DOMINGO 6 DE AGOSTO DE 2000

 


Ť Carlos Bonfil Ť

Comedia de familia

Ssitcom, el título original de Comedia de familia, de François Ozon (Mirando el mar, Gotas de agua sobre piedras ardientes), alude a las comedias de situaciones, a las teleseries estadunidenses que transcurren en un ámbito doméstico, con conflictos previsibles, risas pregrabadas y momentos climáticos al final de cada capítulo, en idéntica rutina de un día a otro. Este tipo de sitcom, combinado con el mecanismo de los talk shows, catarsis colectivas en cadena nacional, ha sido inspiración de varias sátiras fílmicas, desde la primera cinta de Almodóvar (Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón) hasta Mamá es una asesina (Serial mom), de John Waters. En Comedia de familia, Ozon explora con regocijo y sin temor al exceso, las posibilidades paródicas del retrato de una familia burguesa en la suburbia parisiense. Pleasentville a unos pasos de Eurodisney. Familia nuclear perfecta, decorados impecables que acusan el set televisivo, un orden doméstico listo para ser subvertido. Como en todos los sitcoms, sólo se requiere de un elemento discordante, un visitante extraño, para poner de cabeza esta armonía. En este caso es la llegada de una rata transformada en mascota. El padre trae a casa a un roedor blanco, para delectación de los hijos y horror de la madre, y el simpático Stuart little francés desencadenará inconfesables pulsiones sexuales, afanes destructores, y el súbito desclosetamiento del hijo nerd, quien durante una cena revela a sus padres su identidad homosexual, que él mismo ignoraba quince minutos antes.

A la progresión habitual del sitcom, François Ozon opone una narración inesperada, la revelación del desenlace desde los primeros tres minutos. Durante la fiesta de cumpleaños que la familia le organiza, el padre asesina a toda su familia. Viene entonces un largo flashback ("unas semanas antes"), que describe la vida cotidiana de este hogar, sugiriendo generosamente los motivos de la masacre. Al espectador se le reservan, sin embargo, otras sorpresas.

Los retratos de familia en el cine francés reciente van desde La vida es un largo río tranquilo, farsa inofensiva y divertida de Chatiliez, hasta La ceremonia, de Claude Chabrol, visión inclemente, cercana a la crueldad antiburguesa de François Mauriac. Pero ninguno hasta la fecha había combinado elementos de la cultura popular con el pesimismo y humor negro que son característicos en el cine de Ozon, desde sus primeros cortometrajes, todos ellos notables. Surge sin embargo el problema de la saturación y dispersión de las propuestas humorísticas. El tema del colapso doméstico burgués parece deleitar tanto al director que muy pronto se le ve sucumbir a las peores tentaciones. A la ironía fina y fresca de su corto Un vestido de verano (exhibido ya en la Cineteca), sucede hoy un catálogo de ocurrencias chistosas sin mucho control y disparadas en todas las direcciones posibles, y un inventario de tabúes listos para su demolición instantánea, uno de ellos es el incesto, otro, la respetabilidad del hogar, convertido en centro de orgías programadas por Internet. Como en Teorema, de Pasolini, cada miembro de la familia descubre, estrena y ostenta una identidad nueva, misma que sepulta a la anterior, carcomiendo así la unidad del núcleo familiar. Al respecto es elocuente el símbolo de un animal roedor como agente propiciatorio de esta erosión incontenible. Con estos elementos, Ozon abandona rápidamente el tono de la ironía para entregarse de lleno a la farsa, en su opinión, más eficaz y directa. Desafortunadamente, esto se vuelve una facilidad y una complacencia. Los personajes, en un inicio tan sugerentes, se vuelven estereotipos esperpénticos: la joven española, irreverente asistenta doméstica; su novio bisexual africano; el hijo gay con su tránsito del clóset a la pasarela de modas; la madre, transgresora y ninfómana; o la hija, dominatrix en silla de ruedas, sometiendo a su novio a latigazos. La galería es pintoresca, ciertamente, pero la calidad humorística de la cinta se deteriora con mayor velocidad que la propia moral familiar. Hacia los últimos quince minutos, un sorpresivo giro dramático le da una dirección nueva a la trama, pero justamente la dirección menos atractiva. Con todo ello, la cinta, de vitalidad asombrosa, no deja de iluminar en su trayectoria claves narrativas y posibilidades humorísticas más afortunadas, esas mismas que el director ha comenzado a explorar en sus obras más recientes. Vale la pena descubrir este primer largometraje de François Ozon: los cortos que lo precedieron y las cintas que vinieron después, confirman con creces la presencia de un gran talento.

Comedia de familia, una de las cintas del séptimo Festival Cinematográfico de Verano de la UNAM, se exhibe esta semana en la Cineteca Nacional.