SABADO 5 DE AGOSTO DE 2000
Ť Luis González Souza Ť
Montebello o El Sumidero
ƑDE QUE TAMAÑO FUE EL CAMBIO electoral del 2 de julio? Suena elemental, pero esa pregunta todavía no recibe una respuesta satisfactoria. Y lo malo es que de esa respuesta depende en mucho lo principal: Ƒhacia dónde encauzar ahora los esfuerzos por mejorar nuestro país?
En el extremo del triunfalismo, el 2 de julio es definido como una especie de terremoto de 100 grados en la escala de Fox. Por consiguiente, se piensa que el viejo régimen quedó enterrado, y que la transición a la democracia por fin encontró la mejor de sus desembocaduras. Las tareas hacia adelante quedarían reducidas a apoyar, con todo y por todo, al gobierno de Fox. Apoyo cómodo, desde nuestras casas; o tan activo como la capacidad de cada quien para incorporarse a la nómina de la nueva burocracia.
Al otro extremo, la gente se pregunta: Ƒcuál terremoto, si todo seguirá igual, o acaso peor? En lugar de un sismo, lo que se ve desde este otro ángulo es sólo un revestimiento del viejo régimen, ahora con bandera blanquiazul. Por lo tanto, las tareas serían exactamente las mismas que venía desarrollando la oposición antes del 2 de julio.
Lo cierto es que todavía no resulta fácil definir la magnitud del cambio electoral ocurrido hace un mes. Al menos, no para nosotros. Sin embargo, sí podemos intuir que, como suele ocurrir, la respuesta más certera se ubica en medio de los extremos. Pero esa intuición todavía no logramos explicarla más que con una analogía un tanto simplista y, a lo mejor, hasta gastada.
Imaginemos la transición de México a la democracia como un barco navegando en un sinuoso río de afluentes múltiples. Estos pueden localizarse en todos los movimientos del México contemporáneo que nos parezcan relevantes. Por ejemplo, la lucha de los ferrocarrileros contra el corporativismo sindical a fines de los 50; la lucha de los médicos y los maestros a me- diados de los 60, cuando también comenzaron a cobrar relieve diversas luchas guerrilleras. Luego podríamos agregar la insurgencía sindical encabezada por la Tendencia Democrática, a principios de los 70.
Y también en esa y la siguiente década, tendríamos los afluentes que llevaron a saltos organizativos en ámbitos como el campesino (CNPA), el magisterial (CNTE), el de colonos (Conamup y Asamblea de Barrios, antes y después de los sismos de 1985) y, desde luego, los saltos en el mundo indígena: desde el CNI hasta el EZLN, por decirlo rápido. Y en lo electoral, todas aquellas luchas que desembocaron en reformas como la de 1977, o en movilizaciones como la cardenista de 1988, o en la alternancia gubernamental de este año, por muchos tan añorada.
Dejemos por el momento la distinción entre lo que sería el río y lo que serían sus afluentes. El hecho es que el barco mexicano viene navegando en el río de la transición hace un buen rato. Pero se topaba una y otra vez con el dique de la hegemonía priísta. Y a nuestro entender, es justamente el derrumbe de ese dique lo que protagonizamos el pasado 2 de julio. Gracias a la hazaña electoral que culminó ese día, ahora el barco avanza mucho más rápido hacia la plena democratización de México.
Pero la travesía no ha terminado. De hecho, todavía falta librar la principal disyuntiva de nuestra transición. Un letrero -el mayor si se quiere, pues el dique priísta ya quedó atrás- apunta hacia las hermosísimas y superdemocráticas lagunas de Montebello. Pero muy cerca aparece otro letrero que apunta hacia el peligrosísimo, y hasta fascistoide, cañón de El Sumidero.
Que el barco termine en uno u otro lados, a final de cuentas dependerá de lo que hagan o dejen de hacer sus pasajeros mayoritarios, es decir, los que votaron por un cambio progresista y los que, sin votar, sueñan con ello. Y ese cambio comienza por no volver a confiar en una tripulación presidencialista, autoritaria, elitista.
El 1o. de diciembre tendremos nueva tripulación. Falta que la sociedad garantice que el barco jale para Montebello, y no para El Sumidero. Enhorabuena, la nueva tripulación foxista se dice dispuesta a conducir el barco junto con la sociedad. Más que "ver para creer", luchar para garantizar.
PD: La analogía con sitios de Chiapas no es gratuita. Ahí mero se encuentra la disyuntiva de nuestra transición: un México multiculturalmente democrático, o un México bajo las llamas del etnocidio.