JUEVES 10 DE AGOSTO DE 2000

 


* Orlando Delgado *

Expectativas y restricciones

Todas las estimaciones sobre los resultados económicos de este año coinciden en plantear que la trayectoria de nuestra economía es sólida. De hecho, tanto entre algunas de las corredurías más importantes, como en el sector privado nacional, las expectativas actuales son mejores de lo que eran a finales de junio. En esto, por supuesto, influyen los resultados electorales, pero en realidad la mejoría en las expectativas tiene que ver con los resultados observados para el primer trimestre y los que se esperan para el segundo.

Santander Investment y J.P. Morgan han señalado que esperan un crecimiento del PIB para el año 2000 de 6.5 por ciento y 6.9 por ciento respectivamente, mejorando sus estimaciones de principios de año: 5.6 y 6.5 por ciento. Los empresarios mexicanos ųsegún la encuesta que levantó el Banco de México entre el 17 y el 26 de julioų también han corregido al alza sus previsiones sobre el crecimiento de 5.5 a 5.7 por ciento; en el mismo sentido positivo han mejorado las previsiones sobre inflación: de 9.21 en julio a 9.07 este mes entre los empresarios, de 10.02 en marzo a 8.97 en agosto para el periódico Reforma, y de 9.6 en abril a 9 por ciento en agosto para J.P. Morgan.

Estos buenos resultados, que debieran ser apreciados por los analistas, se nos dice que son "evidencia indiscutible" de que la economía está sobrecalentándose; además, el pasado 31 de julio, el Banco de México (BdeM) decidió incrementar el corto de 230 a 280 millones de pesos, con el fin de provocar que se reduzca el crecimiento de la demanda interna, particularmente el consumo. Para ellos, el crecimiento del consumo ha impactado algunas variables centrales: su preocupación fundamental se localiza en que los incrementos a los salarios contractuales en el segundo trimestre han sido superiores a las expectativas de inflación.

La información disponible muestra que los salarios contractuales se han incrementado, en promedio anual, en 13 por ciento, en tanto que, como anotamos, la expectativa inflacionaria ha pasado de 10 a menos de 9 por ciento; en consecuencia, está habiendo un aumento real de los salarios contractuales de entre 3 y 4 puntos porcentuales. En lugar de reconocer que esto no ha impactado los precios, ya que no solamente están creciendo menos de lo previsto, sino que las expectativas son favorables, el BdeM incrementó el corto, advirtiendo que es muy probable que la medida no funcione y que "el instrumento más efectivo a disposición de la política económica para afectar el gasto sería la restricción fiscal" (Informe sobre la inflación del segundo trimestre, p. 60).

La propuesta del banco central es, en consecuencia, frenar el crecimiento del consumo a través de una reducción del gasto público; se trataría de que Hacienda aceptara los argumentos de la banca central y decidiese aplicar un ajuste. Sin embargo, Hacienda señaló el lunes pasado que "el dinámico crecimiento económico no ha generado desequilibrios que pudieran frenarlo", por lo que "no es recomendable un ajuste fiscal"; aun más, "un ajuste fiscal en el presente año tendría un impacto muy limitado sobre la demanda agregada y las cuentas del exterior, debido a que parte de sus efectos serían rezagados. En el caso de un sobrecalentamiento, el tipo de cambio flexible propiciaría un ajuste gradual y ordenado" (La Jornada, 7/8/00, p.18).

Las discrepancias son claras: mientras la relación entre producción y demanda, que para Hacienda ha sido congruente, para BdeM ha habido un crecimiento excesivo de la demanda; los impactos de las alzas salariales que para Hacienda han sido cinco puntos menores a los observados en 1999, en tanto que para el banco central el problema es que han sido superiores a la inflación esperada; opiniones encontradas también en relación con la eficacia de la restricción fiscal. Se trata de concepciones económicas que parecen claramente diferentes y que, hasta ahora, en el año cero dP (después del PRI) se expresan; hace 45 días el Ejecutivo hubiera resuelto las diferencias, antes de que se expresasen públicamente, a favor de la posición más restrictiva: la de Banco de México.

El tema es fundamental y amerita un análisis cuidadoso que, por cierto, empieza a darse en algunos medios impresos: tres economistas lo discuten en las páginas de Negocios del Reforma (Heath, Quintana y García, en la edición del 8/08/00). Lo llamativo, de entrada, es que acorde con los nuevos vientos que soplan en el país, se acabó el pensamiento único en el equipo económico priísta; la autonomía de banco central hoy podrá ser reivindicada, pero sus concepciones económicas no tendrán que prevalecer a toda costa y eso hay que saludarlo.