MIERCOLES 9 DE AGOSTO DE 2000

Linchamiento y desmoronamiento ético

 

* Carlos Martínez García *

Signos preocupantes para una sociedad que busca hacer sólida su transición democrática son los linchamientos, los frecuentes intentos de hacerse justicia por propia mano. Un sondeo telefónico de la semana pasada reveló que 70 por ciento de los participantes estaría dispuesto a tomar represalias directas contra los delincuentes. Por las causas que sean, parece irse incrementando en la sociedad mexicana la tendencia hacia que los ciudadano(a)s remplacen el papel de las autoridades judiciales, ejecutando sentencias inmediatas y sin posibilidad de defensa alguna para los señalados como culpables de haber perpetrado un delito.

La desconfianza ciudadana en las instituciones procuradoras de justicia es un hecho incuestionable. La corrupción en las instituciones mencionadas es un mal augurio para quien debe vérselas con ellas. La herencia histórica que nos dejó la Colonia (en el sentido de que los cargos públicos son para hacer negocios) continuó reproduciéndose en los criollos que se apropiaron del movimiento popular de Independencia, se enquistó en el conservadurismo que combatió a los liberales del siglo XIX, fue revigorizada durante todo el porfiriato --práctica que tuvo a su mejor crítico en Luis Cabrera y sus Cargos concretos-- para sentar sus reales con los regímenes posrevolucionarios y de manera voraz a partir del alemanismo. La mejor definición de lo que es la expoliación de la sociedad desde cargos públicos se la debemos a Carlos Hank González, rebautizado, creo, por José Agustín como Gengis Hank: "un político pobre es un pobre político".

Sabemos bien que gracias al largo priato el poder se ejerció en México autoritariamente y en beneficio de las cúpulas políticas y económicas. Es de conocimiento público que los principales vulneradores del estado de derecho han sido quienes se supone están para garantizar la aplicación del orden legal. Todo esto, sin duda, pesó en el ánimo de los votantes el pasado 2 de julio. La pregunta que ahora debemos hacernos es cómo el uso despótico del poder afectó también las relaciones cotidianas entre los y las ciudadano(a)s. Porque el corporativismo, la falta de rendición de cuentas, la escasa cultura democrática externada en las polémicas y la intolerancia para con las minorías rebasan los límites del PRI y sus gobiernos hasta abarcar a casi todos los sectores de la sociedad mexicana. Tal vez podemos decir que el transgresor y despreciador cotidiano de las leyes y reglamentos más sencillos, como el de tránsito, es el pequeño priísta que todos llevamos dentro.

Otro asunto es el desacuerdo con leyes injustas o confeccionadas con el afán de uniformar a una sociedad diversa, tal es el caso del reciente agandalle legislativo de los diputados panistas de Guanajuato. Esta fracción, por otra parte, sigue en la lógica que parecía patentada por el PRI más cerrado, la de emitir leyes y gobernar mayoriteando a sus adversarios políticos y cayendo en absurdos a la hora de tratar de explicar los atentados cometidos contra los derechos de la ciudadanía.

ƑHasta qué punto las pequeñas transgresiones van creando un ambiente propicio para casos de sustitución personal o colectiva de las autoridades? ƑQué relación existe entre la vulneración creciente de leyes que permiten una sana convivencia social y el saltarse los límites para participar, o decir estar dispuesto a participar, en acciones de hacerse justicia por propia mano? Si bien es cierto que no estamos frente a un fenómeno generalizado y desatado de linchamientos, los casos documentados en los últimos cinco años nos señalan que algo se ha roto en las conciencias de un sector significativo de la sociedad mexicana. Que 70 por siento de quienes llamaron el jueves en la noche al noticiario que dirige Joaquín López Dóriga hayan manifestado su acuerdo con hacerse justicia por sí mismos, no es una cuestión que pueda trivializarse. Un muy alto porcentaje de quienes se comunicaron lo hicieron desde sus casas, mientras o después de que vieron el reportaje que hizo el recuento de los casos más conocidos y capturados en video, que van de bárbaras golpizas, ahorcamientos, lapidaciones, hasta la terrible incineración en vida de un hombre en la plaza de un poblado veracruzano.

En la compleja agenda mexicana para la consolidación democrática debe estar el tema del desmoronamiento ético que sirve de caldo de cultivo para generar acciones que hacen más precaria la convivencia social. Este es un asunto que debe interesar, primordialmente, a organizaciones defensoras de derechos humanos, centros educativos, Iglesias, partidos políticos y los interesados en que nuestra transición también sea cultural y no se quede nada más en el cambio de elites gobernantes. *