DOMINGO 6 DE AGOSTO DE 2000
Ť Guillermo Almeyra Ť
Cuba, Scila y Caribdis
Cuba enfrenta dos grandes peligros. Uno es externo y viene de la continua agresión de Estados Unidos y la potencia del mercado mundial, sus imposiciones, sus valores y su pensamiento. El otro, igualmente importante, es interno y proviene de la obstinación del gobierno en cambiar algo sólo para que todo siga igual, en aferrarse al poder en vez de construir abajo poder creando ciudadanía. O sea, bases sociales que den solidez a una inevitable transición en lo político, entre el castrismo y una democracia social, y en lo económico, entre la inserción semicolonial en el mercado mundial capitalista y un régimen mixto que impida caer en una situación semejante a la rusa o a la de otros países latinoamericanos. El desafío es enorme, pero es ineludible. Y dada la relación de fuerzas actual entre Cuba y el imperialismo, sólo puede llevar a dos desenlaces: la "portorricanización" de la isla o, por el contrario, un cambio profundo -político, económico y social- que dificulte al máximo la "homogenización" de Cuba y prepare fuerzas de resistencia y puntos de apoyo para una futura política socialista.
El pueblo cubano resiste, desde hace rato, ambas fuerzas contrarias. Desmoralizado, despolitizado por los resultados de la apuesta política y económica a un régimen antisocialista que se derrumbó en 1989, tiene todavía sectores vitales y críticos que se niegan a dedicarse sólo a sobrevivir o a aceptar las propuestas de la mafia de Miami que implican la colonización (que muchos sectores desesperados, sin embargo, sobre todo juveniles, incluso están dispuestos a soportar si con eso mejora su nivel de vida). Intelectuales, trabajadores, ex militantes, se refugian en soluciones individuales para comer y hacer algo, pero podrían ser puntales de una regeneración del país sobre nuevas bases democráticas con orientación socialista.
El bloqueo ayuda hoy al gobierno cubano. Probablemente los cavernícolas de Estados Unidos lo mantendrán, con G. Bush o con A. Gore, porque el bussiness que pierden es pequeño (esencialmente turismo, alimentos y tecnología para pocos millones de habitantes de bajo nivel adquisitivo) mientras que la mafia de Florida pesa lo mismo que los sectores mencionados, y el costo político de esa agresión, a nivel de los gobiernos latinoamericanos, es mínimo. Pero, si lo levantasen unilateralmente, Cuba sería invadida por turistas aún peores que los actuales y por mercaderías que muy pocos podrían comprar, aumentarían aún más las desigualdades, la delincuencia, la prostitución, que son ya terribles plagas, y las presiones políticas internas serían enormes. Ni Fidel ni Raúl Castro, por otra parte, gozan de buena salud. La burocracia, ineficiente, incapaz de prever, conservadora y corrompida, ha sido educada en la obediencia, no en la creatividad y mucho menos en la democracia. La crisis del régimen de partido único y el resquebrajamiento de este último son pues previsibles a corto o mediano plazos, incluso si la economía mejora algo (cosa muy difícil dada la caída del precio del azúcar, el níquel y los cítricos, y el aumento relativo del costo petrolero). Queda poco tiempo para dar tierras en propiedad y apoyo, y mercado a los campesinos, para mejorar así su nivel de vida, la industria agroalimentaria rural y el abastecimiento urbano, y para afirmar el apoyo rural a las conquistas de la revolución y la eventual resistencia contra el retorno de los latifundistas. Queda poco tiempo para planificar desde abajo, desde cada localidad y a partir de las necesidades y de las prioridades fijadas por la gente, discutiendo con ella qué se puede hacer hoy y qué mañana, el modo de utilizar a fondo el espíritu creativo y la inteligencia de los cubanos, de habituarlos a decidir según los costos relativos, de pasarles responsabilidades de gobierno local, democrático y con respaldo. Queda poco tiempo para organizar miles de grupos no oficiales, libres de discutir sus objetivos y sus tareas, no dependientes del paternalismo estatal burocrático, para formar cuadros en la base. Queda poco para abrir la información y las comunicaciones, pues sin ellas no hay ciudadanos, concediendo a los grupos sociales voz y medios para expresarse. Queda un lapso corto para iniciar una serie de discusiones públicas, en el partido y fuera de él, sobre cómo reorganizar la sociedad, sobre por qué los Estados "del socialismo real" no eran socialistas, sobre qué es y qué debe ser el socialismo, sobre qué es la autogestión, sobre el real Marx contrapuesto a los marxistas, discusiones que de paso servirían de escuela y de autocrítica. El autismo y la prepotencia, en cambio, no sólo no pueden durar sino que, sobre todo, llevan al desastre.