Ť Antonio Gershenson Ť
IVA, finanzas, proyectos
La idea, surgida en círculos identificados con el próximo gobierno, de cobrar el IVA a alimentos y medicinas, ha encontrado un gran rechazo en la mayoría de las fuerzas políticas y sectores sociales. Pero para completar el debate es importante definir de dónde pueden venir los recursos, cuya búsqueda motivó el planteamiento.
De las posibles fuentes de ingresos, hay una que no debe dejarse de lado: el subsidio, mediante exención fiscal, a la mayoría de las operaciones financieras y, en especial, la compra venta de acciones en la bolsa de valores. La casa de bolsa, único intermediario legal en estas operaciones, cobra su buena comisión, tanto en el momento de vender acciones como al comprarlas. Pero ahí nadie paga IVA: no se paga impuesto por la compra misma, pero ni siquiera se paga sobre la comisión de la casa de bolsa. Nos van a decir que se trata de fomentar la inversión.
La bolsa es, sí, un apoyo a algunas inversiones. Una empresa de cierto tamaño puede emitir acciones y con ese dinero financiar su actividad económica. Pero la absoluta mayoría de las compras y ventas de acciones en la bolsa, más de 95 por ciento, son compras y ventas de acciones ya emitidas en el pasado. Es más, hay muchas empresas de las que se cotizan en la bolsa que se pasan años sin emitir una de ellas. Y, claro, la absoluta mayoría de las empresas y, en particular, de las empresas directamente productivas, no están en la bolsa en absoluto. Además, hay muchas otras formas de financiamiento, dentro y fuera de la bolsa, que no consisten en emitir acciones, como los bonos o títulos de renta fija, el financiamiento de proveedores que consiste en que dan plazos para pagar, y otras.
En contraste con la inversión, en la absoluta mayoría de los casos improductiva, consistente en comprar acciones con la idea de revenderlas después a mejor precio, la inversión productiva directa sí paga todo tipo de impuestos: paga impuesto sobre la renta, sobre nóminas, impuesto al activo, impuesto predial si tiene alguna propiedad inmueble (y esto último es requisito para el crédito bancario, como veremos) y, con excepción de algunos renglones como medicinas y parte de los alimentos, el IVA. Este régimen fiscal estimula al inversionista a jugar a la bolsa, que es una especie de casino en muchos casos, y desalienta la inversión productiva directa. Todavía si los organismos financieros -el nivel de integración entre bancos, casas de bolsa y otras instituciones es altísimo- invirtieran en actividades productivas, esto sería más explicable. Sin embargo, fuera de las empresas de los mismos dueños de los bancos, no es este el caso.
En otros países hay algo que se llama financiamiento de proyectos de inversión. La garantía de pago del crédito es la rentabilidad del proyecto mismo, su ingreso previsible. Claro, el banco -u otro organismo financiero- tiene una área especializada que analiza la viabilidad de cada proyecto antes de financiarlo, pero las cosas funcionan.
Aquí, eso no sucede. Ha habido casos, como una área de esta naturaleza en Banamex, en los que se buscó desarrollar esta posibilidad; pero en general eso se ha relegado, abandonado o de plano nunca se exploró. Un banco lo primero que pide para garantizar un crédito son propiedades inmuebles: terreno, edificio, etcétera. No importa que haya mucho valor agregado en bienes de alta tecnología que serán producidos gracias a un posible proyecto de inversión. El banco quiere bienes raíces, y sólo eso. El dinero que se hubiera podido invertir en nuevos desarrollos productivos, debe inmovilizarse en inmuebles para tener acceso al crédito, a una fianza para poder concursar públicamente, al sistema financiero en general.
La mexicana es una banca surgida en tiempos de Porfirio Díaz, cuando el suelo y el subsuelo eran efectivamente la base de la economía mexicana. El país cambió, la mentalidad de los banqueros no. Los bancos del exterior que han venido, hasta el momento, se han adaptado al esquema existente y no lo han tratado de revolucionar.
La forma más inmediata y práctica que está a la mano en México, para tener y desarrollar el financiamiento de los proyectos de inversión productiva, es la banca de desarrollo. Es preciso impulsarla y darle ese sentido, para abrir brecha, al tiempo que se estimula a la banca privada a lanzarse también por este camino. Además, claro, de cobrar IVA por actividades especulativas hoy exentas y de las cuáles sólo analizamos un ejemplo.