortejo.

Alrededor de las 13 horas López Osorio salió por última vez del que fuera su domicilio desde hace poco más de un año, en hombros de algunos policías.

Para llegar al panteón civil Santa Fe hubo que subir la calle Rubén Darío en pendiente hasta la avenida Vasco de Quiroga, donde finalmente aguardaban tres patrullas de la PA para formar la escolta; dos se colocaron al frente y otra atrás, para reanudar el recorrido de apenas unos 500 metros.

"En paz descanse" y "Recuerdo de sus compañeros de la Policía Auxiliar 56 Agrupamiento", rezaban las dos cintas de color violeta en una corona de flores.

Ernesto Gildardo López tiene 18 años y ya es padre de un niño de cinco meses, Luis Ernesto. No ha decidido aún si acepta o rechaza el ofrecimiento de la PA para ocupar el lugar que dejó su padre, sobre todo por la resistencia de madre y de su esposa. Recuerda que su progenitor decía que "mientras no les falte casa, comida y vestido, todo está bien. Cualquier trabajo es bueno".

Mi padre, añadió, "murió como los valientes; como un héroe; con la frente en alto; como siempre quiso: cumpliendo con su deber".

Por otra parte, hoy acompañará a su madre a las oficinas administrativas de la PA para pelear por "el pago íntegro" de la indemnización y el seguro, luego de que ayer recibieran un cheque por poco más de 203 mil pesos.

"Vamos a pedir lo doble, 406 mil pesos, o que le den una pensión alimenticia a mi mamá hasta que mi hermano, que va a terminar la secundaria, cumpla la mayoría de edad; tiene 16 años", anunció.