VIERNES 11 DE AGOSTO DE 2000
Ť Horacio Labastida Ť
Pinochet en Guanajuato
Las recientes noticias son muy alentadoras porque de algún modo muestran que al fin y al cabo la razón humana, maravillosa función de la inteligencia, es capaz de triunfar sobre la barbarie. Augusto Pinochet, el general que cínicamente traicionó y propició la muerte de Salvador Allende, uno de los gigantes de la América Latina honesta y noble, ha sido despojado de la inmunidad que como senador vitalicio chileno se otorgó, él mismo, durante el ejercicio de la brutal tiranía que montó en la patria de Pablo Neruda. El criminal octogenario, escapado de la justicia española que lo citó para responder de sus múltiples delitos, esperaba pasar gratamente sus últimos años entre los caudales que acumuló y las sonrisas de quienes han tratado de endiosar el mal y satanizar el bien. Sin embargo, las cosas no fueron optimistas al sombrío dictador. Ni sus antiguos asociados, los gobernantes de la Casa Blanca que lo escudaron, armaron y dirigieron en los años genocidas, han buscado velar la sentencia de la chilena Corte Suprema, resolución que reconoce la existencia de sospechas fundadas sobre la culpa del citado militar en los muchos asesinatos que se llevaron a cabo poco después del golpe que lo instaló en la Casa de la Moneda. Ahora esas autoridades estadunidenses califican de histórica la decisión del desafuero de su ex aliado, escenificando una vez más la cíclica conducta de Washington: si alguno de sus lacayos latinoamericanos deja de serle útil, le mueven el tapete para que caiga y exhiba sin tapujos la grand merde que llena su conciencia, actitud bien reflejada en célebre anécdota que corrió hace años, con motivo del espectacular atuendo de Somoza en la recepción ofrecida a gobernantes latinoamericanos, en la mansión oficial del Tío Sam. Modelado por los testigos, el rumor fue de esta manera. El presidente de Norteamérica preguntó a su secretario de Estado quién era el singular personaje que acababa de atravesar la puerta del salón; el funcionario respondió: es el general Somoza, y al instante el presidente comentó en voz baja: "šoh! sí, ya sé, es un hijo de p..."; y el interlocutor agregó: "sí, sí señor presidente, pero no olvide usted que es nuestro hijo de p...".
El gorilato se fraguó en América del Sur para liquidar no sólo el marxismo que influía en las elites intelectuales de los años sesenta y setenta del siglo pasado, sino muy principalmente para extinguir la libertad de pensamiento y sujetar a los pueblos a la verdad apodíctica que diseñaron los dueños del poder económico, alentados y orientados por el capitalismo internacional atemorizado ante la guerra fría. Fue indispensable dejar bien claro que sólo existía una certidumbre suprema: sin importar la miseria de las grandes masas o el hundimiento de países pobres, la superriqueza empresarial y sus connotaciones políticas y sociales tendrían que ser respetadas a fortiori como la instancia última del bien común, y quien atentara contra su postulación sufriría tormentos, persecuciones, mutilaciones y la destrucción, a semejanza de lo que hicieron Hitler y Mussolini antes de la Segunda Guerra Mundial. En la nueva epistemología política lo falso se identifica con todo pensamiento contrario a los intereses en que abrevan los señores del gran dinero, apuntalados por la alta burocracia de la Iglesia católica. En estas circunstancias, Pinochet y su mundo simbolizan las fuerzas que buscan cosificar al hombre privándolo de su capacidad de enjuiciar críticamente el statu quo, a fin de abrir las puertas al renacimiento abstruso y desvergonzado del absolutismo inherente a las políticas totalitarias.
Y en este momento salta la inesperada sorpresa. Ajenos a las lecciones del mundo moderno favorable a la democracia y no al fascismo, ciegos a la lucha por sentar en los tribunales a los genocidas, la mayoría panista del Congreso guanajuatense decidió descargar las iras de la ley contra mujeres violadas que pretendieran purgar su dolor acudiendo al aborto, y como es obvio atrás de tan grosera medida se escuchan las palmadas de un clero católico tan pagado de sí que no ha pedido perdón por sus execrables pecados, imitando el arrepentimiento de Juan Pablo II. ƑAcaso es posible redimir la tragedia de una mujer violada cargándola con el producto animal de quien la injurió? ƑLa dignidad humana de la mujer se mantiene y enriquece asfixiando su libertad y protegiendo la indignidad del estupro?